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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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uinosa torre, que le hubiera permitido orientarse. Sin embargo, se puso en marcha, con Batalix<br />

a la espalda, entre los troncos rayados. Sentía el cuerpo y los miembros agradablemente ligeros.<br />

Pasaron los días. Se escondió de los grupos de phagors y de otros enemigos. No sentía<br />

hambre. La enfermedad lo había dejado sin apetito y con la mente despejada. Se encontró<br />

recordando cosas que le habían dicho Vry, Shay Tal, su madre y su abuela; cosas referentes a un<br />

mundo entre otros muchos mundos, un lugar en el que la vida era una extraordinaria felicidad,<br />

donde el aliento rebosaba en los pulmones como una marea y lo inesperado ocurría a cada<br />

momento... Cuánto debía a las mujeres... Y a la esnoctruicsa... Sabía, hasta los huesos, que era<br />

afortunado. Había una inagotable cantidad de mundos que se imbricaban unos en otros.<br />

Y así, con paso ligero, llegó al vado del río ante el poblado de Sibornal que llamaban Nueva<br />

Ashkitosh.<br />

Nueva Ashkitosh estaba en un estado de excitación constante. A los pobladores les gustaba<br />

así.<br />

El poblado cubría una amplia zona. Era circular, en la medida en que el terreno lo permitía.<br />

En la periferia estaban las cabañas, las cercas, y las espaciadas torres de guardia, y en el interior<br />

las tierras de labranza, divididas por senderos que irradiaban desde el centro como los rayos de<br />

una rueda. En el centro había un conjunto de edificios y depósitos, y también unas pocilgas<br />

donde habitaban los cautivos. Ese conjunto rodeaba el núcleo del poblado: una iglesia circular<br />

cuyo nombre era Iglesia de la Paz Formidable.<br />

Los hombres y mujeres iban y venían atareados. La holgazanería no estaba permitida. Había<br />

enemigos adentro y afuera: Sibornal siempre había tenido enemigos.<br />

El enemigo exterior era todo aquello que no proviniera de Sibornal. Los habitantes no eran<br />

agresivos, pero la religión les enseñaba a ser cautelosos. Y en particular con los nativos de<br />

Pannoval y con los phagors.<br />

Los exploradores, montados en yelks, vigilaban las afueras. Hora por hora informaban acerca<br />

del avance de grupos dispersos de phagors, seguidos por un verdadero ejército que descendía de<br />

las montañas.<br />

Las noticias habían traído una cierta alarma. Todo el mundo estaba alerta. Aunque los<br />

colonos de Sibornal eran hostiles a los invasores de dos filos y viceversa, había entre ellos una<br />

insegura alianza que reducía el conflicto a un mínimo. AI contrario de los habitantes de<br />

Embruddock, los de Sibornal nunca combatían voluntariamente contra los phagors.<br />

En cambio, comerciaban con ellos. Los colonos sabían bien que eran vulnerables y que no<br />

podían retirarse a Sibornal; por rebeldes y por heréticos, no serían precisamente bienvenidos.<br />

Comerciaban en vidas humanas y semihumanas.<br />

Los colonos estaban al borde del hambre, incluso en los buenos tiempos. La colonia era<br />

vegetariana y los hombres eran todos buenos campesinos: Las cosechas abundantes se sucedían.<br />

Pero en la mayor parte servían para alimentar a las cabalgaduras. Era preciso mantener una<br />

enorme cantidad de yelks, mielas, caballos y kaidaws (estos últimos regalo de los phagors) para<br />

que la comunidad pudiera sobrevivir.<br />

Así era posible que los exploradores patrullaran constantemente los alrededores,<br />

manteniendo informados a los colonos y capturando a todo aquel que penetrara en la región. Las<br />

pocilgas estaban bien abastecidas de una pasajera población de prisioneros.<br />

Los prisioneros eran entregados, como tributo, a los phagors. A cambio de esto, los phagors<br />

dejaban en paz a los colonos. ¿Por qué no? Con astucia, el sacerdote guerrero Festibariyatid<br />

había fundado el asentamiento en una falsa octava; ningún phagor podía tener motivo para<br />

atacarlo.<br />

Aparte de esto, había también enemigos internos. Dos protognósticos que dijeron llamarse<br />

Caathkarnit-él y Caathkarnit-ella cayeron enfermos a poco de llegar y murieron pronto. El<br />

encargado llamó a un médico-sacerdote, que diagnosticó fiebre de los huesos. A partir de ese<br />

momento la enfermedad se extendió de semana en semana. Esa mañana en el dormitorio había<br />

aparecido un explorador con los miembros rígidos; sudaba profusamente y movía<br />

continuamente los ojos.<br />

El desastre ocurrió en un momento especialmente inoportuno: cuando los colonos intentaban<br />

reunir un gran grupo de cautivos para entregarlos como prendas propiciatorias a la cruzada<br />

phagor que se aproximaba. Conocían ya el nombre del sacerdote guerrero de dos filos, que no

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