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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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—¿Cómo creéis que llegó al poder Aoz Roon? Mediante el crimen, un crimen sangriento y<br />

nocturno. Algunos de vosotros recordaréis todavía a Nahkri y a Klils, hijos de Dresyl. Nahkri y<br />

Klils gobernaban aquí cuando Embruddock era apenas una granja. Una noche oscura, Aoz<br />

Roon, joven entonces, arrojó a los dos hermanos desde lo alto de la gran torre cuando estaban<br />

borrachos. Una acción sucia. ¿Y quiénes fueron los testigos, quiénes lo vieron todo? Yo estaba<br />

allí. Y también ella estaba allí, la hija natural.<br />

Señaló la delgada figura de Oyre, que abrazaba horrorizada a Dol.—¡Está loco! —gritó un<br />

muchacho—. ¡Dathka está loco! —La gente empezaba a marcharse, algunos corriendo. De<br />

pronto hubo un tumulto. En un extremo de la multitud se inició una riña.<br />

Raynil Layan intentó reagrupar a la gente. De la figura impotente y pálida brotó una gran<br />

voz: —Apoyadnos y os apoyaremos. Defenderemos Oldorando.<br />

Durante todo ese tiempo, Faralin Ferd había estado en silencio en la parte posterior de la<br />

plataforma, con los brazos atados retenido por un guardia. Sintió que era el momento de<br />

intervenir.<br />

—¡Expulsad a Dathka! —gritó—. Nunca tuvo la aprobación de Aoz Roon ni tendrá la<br />

nuestra.<br />

Dathka se volvió con el rápido movimiento de un cazador, sacando al mismo tiempo la daga<br />

curva. Se lanzó contra el lugarteniente. Farayl Musk gritó en algún punto de la multitud, y<br />

varias voces corearon: —¡Expulsad a Dathka!<br />

Callaron casi en seguida, por la rápida reacción de Dathka. El humo flotaba en el aire, en<br />

mitad del silencio. Nadie se movió. Dathka estaba inmóvil, de espaldas a la gente. Por un<br />

instante, también Faralin Ferd se mantuvo inmóvil. Luego echó atrás la cabeza y lanzó un<br />

gemido sofocado, y le brotó sangre de la boca. Se inclinó y el guardia lo dejó caer a los pies de .<br />

—¡Loco, nos matarán! —gritó Raynil Layan. Corrió a la parte posterior de la plataforma y<br />

saltó abajo. Antes de que nadie pudiera detenerlo, desapareció en una callejuela lateral.<br />

El guardia huyó corriendo, sin prestar atención a las órdenes de Dathka, mientras la gente se<br />

apretaba contra la plataforma. Farayl Musk pedía a gritos que arrestaran a Dathka. Viendo que<br />

todo había terminado, también él saltó de la plataforma y corrió.<br />

Alejados de la multitud, junto a los tenderetes, los niños pequeños saltaban y aplaudían,<br />

excitados. La muchedumbre empezó a alborotarse; el tumulto los animaba más que la muerte. A<br />

Dathka sólo le quedó la fuga ignominiosa. Corría, jadeando, susurrando incoherentemente, por<br />

las calles desiertas, mientras sus tres sombras —penumbral, umbral, penumbral— cambiaban de<br />

forma a sus pies. También sus desordenados pensamientos se dilataban y contraían de un modo<br />

similar, mientras intentaba olvidar el fracaso y arrojar fuera, como un vómito, la certeza del<br />

desastre que había caído sobre él,<br />

A un lado pasaban extranjeros con sus pertenencias cargadas en arcaicos trineos. Un anciano<br />

que acompañaba a un niño le dijo: —¡Vienen los peludos!<br />

Oyó el ruido de la gente que corría, la muchedumbre vengadora. Sólo podía refugiarse en un<br />

lugar, una persona, una esperanza. Mientras la maldecía, corrió a casa de Vry.<br />

Ella estaba de nuevo en la vieja torre. En una especie de ensoñación, sabía —y tenía miedo<br />

de saberlo— que Embruddock se acercaba a una crisis. Cuando él aporreó la puerta, Vry lo dejó<br />

entrar casi aliviada. Dathka se desmoronó llorando sobre la cama y ella lo miró sin burla ni<br />

simpatía.<br />

—Qué confusión —dijo ella—. ¿Dónde está Raynil Layan?—Él siguió llorando, mientras<br />

golpeaba la cama con el puño.<br />

—Basta —dijo ella suavemente. Echó a andar por la habitación, mirando el techo<br />

manchado—. En qué confusión vivimos todos. Querría no tener ninguna emoción. Los seres<br />

humanos somos terriblemente inseguros. Estábamos mejor cuando hacía frío y había nieve<br />

alrededor, cuando no teníamos... esperanzas. Querría que solamente hubiera conocimiento, puro<br />

conocimiento, y ninguna emoción.<br />

Él se incorporó.<br />

—Vry...<br />

—No digas nada. Nada tienes para mí ni lo has tenido nunca, acéptalo. No quiero escuchar lo<br />

que me quieres decir. No quiero saber qué has hecho.<br />

Los gansos gritaban en la calle. Él se sentó en la cama y bostezó.

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