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XIV<br />
POR EL OJO DE LA AGUJA<br />
La humanidad temía la mordedura del phagor, pero más temible era la mordedura de la<br />
garrapata del phagor.<br />
La mordedura de la garrapata no irritaba al phagor y apenas al hombre. El aparato bucal de la<br />
garrapata se había adaptado a lo largo de milenios y era capaz de atravesar la piel con un daño<br />
mínimo. Luego aspiraba sin dolor los líquidos que necesitaba para desarrollar su propio y<br />
completo ciclo reproductivo.<br />
La garrapata tiene unos complicados órganos genitales y carece de cabeza. El aparato bucal<br />
se divide en dos partes. Un par de pinzas modificadas penetran en la carne e inyectan anestesia<br />
local y un anticoagulante, y un par de órganos sensorios con una lámina cubierta de dientes<br />
inclinados hacia adentro, clavan cómodamente la garrapata al huésped.<br />
La garrapata se adentra en la piel, se resiste a que la desplacen, y sólo cae cuando se ha<br />
nutrido, salvo que un ave vaquera la descubra con el inquisitivo pico y la devore como un<br />
exquisito bocado.<br />
Las células de la garrapata son como multitudinarios Embruddocks para el virus hélico. El<br />
virus se aloja allí, inerte, aguardando cierto armónico que lo llame a la orquesta de la vida, pero<br />
si el huésped es una hembra phagor en celo, la garrapata despierta pronto a la actividad. Sólo<br />
dos veces, en el ciclo del Gran Año <strong>heliconia</strong>no, desencadena ese armónico la fase activa del<br />
virus. Los acontecimientos que sobrevienen luego deciden eventualmente el destino de naciones<br />
enteras. Un filósofo podría haber afirmado que Wutra es un virus hélico.<br />
Obediente a esa señal externa, el virus emerge de las células de la garrapata, pasa del aparato<br />
bucal al cuerpo del huésped humano e invade el torrente sanguíneo. Como siguiendo sus propias<br />
octavas de aire, la fuerza invasora recorre el cuerpo hasta que llega al hipotálamo, inflamando el<br />
cerebro y con mucha frecuencia causando la muerte.<br />
Una vez en el hipotálamo, esa antigua sede de la conciencia, la ira y la lujuria, el virus se<br />
multiplica con una furia reproductora que podría compararse a una tormenta sobre el Nktryhk.<br />
En la invasión de una célula humana un sistema genético se introduce en el territorio de otro;<br />
la célula invadida capitula y se convierte virtualmente en una nueva unidad biológica completa,<br />
con una nueva historia natural, así como una ciudad cambia a veces de manos en una guerra<br />
prolongada, y pertenece primero a un bando y luego a otro.<br />
Invasión y furiosa multiplicación; y luego los signos exteriores de estos acontecimientos: el<br />
maniático endurecimiento de las víctimas, los tendones en tensión como Laintal Ay había visto<br />
en el hospital, y antes muchas veces. En general los testigos no dejaban ningún testimonio por<br />
razones obvias.<br />
Estos hechos habían sido establecidos mediante pacientes observaciones y cuidadosas<br />
deducciones. Las cultas familias del Avernus estaban preparadas para ese trabajo y disponían<br />
de un soberbio instrumental. De este modo se superaba en cierta medida la prohibición de<br />
visitar la superficie del planeta.<br />
Pero el confinamiento en el Avernus tenía otros inconvenientes, aparte de los psicológicos.<br />
La verificación directa no era posible. Las epidemias recientes de la llamada fiebre de los<br />
huesos eran ahora un problema confuso, a causa de las últimas observaciones. Porque la<br />
familia Pin había señalado que era precisamente en el momento de los veinte eclipses y de la<br />
aparición del virus cuando se producía —al menos en Oldorando— un gran cambio en la dieta<br />
humana. El ratel no estaba ya de moda. La cosecha de brassimipos, rica en vitaminas, y que