08.05.2013 Views

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

puntiagudos se elevaban al cielo, de donde provenían las ondas del Canal de Educcimiento.<br />

A veces, esos auditorios permanecían casi desiertos durante años. Luego, en respuesta a<br />

algún nuevo suceso en el planeta distante, el público volvía a aumentar. Venía en<br />

peregrinaciones. Heliconia era la última gran forma artística de la Tierra. Nadie en la Tierra,<br />

desde los gobernantes hasta los barrenderos, desconocía ciertos aspectos de la vida<br />

<strong>heliconia</strong>na. Los nombres de Aoz Roon, Shay Tal, Vry y Laintal Ay estaban en todos los labios.<br />

Desde la muerte de los dioses terrestres, otras figuras ocupaban los altares.<br />

Para el público, Aoz Roon era un contemporáneo situado simplemente en otra esfera, como<br />

una idea platónica que arrojara su sombra sobre la vasta caverna del auditorio. La capacidad<br />

de los auditorios era insuficiente otra vez. La gente entraba calzada con sandalias. El rumor de<br />

la plaga, del eclipse, se difundía en la Tierra como en Oldorando, y atraía a millares de<br />

personas a quienes el asombro y la preocupación por Heliconia habían transformado.<br />

Pocos de esos peregrinos reflexionaban en la paradoja creada por la distancia entre<br />

Heliconia y la Tierra. Las ocho cultas familias del Avernus vivían al mismo tiempo que los<br />

<strong>heliconia</strong>nos, y eran contemporáneos en todos los sentidos, aunque el virus hélico alejaba a los<br />

terrestres indefinidamente de ese mundo similar a la Tierra que ahora estudiaban.<br />

¡Pero cuánto más alejadas estaban esas ocho familias del mundo distante que era para ellas<br />

el planeta natal! Transmitían señales a una Tierra donde no se había construido aún uno solo<br />

de esos auditorios; donde ni siquiera habían nacido aún los arquitectos de esos auditorios. Las<br />

señales necesitaban mil años para atravesar el espacio entre los dos sistemas. En ese milenio,<br />

no sólo Heliconia había cambiado.<br />

Y los que ahora contemplaban, en silencio, en las holo-pantallas del auditorio, la enorme<br />

figura de Aoz Roon, veían cómo bebía agua y cómo le caía de los labios y se mezclaba con la<br />

corriente del río, como era mil años antes, a mil años luz de distancia.<br />

La luz aprisionada que veían era una construcción física, un milagro tecnológico. Y sólo un<br />

metafísica omnisciente hubiera podido decidir quién estaba más vivo en el momento en que las<br />

gotas de agua retomaban al río, si Aoz Roon o el público. Sin embargo no se requería mucha<br />

sutileza para deducir que a pesar de las ambigüedades impuestas por los límites de la visión, el<br />

macrocosmos y el microcosmos eran interdependientes, y estaban unidos por fenómenos como<br />

el virus hélico, cuyos efectos eran en última instancia universales, por ser el ojo de la aguja a<br />

cuyo través el macrocosmos y el microcosmos lograban verdadera unidad, aunque sólo se los<br />

percibiese como fenómenos de conciencia. El conocimiento a escala divina podría resolver las<br />

diferencias entre los infinitos órdenes del ser; pero era el conocimiento humano el que unía<br />

estrechamente el pasado y el presente.<br />

La imaginación funcionaba; el virus era una mera función.<br />

Los dos yelks trotaban a paso vivo, con los cuellos tendidos hacia delante, casi horizontales.<br />

Tenían los ollares dilatados porque venían trotando desde hacía rato. El sudor les brillaba en las<br />

paletas.<br />

Los dos jinetes llevaban botas altas, de borde vuelto, y largos mantos de paño gris. Tenían<br />

caras inteligentes y cenicientas, con barbas pequeñas. Nadie habría dudado de que eran gente de<br />

Sibornal.<br />

El pedregoso sendero que recorrían estaba sombreado por la ladera de una montaña. El plodplod-plod<br />

regular de los cascos de los yelks resonaba en una tierra silenciosa de árboles y ríos.<br />

Los hombres eran exploradores de las fuerzas de Festibariyatid, el monje guerrero.<br />

Disfrutaban de la cabalgata; respiraban el aire fresco, casi sin cambiar palabras, atentos a<br />

posibles enemigos.<br />

Detrás de ellos venía un grupo de sibornaleses a pie, conduciendo a un grupo de<br />

protognósticos cautivos.<br />

El sendero serpenteaba descendiendo hacia un río, cuya margen opuesta era un elevado<br />

promontorio rocoso. Se alzaba en estratos rotos, como terrazas inclinadas, y el frente casi<br />

vertical estaba cubierto de árboles de tronco grueso. Allí estaba el establecimiento gobernado<br />

por Festibariyatid.<br />

Los exploradores vadearon el río. Los yelks se abrieron paso cuidadosamente entre los<br />

estratos; venían de las llanuras del norte y no se sentían a gusto en terreno montañoso. Ellos, y

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!