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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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Apenas sofocó esa duda, apareció otra. ¿Y el lenguaje de la religión? ¿No era también una<br />

invención de los hombres, y quizá de hombres agradables y poco prácticos, como el padre<br />

Sifans?<br />

«La fe no es paz sino tormento; sólo la Gran Guerra es paz. » Al menos, esa parte del credo era<br />

cierta.<br />

Yuli se atenía, sin embargo, a su propio criterio, y no buscaba la compañía de los otros novicios.<br />

Se reunían para las lecciones en un salón bajo, húmedo y neblinoso llamado Grieta, a veces en<br />

la oscuridad total, a veces a la luz de unas mechas que llevaban los padres. Cada lección<br />

terminaba con un rito peculiar, que hacía reír a los novicios más tarde en el dormitorio: el<br />

sacerdote apretaba la mano contra la frente de los novicios, y les señalaba el cerebro. Los dedos<br />

de los sacerdotes eran ásperos de tanto palpar las paredes mientras se movían rápidamente por<br />

los laberintos del Santuario, incluso en la más negra tiniebla.<br />

Cada novicio se sentaba en un curioso banco de ladrillos de arcilla, frente al instructor. Cada<br />

banco estaba decorado con un bajorrelieve distinto, para poder identificarlos en la oscuridad. El<br />

instructor se sentaba a horcajadas en una montura de arcilla, a mayor altura.<br />

Cuando sólo habían pasado unas semanas desde el comienzo de las clases, el padre Sifans<br />

anunció el tema de la herejía. Hablaba en voz baja, tosiendo. Peor que no creer era creer<br />

erróneamente. Yuli se inclinó hacia adelante. Ni él ni Sifans tenían luz; pero la llamita<br />

fluctuante del instructor de la clase próxima ponía un nimbo anaranjado en torno de la cabeza de<br />

Sifans y le echaba una sombra sobre la cara. La túnica blanca y negra le desintegraba por<br />

completo el contorno de la figura, y lo confundía con la oscuridad. La niebla giraba alrededor, y<br />

seguía a quienes caminaban con lentitud, practicando la lectura de paredes. Toses y murmullos<br />

llenaban la caverna. El agua goteaba incesantemente, como una campanilla.<br />

—Un sacrificio humano, padre, ¿has dicho un sacrificio humano?<br />

—El cuerpo es precioso, el espíritu prescindible. Este hombre ha hablado contra los sacerdotes,<br />

diciendo que tenían que ser más frugales... Ya habéis avanzado bastante en los estudios para<br />

asistir a la ejecución... Un ritual de tiempos bárbaros...<br />

Los ojos nerviosos, dos puntitos anaranjados, brillaron en la oscuridad como una señal lejana.<br />

Cuando llegó la hora, Yuli atravesó las lúgubres galerías tratando nerviosamente de leer las<br />

paredes con los dedos. Entraron en la caverna mayor, llamada Estado. Allí las luces estaban<br />

prohibidas. Se oyeron unos susurros mientras los sacerdotes se congregaban. Yuli se aferró<br />

subrepticiamente al ruedo de la túnica del padre Sifans, para no perderlo. Luego la voz de un<br />

sacerdote declamó la<br />

historia de la larga guerra entre Akha y Wutra. La noche era de Akha, y los sacerdotes protegían<br />

a la grey durante la batalla de la larga noche. Quienes se oponían a los guardianes, debían morir.<br />

—Traed al prisionero.<br />

Se hablaba mucho de prisioneros en el Santuario, pero éste era especial. Se oyó el ruido de las<br />

pesadas sandalias de la milicia, y de algo que era arrastrado por el suelo. Después, la luz.<br />

Una ardiente columna de luz. Los novicios quedaron boquiabiertos. Yuli reconoció la vasta sala<br />

por donde había pasado con Sataal, mucho antes. La fuente de la luz, como entonces, estaba<br />

muy alta. Era enceguecedora.<br />

En la base de la columna luminosa había una figura humana, atada a un marco de madera, con<br />

los brazos y las piernas abiertos. Estaba de pie, y desnuda.<br />

Cuando el prisionero gritó, Yuli reconoció esa cara apasionada, cuadrada, enmarcada en pelo<br />

corto. Era el joven a quien había oído hablar una vez en Prayn: Naab.<br />

También la voz y el mensaje eran reconocibles: —Sacerdotes, no soy vuestro enemigo, aunque<br />

me tratéis como tal, sino vuestro amigo. De generación en generación habéis caído poco a poco<br />

en la inercia. Sois menos, y Pannoval muere. No nos contentemos con adorar a Akha. ¡No!<br />

Tenemos que luchar a su lado. Tenemos que sufrir. Tenernos que desempeñar nuestro papel en<br />

la gran guerra entre el cielo y la tierra. Tenemos que reformarnos y purificarnos.<br />

Detrás de la figura atada había hombres de la milicia, con yelmos que resplandecían a la luz.<br />

Llegaron otros con teas humeantes, y acompañados por phagors. Se detuvieron. Alzaron las teas<br />

y el humo se elevó en serenas volutas. Un rígido cardenal se adelantó, vestido con la túnica<br />

blanca y negra y tocado con una mitra muy adornada. Golpeó tres veces el suelo con una vara

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