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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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Tenía mucho tiempo para pensar. Los pensamientos, en la impenetrable oscuridad, parecían<br />

tener vida propia, como si fueran imágenes de un delirio. Imágenes de gente que había<br />

conocido, y de otros a quienes no había visto nunca, le iban y venían por la mente, ocupadas en<br />

misteriosas actividades.<br />

—Madre —exclamó. Allí estaba Onesa, como había sido antes de la enfermedad, delgada y<br />

activa, con una larga cara seria que delante de su hijo se transformaba a menudo en una sonrisa,<br />

aunque era una sonrisa contenida, con los labios apenas entreabiertos. Traía al hombro un<br />

montón de ramas secas, y una pequeña piara de cerdos negros corría delante. El cielo era de un<br />

azul refulgente. Batalix y Freyr estaban a la vista. Onesa y Yuli salían del bosque de alerces por<br />

el sendero y la luz los deslumbraba. Nunca había visto un azul semejante: parecía teñir la nieve<br />

e inundar el mundo.<br />

Al frente había un edificio ruinoso. Aunque sólidamente construido mucho antes, la intemperie<br />

lo había partido como si fuera un hongo seco. Tenía unos escalones bajos, en ruinas. Onesa dejó<br />

caer el hato y subió con tal rapidez los escalones que estuvo a punto de resbalar. Tenía las<br />

manos enguantadas, y tarareaba una canción en el aire vibrante.<br />

Yuli rara vez la había visto de tan buen humor. ¿Por qué estaba ahora así? ¿Por qué no se sentía<br />

tan bien con mayor frecuencia? No se atrevía a hacer directamente estas preguntas, pero deseaba<br />

una respuesta personal y preguntó: —¿Quién ha construido esto, madre?<br />

—No lo sé. Probablemente la familia de mi padre, hace mucho. Eran gente rica, con depósitos<br />

de grano.<br />

Conocía la leyenda de la rica familia de su madre y los depósitos de grano. Subió los escalones<br />

y empujó una puerta que no se quería abrir. Lo recibió un torbellino de nieve. Allí estaba el<br />

cereal dorado, en montones, suficiente para todos ellos. De pronto el cereal empezó a correr<br />

hacia él como un río, cayendo en cascada escaleras abajo. Y en el grano asomaron con dificultad<br />

dos cuerpos muertos como intentando emerger a la luz.<br />

Yuli se puso de pie con un grito, y fue hacia la puerta de la celda. No podía comprender de<br />

dónde venían esas alarmantes visiones; no parecían ser parte de él.<br />

Pensó para sus adentros: Los sueños no son cosa para ti; eres duro y sabes escabullirte.<br />

Recuerdas ahora a tu madre, pero nunca le demostrabas afecto. Temías demasiado el puño de<br />

tu padre... Creo realmente que odiaba a mi padre. Creo que me alegré cuando los phagors se lo<br />

llevaron. ¿No es así?<br />

No, no... Ha sido la experiencia lo que me ha endurecido... Eres duro y te escabulles; duro y<br />

cruel. Has matado a. esos dos hombres. ¿Qué quieres hacer de ti? Mejor será que confieses y<br />

veas lo que ocurre. Queredme, queredme...<br />

Sé tan poco. Es así. El mundo... Quieres saber la verdad. Akha tiene que saber. Esos ojos lo ven<br />

todo. Pero yo... Eres tan pequeño... La vida no es más que una de esas ideas raras que nacen<br />

cuando hay un childrim en lo alto.<br />

Se asombró de sus propios pensamientos. Por último llamó a los guardias, para que abrieran la<br />

puerta, y supo que había estado tres días en la celda.<br />

Durante un año y un día, Yuli sirvió en el Santuario como novicio. No se le permitía abandonar<br />

la zona. Vivía en un entorno monástico y nocturno, sin saber si Freyr y Batalix atravesaban el<br />

cielo solos o separados. El deseo de correr por el desierto blanco lo abandonó poco a poco,<br />

borrado por la majestuosa penumbra del Santuario.<br />

Había confesado el crimen a los dos hombres. No hubo castigo.<br />

r<br />

El sacerdote delgado y ceniciento, de ojos parpadeantes, el padre Sifans, estaba a cargo de Yuli<br />

y los demás novicios.<br />

Unió las manos y dijo: —El infortunado incidente del crimen está sellado ahora, detrás del muro<br />

del pasado. Pero no lo olvides nunca; no llegues a creer que nunca ha ocurrido. Como los<br />

suburbios de Pannoval, todas las cosas están entrelazadas. Tu pecado y tu deseo de servir a<br />

Akha son una misma cosa. ¿Creías que era la santidad lo que lleva a los hombres a servir a<br />

Akha? No es así. El pecado es un motor más poderoso. Abraza las tinieblas: a través del pecado<br />

comprenderás tus propios defectos.

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