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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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—¡El gusano de Wutra! ¡El gusano de Wutra! —gritaban los protognósticos mientras los<br />

phagors se ponían en pie. El jefe phagor se acercó y repartió las armas.<br />

El gran tambor del rajabaral tenía diez metros de altura. De pronto la parte superior voló<br />

hecha añicos, como una pieza de cerámica, y apareció el gusano de Wutra, derramando el hedor<br />

característico: una mezcla de excrementos, peces podridos y queso rancio.<br />

La cabeza de la criatura se elevó como la de una serpiente, brillando al sol, sobre la flexible<br />

columna del cuello. Dio media vuelta y el rajabaral se partió, mostrando nuevos anillos<br />

viscosos, y la piel vieja de una muda. La criatura había entrado en el rajabaral por las raíces,<br />

utilizando el árbol como guarida. El calor creciente había favorecido la muda y la metamorfosis.<br />

Ahora necesitaba alimento; una nueva etapa se abría paso entre los imperativos del ciclo vital.<br />

Los phagors ya estaban armados. El jefe, una maciza gillota de pelos negros, dio la orden.<br />

Los dos mejores lanceros arrojaron las armas al gusano de Wutra. La bestia se volvió y las<br />

lanzas pasaron junto a ella. Vio las figuras allá abajo, y movió la cabeza para atacar. Los<br />

phagors comprendieron lo enorme que era el gusano cuando los cuatro ojos los miraron por<br />

encima de los carnosos tentáculos que le rodeaban la boca. Los tentáculos se movían como<br />

dedos mientras el gusano se disponía a atacar. La boca, con dientes inclinados hacia dentro,<br />

parecía curiosamente floja en el medio y los costados.<br />

La cabeza se sacudió como la cola de un asokin. En un momento estaba sobre las copas de<br />

los árboles; en el siguiente, caía sobre la línea de phagors. Los lanceros arrojaron las armas. Las<br />

aves vaqueras se dispersaron.<br />

Esa boca de extraño funcionamiento, sin mandíbulas, parecía infinitamente eficaz. Alcanzó<br />

una gillota y la alzó a medias. La gillota era demasiado pesada para aquel cuello flexible. El<br />

gusano la arrastró por la ciénaga. Ella graznaba e intentaba golpear con un brazo las bolsas<br />

odoríferas del monstruo.<br />

—¡Matadlo! —gritó la gillota que mandaba, lanzándose adelante con el cuchillo en alto.<br />

Pero en las oscuras viscosidades del cerebro del gusano se había llegado a una decisión.<br />

Mordió ferozmente la carne que tenía en la boca, dejando caer una parte. Alzó la cabeza,<br />

alejándola de los phagors, chorreando sangre amarilla. El trozo restante de la gillota golpeó<br />

contra el suelo.<br />

El gusano empezó a cambiar antes de engullir el bocado. Los anillos aplastaban los árboles<br />

jóvenes. Aunque no se arredraban con facilidad, los siete phagors vivientes se arrojaron<br />

espantados al suelo. El gusano se partía en dos.<br />

La ensangrentada cabeza se arrastraba sobre la hierba. Las membranas se desgarraban con<br />

ruidos retardados. Algo como una máscara se separó de la cabeza, que se convirtió<br />

grotescamente en dos cabezas. Mientras estas dos cabezas estuvieron superpuestas, se<br />

parecieron a la antigua; pero cuando la superior se alzó separándose, la semejanza concluyó. De<br />

las nuevas bocas salieron unos tentáculos carnosos, que se estiraron en un círculo de púas<br />

alrededor de una boca cartilaginosa y entreabierta. En la parte superior de esa increíble abertura<br />

había dos ojos dispuestos horizontalmente. Las membranas rotas revelaron una capa viscosa que<br />

se secó con un leve cambio de color. Una cabeza se hizo verde con un matiz grisáceo, la otra<br />

azul moteada.<br />

Las cabezas se elevaron, esquivándose, antagónicas, con un grave zumbido.<br />

Este movimiento determinó que nuevas membranas se desgarraran a lo largo del viejo<br />

cuerpo, y aparecieron dos cuerpos, uno verde, otro azul, muy delgados. Un esfuerzo convulsivo,<br />

como un estertor mortal, sacudió el viejo cuerpo. Los dos nuevos, finos como jabalinas,<br />

asomaron abriendo unas alas como de papel. Las cabezas se elevaron sobre el destrozado<br />

rajabaral, y las alas de papel empezaron a moverse. Ocho aves vaqueras revoloteaban alrededor,<br />

con los picos abiertos, chillando.<br />

Las dos criaturas se hicieron más estables. En el momento siguiente, las colas de largas púas<br />

habían dejado el suelo. Estaban en el aire, y la luz de Freyr les brillaba sobre el cuerpo<br />

escamoso y las nervaduras de las alas. Un monstruo, el verde, era macho; tenía una doble serie<br />

de apéndices tentaculares en la región central; el otro, el azul, era hembra y de escarnas menos<br />

brillantes.<br />

Las alas batían ahora con firmeza, y los monstruos se alzaron por encima de los árboles. La<br />

abertura frontal, la boca, absorbía aire, expelido por otras aberturas de la parte posterior. Las

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