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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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El sacerdote lo miró con su cara grave y pálida, tamborileando con los dedos sobre las rodillas.<br />

—¿Cómo te has convertido? En estos días la mentira flota sobre las viviendas.<br />

—Miré el rostro de Akha. Por primera vez, vi claramente. Ahora mi corazón está abierto.<br />

—Hace unos días detuvieron a otro falso profeta.<br />

Yuli se golpeó el pecho.<br />

—Lo que siento dentro de mí no es falso, padre.<br />

—No es tan fácil —respondió el sacerdote.<br />

—Sí, es fácil, es fácil. Ahora todo será fácil. —Cayó a los pies del sacerdote, llorando de júbilo.<br />

—Nada es fácil.<br />

—Te debo todo, padre. Ayúdame. Quiero ser un sacerdote, como tú.<br />

Durante los días siguientes, recorrió las calles y las viviendas, observando cosas nuevas. Ya no<br />

se sentía incrustado en las tinieblas ni sepultado bajo tierra. Se encontraba en una región<br />

favorecida, y protegida de los crueles elementos que habían hecho de él un salvaje. Sabía qué<br />

beneficiosa era esa escasa luz.<br />

Veía ahora también qué hermosas eran las grutas de Pannoval. En el curso de los años, las<br />

cavernas habían sido decoradas por artistas. Había muros enteros cubiertos de pinturas y<br />

bajorrelieves, y muchos de ellos ilustraban la vida de Akha o las grandes batallas que había<br />

librado, así como las que libraría más tarde, cuando los humanos confiaran otra vez en él. Allí<br />

donde el tiempo había borrado las pinturas, se habían pintado otras nuevas. Y había siempre<br />

artistas en actividad, con frecuencia encaramados en andamios que se elevaban como esqueletos<br />

de animales míticos de largo cuello.<br />

—¿Qué te ocurre, Yuli? —preguntó Kyale—. Pareces distraído.<br />

—He tornado una decisión. Seré sacerdote.<br />

—No te lo permitirán. Has venido de fuera.<br />

—Mi sacerdote hablará con las autoridades.<br />

Kyale se pellizcó la melancólica nariz, y bajó lentamente la mano hasta que la operación se<br />

desplazó a un<br />

extremo del bigote, mientras miraba a Yuli. Los ojos de Yuli se habían habituado tanto a la<br />

oscuridad que alcanzaba a distinguir todos los cambios de expresión en el rostro de su amigo.<br />

Cuando Kyale se alejó sin decir palabra hasta el fondo de la tienda, Yuli lo siguió.<br />

Retorciéndose de nuevo el bigote, Kyale apoyó la otra mano en el hombro de Yuli.<br />

—Eres un buen muchacho. Me recuerdas a Usilk, pero no hablaremos de eso... Escúchame:<br />

Pannoval no es hoy como cuando yo era niño y corría descalzo por los bazares. No sé qué ha<br />

ocurrido, pero ya no hay paz. Todo esto que se dice acerca de cambios... es un disparate, a mi<br />

juicio. Los sacerdotes mismos hablan. Y hay exaltados que predican la reforma. Pienso que lo<br />

mejor es enemigo de lo bueno. ¿Sabes qué quiero decir?<br />

—Sí, sé qué quieres decir.<br />

—Está bien. Quizá creas que el sacerdocio es tarea sencilla. Puede ser. Pero en estos tiempos no<br />

me parece recomendable. No es tan... seguro como antes, si me crees. Están inquietos. He oído<br />

decir que han ejecutado a sacerdotes heréticos en el Santuario. Harías mejor en quedarte a mi<br />

lado, trabajando aquí. ¿Comprendes? Te lo digo por tu propio bien.<br />

Yuli miraba el suelo desgastado.<br />

—No puedo explicar cómo me siento, Kyale. Quizás esperanzado... Creo que las cosas tendrían<br />

que cambiar. Yo mismo querría cambiar, aunque no sé cómo.<br />

Suspirando, Kyale retiró la mano.<br />

—Si ésa es la decisión que quieres tomar, muchacho... No digas que no te he advertido.<br />

A pesar del carácter gruñón de Kyale, a Yuli le conmovía que se preocupara por él. Kyale habló<br />

con su mujer de las intenciones de Yuli. Cuando por la noche él volvió a su pequeña habitación<br />

circular, Tusca apareció en la puerta.<br />

—Los sacerdotes pueden ir adonde quieran. Si te conviertes en un iniciado, podrás entrar en el<br />

Santuario.<br />

—Supongo que sí.

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