08.05.2013 Views

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

XII<br />

SEÑOR DE LA ISLA<br />

Eline Tal era un hombre alto, alegre, fiel, carente de imaginación. Era valiente, buen cazador,<br />

y montaba con gracia en su miela. Hasta tenía a veces asomos de inteligencia, aunque<br />

sospechaba de la academia y no sabía leer. Había conseguido que su mujer y sus hijos no<br />

leyeran casi nunca. Era absolutamente leal a Aoz Roon y no tenía otra ambición que servirle tan<br />

bien como pudiera.<br />

Pero no era capaz de comprender a Aoz Roon. Eline Tal había desmontado de su animal de<br />

brillantes colores y aguardaba pacientemente a cierta distancia del señor de Embruddock. Sólo<br />

podía verle la espalda, porque Aoz Roon miraba hacia adelante, con la barbilla sobre el pecho.<br />

Aoz Roon vestía las viejas píeles negras malolientes, como siempre, pero se había colocado<br />

sobre los hombros un manto de áspera tela amarilla, quizá para honrar, de alguna oscura<br />

manera, a la hechicera que se alejaba. El perro, Cuajo, estaba junto a los cascos de Gris.<br />

Eline Tal esperaba con un dedo en la boca, tocándose ociosamente una muela posterior. No<br />

hacía nada más y tenía la mente en blanco.<br />

Después de algunas otras maldiciones, pronunciadas en voz alta, Aoz Roon se movió con su<br />

miela. Miró una vez por encima del hombro, frunciendo las cejas oscuras, pero no prestó a su<br />

fiel lugarteniente más atención que al perro.<br />

Llevó al miela a todo galope hasta el borde de la elevación y lo contuvo con tal violencia que<br />

el animal se alzó sobre las patas traseras.<br />

—¡Perra bruja! —gritó Aoz Roon, y sólo el eco le contestó.<br />

Encantado con el sonido de su propia amargura, Aoz Roon mugió con regocijo a los ecos,<br />

sin importarle que la yegua lo alejase de Oldorando, o que el perro y el escudero lo siguiesen.<br />

Tiró bruscamente de la brida de Gris, que echó espuma por la boca. Sólo era media mañana.<br />

Sin embargo, una sombra había caído sobre el mundo. Miró entre las ramas espinosas y observó<br />

con el ceño fruncido que el globo sombrío había subido gradualmente hasta alcanzar a Freyr y<br />

darle un mordisco. La oscuridad aumentaba. Cuajo gruñó, atemorizado, y se acercó más a los<br />

cascos del miela.<br />

Un búho nocturno salió de un alerce caído, volando junto al suelo. Tenía plumas moteadas y<br />

las alas de una envergadura mayor que los brazos abiertos de un hombre. Chillando, se metió<br />

entre las patas de Gris y se elevó hacia el cielo pálido.<br />

Gris se irguió sobre las patas traseras y luego se lanzó inconteniblemente a galope tendido.<br />

Aoz Roon intentaba no caerse; el miela intentaba quitárselo de encima.<br />

Alarmado por el fenómeno celestial, Eline Tal lo siguió, luchando por dominar a Veloz.<br />

Corría como el viento del sur, persiguiendo al otro animal.<br />

Cuando Aoz Roon calmó finalmente al asustado miela, el ánimo tenebroso se le había ido.<br />

Rió sin alegría, acariciando a Gris y hablándole con una gentileza que no empleaba con los<br />

hombres. Lenta y firmemente, Batalix penetraba más en el disco de Freyr. La mordedura del<br />

phagor... las viejas leyendas le volvían a la mente; los centinelas no eran compañeros, sino<br />

enemigos condenados a devorarse uno a otro durante toda la eternidad.<br />

Se inclinó hacia adelante y dejó que el animal eligiera el camino. ¿Por qué no? Podía<br />

regresar a Oldorando a gobernar como de costumbre. Pero, ¿sería el mismo lugar ahora que ella<br />

se había ido, esa perra? Dol era una pobre criatura insípida a quien nada importaba lo que él<br />

fuese. En el hogar sólo había peligro y decepción.<br />

Torciendo la cabeza del miela, le obligó a proseguir a través de una maraña de arbustos<br />

espinosos y a aceptar de mala gana el azote de las ramas. La dislocación del mundo era

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!