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madera podrida, y de ponerlas en un sitio abrigado entre piedras, empezó a trabajar como un<br />
buen cazador, haciendo girar un palito entre las manos. La hierba seca ardió. Sucedió el<br />
milagro, y brotó una llama. Las duras líneas del rostro de Aoz Roon se distendieron levemente<br />
mientras contemplaba el fulgor que crecía entre sus manos. El phagor lo miraba desde lejos,<br />
inmóvil.<br />
—Te calientaz, Hijo de Freyr —dijo.<br />
Aoz Roon alzó la vista y vio sólo el contorno de su adversario, recortado contra el oro del<br />
cielo occidental.<br />
—Me caliento, y además asaré y me comeré tu ave vaquera, peludo.<br />
—Dame una parte de mi ave vaquera.<br />
—Las aguas bajarán dentro de uno o dos días. Entonces los dos podremos irnos a casa. Por<br />
ahora, quédate donde estás.<br />
La voz del phagor era ronca. Dijo algo que Aoz Roon no logró comprender. En cuclillas<br />
junto al fuego, miró a través del agua oscura. La silueta del phagor se fundía ahora con los<br />
árboles y colinas, negros contra el ocaso. Aoz Roon se rascó por debajo de las pieles,<br />
moviéndose de un lado a otro.<br />
—Hijo de Freyr, estáz enfermo y moriráz durante la noche. —El phagor tenía dificultades<br />
para pronunciar las sibilantes, que emitía como pesadas zetas.<br />
—¿Enfermo? Zi, estoy enfermo, pero todavía soy el señor de Embruddock, basura.<br />
Aoz Roon llamó a Cuajo, pero no hubo respuesta. La noche era demasiado oscura y no se<br />
podía ver si el grupo de phagors continuaba vigilando junto al agua. El mundo entero se hundía<br />
en la noche, convirtiéndose en unos pocos reflejos sombríos.<br />
Temeroso, sintiéndose débil, creyó ver que el phagor se agachaba, como si intentara saltar al<br />
torrente.<br />
—Te quedas en tu mundo —dijo—. Y yo en el mío.<br />
El mero hecho de articular las palabras lo fatigó. Sostuvo las manos ante los ojos, jadeando<br />
como hacía Cuajo al cabo de un día de caza. El phagor no respondió durante largo rato, como si<br />
tratara de asimilar la observación del hombre y finalmente decidiera descartarla. Lo hizo sin un<br />
gesto, diciendo: —Vivimoz y morimoz en el mizmo, el mizmo mundo. Por ezo debemoz pelear.<br />
Las palabras llegaron a Aoz Roon por encima del agua. No pudo entenderlas. Sólo recordó<br />
que había gritado a Shay Tal que sólo sobrevivían gracias a la unión. Ahora estaba confuso. Era<br />
típico de ella no estar cerca cuando él la necesitaba.<br />
Volviéndose hacia el fuego, cayó de rodillas, amontonó nuevas ramas, e inició la sangrienta<br />
tarea de cortar el ave. Le retorció una pata, la arrancó con los nervios colgando, y la atravesó<br />
con una rama fina. Se disponía a ponerla sobre el fuego cuando advirtió que la agonía de la<br />
erupción de la piel se le repetía en los huesos; el esqueleto le ardía en llamas. Sintió que<br />
desfallecía. La idea de comer le repugnaba ahora.<br />
Se puso de pie, tambaleándose, pisó el fuego, avanzó hacia el agua, gritando en círculos,<br />
sosteniendo en alto el ensangrentado muslo de ave. El ruido del agua era violento. Le pareció<br />
que el río se detenía, que la isla era una barca bogando velozmente sobre la superficie de un<br />
lago; él no podía dominarla, y el lago desapareció para siempre en una gran caverna oscura.<br />
La boca de la caverna se cerró y lo devoró.<br />
—Tienez la fiebre de los huezoz —dijo el phagor. Se llamaba Yhamm-Whrrmar. No era un<br />
guerrero. El y sus compañeros habitaban en el bosque y se alimentaban de hongos. Los kaidaws<br />
que llevaban eran robados. Cuando aparecieron los dos Hijos de Freyr, se limitaron a hacer lo<br />
que se esperaba de ellos, con el resultado de que ahora Yhamm-Whrrmar estaba en dificultades.<br />
Los comedores de hongos habían sido empujados hacia el oeste por una combinación de<br />
factores. Intentaban ir en la dirección opuesta, siguiendo las octavas de aire favorables, cuando<br />
encontraron a otros phagors del bosque, humildes como ellos, que les hablaron de una gran<br />
cruzada que avanzaba y lo destruía todo. Aunque alarmados, los comedores de hongos<br />
continuaron buscando terrenos más fríos, pero los desvió un largo valle donde las octavas de<br />
aire se confundían. Llegaron las inundaciones. Tuvieron que retroceder. Sentían en el eddre el<br />
agobio de la crueldad y la confusión.<br />
Yhamm-Whrrmar estaba inmóvil junto a la corriente de agua, esperando la muerte de ese<br />
maligno ser seminal, Freyr. Cuando Freyr desaparecía en la oscuridad, él se sentía aliviado. La