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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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trae la enfermedad. En condiciones favorables, puede extenderse como un incendio. Y media<br />

población moriría. No conocemos ninguna cura. Yo creo que son esos inmundos phagors<br />

quienes la transmiten. Quizá sea el olor de esas pelambres que tienen. Esta noche habrá dos<br />

horas de oscuridad: en ese tiempo, haré que maten y entierren a los dos phagors. Quería<br />

decírselo a alguien con autoridad. Y sabía que estarías de mi parte.<br />

—¿Crees que podrían propagar más la peste?<br />

—No lo sé. No quiero correr ningún riesgo. Puede ser otra la causa. Pueden ser los eclipses.<br />

O Wutra.<br />

Ma Escantion se mordió el labio inferior. Laintal Ay leyó preocupación en la cara familiar.<br />

—Sepúltalos hondo, para que los perros no los desentierren. Me ocuparé de esa torre.<br />

¿Esperas más casos pronto? —concluyó, vacilando.<br />

Sin cambiar de expresión, ella respondió: —Por supuesto.<br />

Cuando él se fue, el clow tocaba aún la quejumbrosa melodía, lejos, en las profundidades del<br />

edificio.<br />

Laintal Ay no pensó ni siquiera en decírselo a Ma Escantion, pero tenía otros planes para las<br />

dos horas de oscuridad.<br />

Las palabras de Dathka esa mañana, mientras Oyre se recobraba del pauk, después de<br />

comunicarse con los ancestros, lo habían perturbado. El y Oyre juntos eran postulantes<br />

invencibles al gobierno de Oldorando; no se le ocultaba la fuerza del argumento. En general,<br />

quería lo que era legítimamente suyo, como cualquier otra persona. Y por cierto quería a Oyre.<br />

Pero, ¿quería realmente gobernar Oldorando?<br />

Le parecía que las palabras de Dathka habían cambiado sutilmente la situación. Quizás,<br />

ahora, sólo podía conquistar a Oyre tomando el poder.<br />

Estos pensamientos le ocupaban la mente mientras procuraba resolver los problemas de Ma<br />

Escantion, los problemas de todos. La fiebre de los huesos se consideraba sólo una leyenda;<br />

pero el hecho de que nadie hubiese comprendido que era una enfermedad real, hacía aún más<br />

negra esa leyenda. La gente moría. La plaga era como la cumbre maníaca de un proceso natural.<br />

Trabajó, por lo tanto, sin quejarse, con la ayuda de Goija Hin. Laintal Ay y el encargado de<br />

los esclavos buscaron a los dos phagors que habían venido con las víctimas de la fiebre y los<br />

enviaron a las celdas de aislamiento. Hicieron que los phagors enrollaran a sus amos enfermos<br />

en esteras y los sacaran del hospital. Esas esteras de aspecto inocente no causarían pánico.<br />

El pequeño grupo se encaminó con su carga hacia la torre en ruinas que Laintal Ay conocía.<br />

Iba también con ellos Myk, el viejo esclavo phagor, para ayudar si era necesario en el transporte<br />

de los hombres enfermos. Con esto se pretendía apresurar los trámites, pero Myk había<br />

envejecido tanto que el avance era lento.<br />

Goija Hin, también encorvado por la edad, con el pelo tan largo y endurecido sobre los<br />

hombros que parecía uno de sus miserables cautivos, azotaba a Myk. Ni el látigo ni las<br />

maldiciones hacían que el viejo esclavo anduviera más de prisa. Avanzaba, engrillado, sin<br />

protestar, aunque tenía las piernas en carne viva a causa de los azotes.<br />

Mi problema consiste en que no quiero blandir el látigo ni sufrirlo, se dijo Laintal Ay. Otra<br />

capa de pensamientos le asomó en la mente, como una niebla en una mañana serena. Pensó que<br />

le faltaban ciertas cualidades. Deseaba pocas cosas. Estaba contento con el paso de los días.<br />

Demasiado contento, supongo. Me ha bastado con saber que Oyre me ama, y con estar en sus<br />

brazos. Me ha bastado que Aoz Roon fuera casi un padre para mí. Y que el clima cambiara. Y<br />

que Wutra ordenara a los centinelas que se mantuvieran en sus puestos.<br />

Ahora Wutra ha permitido que los centinelas se descarríen. Aoz Roon se ha ido. ¿Y qué era<br />

esa cosa hiriente que había dicho Oyre más temprano, que era maduro, implicando que yo no lo<br />

soy? Oh, ese silencioso amigo mío... ¿Es eso la madurez, ser una masa de astutas<br />

maquinaciones? ¿No es el contentamiento madurez suficiente?<br />

Había en él mucho del abuelo Pequeño Yuli, muy poco de Yuli el Sacerdote. Y por primera<br />

vez en mucho tiempo, recordó la tierna fascinación de su abuelo por Loil Bry y la felicidad con<br />

que habían vivido en la habitación con ventana de porcelana. Eran otros tiempos. Todo había<br />

sido más simple entonces. Habían vivido contentos, con tan poco.<br />

No estaba contento de morir ahora. No quería que lo asesinaran los lugartenientes, si<br />

pensaban que estaba implicado en el plan de Dathka. Y tampoco morir a causa de la fiebre de

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