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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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El progreso no era continuo. Un gran grupo se detuvo en un barranco, a cierta distancia. Los<br />

ojos penetrantes de Laintal Ay vieron signos de lamentaciones; las figuras se inclinaban<br />

alternativamente hacia adelante o hacia atrás mostrando dolor. Otros se acercaban; algunos<br />

corrían de grupo en grupo. La plaga viajaba entre ellos.<br />

Laintal Ay examinó el paisaje más distante buscando aquello de que huían. Creyó ver un<br />

pico cubierto de nieve entre dos sierras. La calidad de la luz cambiaba allí de continuo, como si<br />

unos seres de sombra jugaran en las cumbres. Unos temores supersticiosos le turbaron la mente,<br />

y sólo se tranquilizó cuando alcanzó a ver que no miraba una montaña sino algo más próximo y<br />

mucho menos estable: una bandada de aves vaqueras que convergían para atravesar un paso.<br />

En ese momento, se decidió. Apartándose de los protognósticos, que continuaban<br />

discutiendo en la costa, regresó a los edificios de la guardia.<br />

Era evidente para él que esos refugiados, muchos de ellos infectados ya por la plaga, iban<br />

hacia Oldorando. Tenía que regresar lo antes posible para poner sobre aviso a Dathka y a los<br />

lugartenientes; de otro modo, Oldorando se hundiría bajo una marea de humanidad e<br />

inhumanidad enfermas. Sintió ansiedad por Oyre. Pensaba demasiado poco en ella desde los<br />

días de la esnoctruicsa.<br />

Los soles le calentaban la espalda. Se sentía solo, pero no había remedio para eso por el<br />

momento.<br />

Hizo sonar sus talones en la guardia; esperaba oír la música de la iglesia, pero sólo silencio<br />

venía de esa dirección. No sabiendo exactamente en qué punto del vasto perímetro vivían<br />

Skitocherill y su mujer, sólo podía esperar a que ambos aparecieran. La espera agravaba sus<br />

presentimientos.<br />

Tres exploradores entraron a pie en el poblado, trayendo un par de cautivos; uno de ellos<br />

cayó al suelo y quedó postrado junto a la guardia. Los exploradores estaban enfermos y<br />

exhaustos. Tambaleándose, entraron en el edificio sin mirar a Laintal Ay. Éste observó<br />

indiferente al otro prisionero; ya no le importaban los prisioneros. Pero enseguida volvió a<br />

mirar.<br />

El prisionero estaba de pie y con los pies separados, en actitud desafiante, aunque tenía la<br />

cabeza caída, como fatigado. Era de elevada estatura. La delgadez parecía indicar que había<br />

sobrevivido a la fiebre de los huesos. Vestía unas pieles negras que le colgaban flojamente.<br />

Laintal Ay metió la cabeza en el interior del edificio de guardia, donde los exploradores<br />

recién llegados, acodados en una mesa, bebían cerveza de raíces.<br />

—Llevo al prisionero a trabajar; lo necesitamos inmediatamente.<br />

Se alejó antes de que pudieran responder.<br />

Con una breve orden, Laintal Ay indicó al hombre la Iglesia de la Paz Formidable. Había<br />

sacerdotes dentro, en el altar central, pero Laintal Ay condujo al cautivo a un banco adosado a la<br />

pared, en un lugar poco iluminado. El hombre se dejó caer, agradecido, desplomándose como un<br />

saco de piedras.<br />

Era Aoz Roon. Tenía la cara macilenta y arrugada, y la carne del cuello le colgaba en<br />

pliegues fláccidos; la barba se le había vuelto casi toda gris, pero era evidente que esas cejas<br />

unidas y esa boca firme correspondían al señor de Embruddock. Aoz Roon, al principio, no<br />

reconoció a Laintal Ay en ese hombre delgado, vestido a la manera de Sibornal. Al fin sofocó<br />

un sollozo y lo estrechó con fuerza, temblando.<br />

Después de un rato pudo explicar qué le había ocurrido, y cómo había quedado desamparado<br />

en una isla diminuta en medio de la inundación. Cuando se recobró de la fiebre, advirtió que el<br />

phagor que había llegado con él a la isla estaba a punto de morir de hambre. El phagor no era un<br />

guerrero sino un humilde recolector de hongos, llamado Yhamm-Whrrmar, a quien aterrorizaba<br />

el agua y que, por consiguiente, no podía o no quería comer pescado. A causa de la anorexia que<br />

atacaba a quienes se recuperaban de la fiebre, Aoz Roon casi no necesitaba alimento. Ambos<br />

habían hablado a través de la corriente, y por último Aoz Roon había cruzado a la isla mayor y<br />

había acompañado amistosamente a su antiguo enemigo.<br />

De vez en cuando veían en la costa seres humanos o phagors, y les gritaban; pero nadie<br />

cruzaba la rápida corriente para ayudarlos. Intentaron construir juntos una barca, en lo que<br />

consumieron varias semanas fatigosas.<br />

Los primeros intentos fueron fallidos. Entretejiendo ramas, y cubriéndolas con barro seco,

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