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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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Dathka andaba de un lado a otro. Dijo con impaciencia: —Oye, Vry, te prohíbo que digas<br />

esas locuras en público. La gente te matará. A esto te ha llevado la academia. No escucharé una<br />

palabra más. Le echó una mirada oscura y amarga, y sin embargo, curiosamente implorante.<br />

Ella estaba atónita. Dathka salió de la habitación. Fue silencio lo que dejó atrás.<br />

Apenas pasaron dos minutos cuando hubo una conmoción en la calle. Laintal Ay corrió a ver<br />

qué ocurría. Temía alguna imprudencia de Dathka, pero había desaparecido. Un hombre había<br />

caído de su cabalgadura y pedía ayuda; por las ropas que llevaba parecía un forastero. Se había<br />

reunido un grupo alrededor —había varias caras que Laintal Ay conocía— pero nadie lo<br />

ayudaba.<br />

—Es la plaga —le explicó un hombre a Laintal Ay—. Cualquiera que lo ayude estará<br />

enfermo a la caída de Freyr.<br />

Acudieron dos esclavos, y el enfermo fue arrastrado hacia el hospital.<br />

Esa fue la primera aparición pública de la fiebre de los huesos en Oldorando.<br />

Cuando Laintal Ay retornó a la habitación de Oyre, ella se había quitado la ropa y se lavaba<br />

en un barreño detrás de un cortina, mientras hablaba con Vry y con Dol.<br />

La cara con hoyuelos de Dol tenía por una vez cierta expresión. Separó del pecho a Rastil<br />

Roon y puso al niño en manos de Rol Sakil.<br />

—Tienes que actuar, amigo mío —dijo—. Reúne a la gente y habíales. Explícales todo. No<br />

te preocupes por Dathka.<br />

—Así es, Laintal Ay —dijo Oyre—. Recuerda a todos cómo Aoz Roon construyó<br />

Oldorando, diles que has sido su fiel lugarteniente. No sigas el plan de Dathka. Asegura a todos<br />

que Aoz Roon no ha muerto, y que pronto regresará.<br />

—Sí —agregó Dol—. Recuérdales cómo le temían, y cómo hizo el puente. A ti te<br />

escucharán.<br />

—Entre las dos tenéis todo resuelto —respondió Laintal Ay—, pero os equivocáis. Aoz<br />

Roon ha estado afuera demasiado tiempo. La mitad de la gente apenas lo conoce. Son<br />

extranjeros, mercaderes, gente de paso. Ve al Pauk y pregunta al primero que encuentres quién<br />

es Aoz Roon. No te lo podrá decir. Es por eso que se plantea la cuestión del poder.—Laintal Ay<br />

estaba erguido y firme ante ellas.<br />

Dol sacudió el puño.<br />

—¡Cómo te atreves! Dices mentiras. Sí... Cuando vuelva, gobernará como antes. Yo me<br />

ocuparé de que eche a Faralin Ferd y a Tanth Ein. Sin olvidar a ese reptil, Raynil Layan.<br />

—Puede que sí, puede que no, Dol. Pero no está aquí. ¿Y Shay Tal? Se fue el mismo día ¿Y<br />

quién habla de ella ahora? Quizá tú aún la echas de menos, Vry; otros no.<br />

Vry movió la cabeza, y dijo serenamente: —Si quieres saber la verdad, no echo de menos a<br />

Shay Tal ni a Aoz Roon. Creo que hicieron difíciles nuestras vidas. Ella hizo difícil la mía... Oh,<br />

fue por mi culpa, lo sé, y le debo mucho, tan luego yo, hija de una esclava. Pero como una<br />

esclava seguí a Shay Tal.<br />

—Es verdad —dijo la vieja Rol Sakil, meciendo al niño—. Ella fue un mal ejemplo para ti,<br />

Vry. Nuestra Shay Tal era demasiado... demasiado virginal. Tú sigues el mismo camino. Has de<br />

tener quince años ahora; te acercas a la madurez y aún no te has acostado con nadie. Hazlo antes<br />

de que sea tarde.<br />

—Madre tiene razón, Vry —dijo Dol—. Ya has visto cómo Dathka se marchó furioso<br />

después de discutir contigo. Está enamorado de ti, ésa es la razón. Sé un poco más sumisa, ¿o no<br />

es ésa la actitud que ha de tener una mujer? Si le abres tus brazos, te dará lo que quieras... Sin<br />

duda es un hombre bastante apasionado.<br />

—Te aconsejo que le abras las piernas mejor que los brazos —agregó Rol Sakil, cacareando<br />

de risa—. Hay muchas mujeres bonitas de paso por Oldorando en estos tiempos, no como<br />

cuando éramos jóvenes, que la carne escaseaba... ¡Las cosas que se consiguen ahora en el bazar!<br />

No me extraña que quieran monedas... Yo sé en qué ranura las van a meter...<br />

—Ya basta —dijo Vry, con las mejillas encendidas—. Viviré mi propia vida, sin tus crudos<br />

consejos. Respeto a Dathka, pero no lo quiero. Hablemos de otra cosa.<br />

Laintal Ay tomó el brazo de Vry, consolándola, mientras Oyre emergía de la cortina con el<br />

pelo recogido. No usaba las pieles de miela, que los jóvenes de Oldorando consideraban ahora<br />

algo anticuadas. Vestía, en cambio, una túnica de lana verde que llegaba casi hasta el suelo.

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