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sentimientos íntimos. " Yuli callaba, y se aplicaba a aprender todos los versos fustianos<br />
necesarios.<br />
—Pero, ¿qué quieren decir? —preguntó, asombrado, en cierto momento. Sataal se levantó<br />
lentamente y se volvió en la pequeña habitación hasta que los hombros se le alzaron como una<br />
silueta negra en una lejana fuente luminosa, y el resto de él desapareció en la penumbra. Una luz<br />
le brilló en la coronilla cuando inclinó la cabeza y respondió, en tono admonitorio: —Primero<br />
aprender, joven; después interpretar. Cuando se sabe, la interpretación es lo más fácil. Aprende<br />
todo de memoria. No es verdaderamente necesario que comprendas. Akha no te exige<br />
comprensión: sólo obediencia.<br />
—Me has dicho que Akha no se preocupa por nadie en Pannoval.<br />
—Lo que importa, Yuli, es que Pannoval se preocupe por Akha. Ahora repite una vez<br />
más:<br />
El que lame la ponzoña de Freyr como un pez muerde el cebo maléfico: ah, cuando al fin<br />
haya crecido, quemará nuestros débiles huesos.<br />
—¿Pero qué quiere decir? —insistió Yuli—. ¿Cómo puedo aprender si no comprendo?<br />
—Repite, hijo —dijo severamente Sataal—: «El que lame la ponzoña... »<br />
Yuli vivía encerrado en la ciudad oscura. Aquellas redes de sombra parecían querer<br />
arrebatarle el alma, como las redes de los hombres que había visto en el mundo exterior y que<br />
capturaban peces bajo el hielo. La madre lo visitaba en sueños, con los labios cubiertos de<br />
sangre. Despertaba entonces, y tendido en el estrecho catre, miraba hacia arriba, muy arriba,<br />
más allá de la habitación en forma de flor, hacia la bóveda de Vakk. En ocasiones, cuando la<br />
atmósfera estaba clara, llegaba a distinguir detalles lejanos, murciélagos que pendían,<br />
estalactitas, rocas brillantes por el roce de líquidos que habían dejado de ser líquidos. Deseaba<br />
entonces escapar de la trampa en que se encontraba. Pero no había lugar adonde ir.<br />
Una vez, en la desesperación de la medianoche, se había arrastrado en busca de consuelo<br />
hasta la casa de. Kyale. A Kyale le molestó que lo despertara, y le dijo que se marchase; pero<br />
Tusca le habló con cariño, como si fuera su hijo. Le acarició el brazo y le tomó la mano.<br />
Después de un rato ella se echó a llorar suavemente, y le dijo que tenía un hijo, un joven<br />
de buen natural y de la edad de Yuli; se llamaba Usilk. La policía se había llevado a Usilk por<br />
un crimen que no había cometido, ella lo sabía. Todas las noches, acostada, despierta, pensaba<br />
en Usilk encerrado en las espantosas mazmorras del Santuario, custodiadas por phagors, y se<br />
preguntaba si volvería a verlo.<br />
—La milicia y los sacerdotes son aquí tan injustos —susurró Yuli—. Mi pueblo, en el<br />
desierto, apenas tiene con qué vivir. Pero todos, unos y otros, son iguales ante el frío.<br />
Después de una pausa, Tusca respondió: —Hay personas en Pannoval, hombres y<br />
mujeres, que no aprenden las escrituras y se proponen derribar a los gobernantes. Pero sin<br />
nuestros gobernantes seríamos destruidos por Akha.<br />
Yuli miró el contorno de la cara de ella en la oscuridad.<br />
—¿Y crees que se llevaron a Usilk... porque deseaba derribar a los gobernantes?<br />
Apretándole la mano, ella contestó en voz baja: —No preguntes esas cosas, o tendrás<br />
dificultades. Sí, Usilk fue siempre rebelde, o tal vez conoció a mala gente...<br />
—Deja de charlar —dijo Kyale—. Vuelve a la cama, mujer. Y tú a tu casa, Yuli.<br />
Yuli conservaba todo esto en la cabeza mientras proseguían las lecciones de Sataal.<br />
Exteriormente se mostraba dócil.<br />
—No eres un tonto, aunque sí un salvaje. Pero eso se puede cambiar —dijo Sataal—.<br />
Pronto llegarás a la próxima etapa. Porque Akha es el dios de la tierra y sus abismos, y sabrás<br />
algo más de cómo vive la tierra, y de cómo vivíamos nosotros en las venas de la tierra. Estas<br />
venas se llaman octavas de tierra, y ningún hombre puede ser feliz o estar sano si no vive en las<br />
octavas de tierra que le corresponden. Lentamente puedes alcanzar las revelaciones, Yuli.<br />
Quizás, si eres bueno, podrás convertirte tú mismo en sacerdote y servir mejor a Akha.<br />
Yuli mantuvo la boca cerrada. No podía decirle al sacerdote que no necesitaba la atención<br />
particular de Akha: todo aquel nuevo modo de vida era para él una verdadera revelación.<br />
Los días se sucedían pacíficamente. A Yuli le impresionaba la invariable paciencia de<br />
Sataal, y empezó a sentir menos disgusto por las lecciones. Incluso cuando no estaba con el<br />
sacerdote pensaba en sus enseñanzas. Todo era nuevo y curiosamente excitante. Sataal le había