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hoyo y acompañado por dos ancianas que traían un objeto grande, dijo en voz pomposa: —<br />
Somos fieles del gran Akha de Naba y marchamos hacia el sur, difundiendo su palabra.<br />
Planeamos erigir aquí una capilla, y exigimos que tu indigna persona se marche ahora mismo.<br />
—Soy el señor de esta tierra, y de cada palmo de tierra. ¿Y por qué caváis si queréis<br />
construir una capilla? ¿O no podéis distinguir entre la tierra y el aire?<br />
Uno de los jóvenes excavadores explicó: —Akha es el dios de la tierra y de lo subterráneo:<br />
vivimos en las venas de Akha. Difundiremos la buena nueva por el mundo. ¿No somos, acaso,<br />
los Apropiadores de Pannoval?<br />
—Pues no os apropiaréis de este hoyo sin mi permiso —rugió Laintal Ay—. ¡Todos afuera!<br />
El hombre corpulento y pomposo empezó a dar gritos, pero sacó la espada. El objeto que<br />
llevaban las dos ancianas estaba cubierto con un paño. Dathka pinchó el paño con la punta de la<br />
espada, y lo apartó descubriendo una figura de piedra negra, torpemente agazapada, humana a<br />
medias, con unos ojos de rana ciegos y fijos.<br />
—¡Que belleza! —exclamó Dathka riendo—. Mejor cubrir una cara tan horrenda.<br />
Los peregrinos se enfurecieron. Akha había sido insultado: la luz del sol no tenía que tocarlo<br />
jamás. Varios hombres se lanzaron contra . Laintal Ay saltó del hoyo gritando, blandiendo la<br />
espada contra los peregrinos. La disputa atrajo a un guardia y a dos de los hombres armados con<br />
palos, y poco después los peregrinos estaban bastante maltrechos como para prometer<br />
comportarse mejor en el futuro.<br />
Laintal Ay y Dathka continuaron hasta las nuevas habitaciones de Oyre en la torre de Vry,<br />
que se estaba reconstruyendo. Oyre se había trasladado porque la plaza, junto a la gran torre, era<br />
demasiado ruidosa a causa de las tiendas de bebidas. Y con Oyre habían ido Dol y su hijo, Rastil<br />
Roon Den, así como la anciana madre de Dol, Rol Sakil. A medida que la ausencia de Aoz<br />
Roon se prolongaba, Dol se había sentido cada día menos tranquila en una casa que albergaba<br />
también a los dos desenfrenados lugartenientes, Faralin Ferd y Tanth Ein.<br />
A la entrada de la torre, que aún se llamaba Torre de Shay Tal, y por orden de Laintal Ay,<br />
estaban de guardia cuatro jóvenes robustos que habían sido esclavos en Borlien. Saludaron<br />
mientras Dathka y él entraban.<br />
—¿Cómo está Oyre? —preguntó Laintal Ay, empezando a subir.<br />
—Se está recuperando.<br />
Encontró a Oyre en cama, rodeada por Vry, Dol y Rol Sakil. Se acercó y ella le tendió tos<br />
brazos.<br />
—Oh, Laintal Ay, ha sido tan horrible, he tenido tanto miedo. —Él miró la cara y vio la<br />
fatiga en las leves arrugas debajo de los ojos. Todos los que descendían al mundo de los<br />
ancestros envejecían con la experiencia.— Creí que no volvería a verte, querido —dijo—. El<br />
mundo inferior es peor en cada nueva visita.<br />
La edad había doblado en dos a Rol Sakil. El largo pelo blanco le cubría la cara, de modo<br />
que sólo se veía la nariz. Junto a la cama, tenía al nieto. Rol Sakil dijo: —Únicamente los viejos<br />
no retornan, Oyre.<br />
Oyre se incorporó y estrechó más a Laintal Ay. El sintió cómo ella temblaba.<br />
—Era dos veces más horrible esta vez: un universo sin soles. El mundo inferior es lo opuesto<br />
del nuestro; la roca original es como un sol debajo de todo, negro, que diera luz negra. Los<br />
fessupos cuelgan como estrellas, no en el aire, sino en las rocas. Todos son lentamente<br />
absorbidos por el agujero negro de la roca original... Son malignos, odian a los vivos.<br />
—Es verdad —dijo Dol, acariciando a su anciana madre—. Nos odian y nos devorarían si<br />
pudieran.<br />
—Intentan mordernos cuando pasamos al lado.<br />
—Tienen los ojos llenos de deseos malignos.<br />
—Las bocas también...<br />
—¿Y tu padre? —urgió Laintal Ay, llevando la charla al motivo de que ella hubiera entrado<br />
en pauk.<br />
—Encontré a mi madre en el mundo inferior.— Oyre no pudo decir más por un momento.<br />
Aunque estaba aferrada a Laintal Ay, el mundo al que pertenecía le parecía menos real que el<br />
que había abandonado. La madre no había tenido una palabra amable para ella, sólo<br />
recriminaciones, y un odio de una intensidad que los vivos rara vez se atrevían a mostrar.