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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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Ella extendió una mano, pero él retrocedió, mostrando los dientes como un perro.<br />

—¡Mentiras, Aoz Roon, mentiras! Al menos un gesto, un beso de despedida, maldito seas,<br />

he sufrido mucho por tu causa. Un gesto es mejor que las palabras.<br />

—Muchos piensan que no. Lo que se ha dicho, permanece.<br />

Las lágrimas brotaron de los ojos de Shay Tal y le resbalaron por las mejillas.<br />

—¡Que los fessupos te devoren!<br />

Torció la cabeza de la yegua y se alejó al galope, hundiéndose entre los árboles para alcanzar<br />

al pequeño séquito.<br />

Aoz Roon se quedó un instante donde estaba, rígidamente sentado en la silla, mirando al<br />

frente, con los nudillos blancos sobre las bridas. Lentamente, hizo girar la cabeza de Gris y<br />

encaminándose hacia los árboles se alejó de Oldorando. No tuvo en cuenta a Eline Tal, que<br />

aguardaba discretamente a cierta distancia.<br />

Gris ganó velocidad mientras descendía, alentado por su amo. En seguida se lanzó a galope<br />

tendido; el suelo volaba por debajo y todos los demás desaparecieron de la vista. Aoz Roon alzó<br />

el puño en el aire.<br />

—¡Buen viaje a la perra bruja! —gritó. Una carcajada salvaje le desgarró la garganta<br />

mientras cabalgaba.<br />

La Estación Observadora Terrestre Avernus veía todo mientras pasaba por encima. Seguía<br />

todos los cambios y transmitía todos los informes a la Tierra. En el Avernus, miembros de ocho<br />

cultivadas familias trabajaban sintetizando los nuevos conocimientos.<br />

No sólo registraban el movimiento de la población humana, sino también el de los phagors,<br />

los blancos y los negros. Cada avance o retroceso se transformaba en impulsos que por último<br />

se abrirían paso a través de los años luz hasta los ordenadores del Instituto de Centrónica<br />

Heliconiana de la Tierra.<br />

Desde las ventanas de la estación, el personal observaba el planeta y el progreso del<br />

eclipse, visible como una necrosis gris que se extendía por el océano y el continente tropical.<br />

En un sector de las pantallas monitoras se vigilaba otro progreso: el de la cruzada del<br />

kzahhn hacia Oldorando. Según su propia y peculiar cuenta del tiempo, la cruzada estaba en<br />

ese momento precisamente a un año de la meta prevista: la destrucción de la vieja ciudad.<br />

En forma codificada, todas estas señales eran enviadas a la Tierra. Allí, muchos siglos más<br />

tarde, los observadores de Heliconia se reunirían a contemplar la agonía final del drama.<br />

Habían quedado atrás las desnudas regiones de Mordriat, las quebradas con eco, los rotos<br />

paredones rocosos, los páramos de aspecto insólitamente tímido, los parduscos altiplanos donde<br />

humeaban siempre las nubes, como si los invariables contornos de la desolación hubiesen sido<br />

modelados por el fuego y no por el hielo.<br />

La cruzada, rota en muchos grupos separados, se abría camino por las tierras bajas, donde<br />

sólo vivían los madis, los rebaños de los madis y densas bandadas de pájaros. Indiferentes al<br />

entorno, los phagors continuaban marchando hacia el sudeste.<br />

El kzahhn de Hrastyprt, Hrr-Brahl Yprt, los conducía. El propósito de venganza les ardía aún<br />

con violencia en los guarneses, mientras atravesaban las inundaciones, en el lado oriental de la<br />

llanura oldorandina; sin embargo, muchos de ellos habían muerto. Las enfermedades y los<br />

ataques de los despiadados Hijos de Freyr los habían diezmado.<br />

Tampoco habían sido bien recibidos por los pequeños grupos de phagors cuyas tierras<br />

atravesaban. Esos grupos, sin kaidaws, llevaban una vida estable, tenían con frecuencia esclavos<br />

humanos y madis, y rechazaban con energía todas las invasiones.<br />

Hrr-Brahl Yprt había marchado de victoria en victoria. Sólo la enfermedad era más poderosa<br />

que él. La noticia de que se acercaba iba siempre delante de él, precediéndolo; las cosas vivas se<br />

apartaban para dejarlo pasar; y como resultado el frente invasor se extendía a lo largo de medio<br />

continente. Los jefes se encontraban ahora con Hrr-Brahl Yprt a orillas de un ancho río. Las<br />

aguas eran muy frías y descendían (aunque el ejército phagor lo ignoraba) de las mismas alturas<br />

de Nktryhk donde se había iniciado la cruzada contra los Hijos de Freyr, a mil millas de<br />

distancia.<br />

—Aquí, junto a estos torrentes, nos quedaremos hasta que Batalix recorra dos veces el cielo

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