08.05.2013 Views

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

dicho que ciertos sacerdotes eran capaces de comunicarse con los muertos mientras ayunaban, y<br />

aun con ciertos personajes históricos. Yuli no había oído nunca nada parecido, pero no estaba<br />

seguro de que fuese un disparate.<br />

Se acostumbró a vagar a solas por los suburbios de la ciudad, hasta que las densas<br />

sombras tuvieron para él colores familiares. Escuchaba a la gente, que con frecuencia hablaba<br />

de religión, y a los narradores, que solían combinar la ficciones con la religión.<br />

La religión era la historia de las tinieblas, como el terror era la historia de las Barreras,<br />

donde los tambores tribales ahuyentaban a los demonios. Poco a poco, Yuli empezaba a<br />

vislumbrar en las charlas sobre religión un núcleo de verdad, y no un vacío: era necesario<br />

explicar cómo la gente vivía y moría. Sólo los salvajes podían prescindir de toda explicación.<br />

Haberse dado cuenta era para Yuli como haber encontrado la huella de un animal en la nieve.<br />

En una ocasión estuvo en una parte maloliente de Prayn, donde los desechos humanos<br />

eran arrojados a las largas zanjas en las que crecían los noctíferos.<br />

La gente parecía realmente temible, como decía el proverbio. Un hombre de pelo suelto y<br />

corto, que por lo tanto no era un sacerdote, corrió y saltó a una carretilla.<br />

—Amigos —dijo—, escuchad un momento, ¿queréis? Abandonad vuestras tareas y oíd lo<br />

que os diré. No hablo en mi nombre, sino en el de Akha; animado por el espíritu de Akha, he de<br />

hacerlo; aunque ponga así mi vida en peligro, ya que los sacerdotes deforman las palabras de<br />

Akha para sus propios fines.<br />

La gente se detuvo a escuchar. Dos intentaron burlarse del joven, pero los demás<br />

mostraron un sumiso interés, como el mismo Yuli.<br />

—Amigos: los sacerdotes dicen que basta hacer sacrificios para que Akha nos resguarde<br />

en el corazón de la montaña. Yo digo que esto es mentira. Los sacerdotes están satisfechos y no<br />

les preocupa el sufrimiento de la gente común como nosotros. Akha os dice por mi boca que<br />

deberíamos hacer más. Deberíamos ser mejores. Nuestras vidas son demasiado fáciles; cuando<br />

hemos hecho sacrificios y pagado los impuestos, ya no nos importa nada más. Sólo queremos<br />

divertirnos, o concurrir a los juegos. Nos repiten que Akha no se ocupa de nosotros, sino<br />

solamente de su combate con Wutra. Hemos de hacer que se ocupe, hemos de merecer que nos<br />

cuide. Tenemos que reformarnos. Sí, reformarnos. Y también han de reformarse los sacerdotes,<br />

que viven tan cómodamente.<br />

Alguien avisó que la milicia se acercaba.<br />

El joven hizo una pausa.<br />

—Mi nombre es Naab. Recordad lo que he dicho. También nosotros tenemos un papel en<br />

la gran lucha entre el cielo y la tierra. Volveré a hablar si puedo, a propagar mi mensaje por todo<br />

Pannoval. Reformaos, reformaos, antes de que sea demasiado tarde.<br />

Mientras bajaba de la carretilla, hubo un movimiento entre la muchedumbre que se había<br />

reunido. Un gran phagor sujeto a una correa saltó hacia adelante. Tras él venía un soldado. Las<br />

poderosas manos con cuernos del phagor aferraron el brazo de Naab. Naab lanzó un grito de<br />

dolor, pero un velludo brazo blanco le rodeó el cuello y fue arrastrado hacia Mercado y el<br />

Santuario.<br />

—No tendría que haber dicho esas cosas —murmuró un hombre gris, mientras la multitud<br />

se dispersaba.<br />

Yuli siguió rápidamente al hombre, y lo tomó por la manga.<br />

—Ese hombre, Naab, no ha dicho nada contra Akha. ¿Por qué se lo lleva la milicia?<br />

El hombre miró furtivamente alrededor.<br />

—Te reconozco. Eres un salvaje. De lo contrario no preguntarías algo tan estúpido.<br />

Como respuesta, Yuli alzó el puño.<br />

—No soy estúpido. Si lo fuera no te haría preguntas.<br />

—Entonces tendrás que callarte. ¿Quién crees que manda aquí? Los sacerdotes, por supuesto. Y<br />

si hablas contra ellos...<br />

—Es Akha quien manda...<br />

El hombre gris desapareció en la oscuridad. Y en esa oscuridad siempre vigilante se podía sentir<br />

la presencia de algo monstruoso. ¿Akha?<br />

Un día tenía que celebrarse en Reck una gran fiesta deportiva. En esa oportunidad, las<br />

emociones de Yuli, ya aclimatado en Pannoval, cristalizaron del todo. Fue a ver los juegos con

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!