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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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mostraba siempre una expresión abstraída, aun cuando alguien le hablaba, como si ella ya<br />

estuviera lejos de todos. Decía poco, y en un tono indiferente.<br />

Dathka miró en silencio las paredes, cubiertas por el complicado dibujo de los líquenes, y<br />

luego a Laintal Ay con la cabeza ladeada y señaló la puerta. Cuando Laintal Ay movió la<br />

cabeza, Dathka frunció la boca en un gesto habitual en él, y se dispuso a salir.<br />

—Es una pena que no se pueda adiestrar a las mujeres como a los mielas —dijo mientras se<br />

alejaba.<br />

—Por lo menos él es siempre desagradable —dijo desdeñosamente Oyre. Ella y Vry llevaron<br />

a Laintal Ay a un rincón y murmuraron allí un rato. Era esencial que Shay Tal no saliera esa<br />

mañana; él tenía que persuadirla a que esperase hasta el día siguiente.<br />

—Es absurdo. Si quiere irse, tiene que hacerlo. Ya lo hemos hablado. Primero no queréis<br />

partir; ahora no queréis que ella se marche. Detrás de las empalizadas hay un mundo que no<br />

conocéis.<br />

Oyre se quitó fríamente unas pajas de la ropa.<br />

—Sí, el mundo a conquistar. Ya lo sé, mi padre no habla de otra cosa. El hecho es que<br />

mañana habrá un eclipse.<br />

—El de mañana será muy distinto, Laintal Ay —advirtió Vry—. Sólo queremos que Shay<br />

Tal postergue la partida. Si se va de aquí el día del eclipse, la gente asociará las dos cosas. Y<br />

nosotros sabemos que no hay ninguna relación.<br />

Laintal Ay frunció el ceño.<br />

—Y entonces, ¿qué?<br />

Las dos mujeres se miraron un momento, como si no supieran qué decir.<br />

—Creemos que si se marcha mañana pueden ocurrir cosas malas.<br />

—Ja! Entonces creéis que hay una conexión... Así es la mente femenina... Pero si hay una<br />

conexión, no hay ninguna manera de evitarla, ¿no es verdad?<br />

Oyre torció la cara en una mueca de exagerado disgusto: —Y la mente masculina...<br />

Cualquier excusa es buena para no hacer nada, ¿eh?<br />

—Y vosotras, las brujas, siempre enredando lo que no nos concierne. Verdaderamente<br />

disgustadas ahora, lo dejaron en el rincón y regresaron al lado de Shay Tal.<br />

Las ancianas charlaban; hablaban del milagro de la Laguna del Pez, hablaban de costado,<br />

miraban de costado, para ver si estos recuerdos impresionaban a Shay Tal. Pero ella no daba<br />

señales de verlas ni oírlas.<br />

—Pareces verdaderamente cansada de la vida —comentó Rol Sakil—. Te casarás y serás<br />

feliz, siempre que los hombres estén hechos como aquí.<br />

—Quizás estén mejor hechos —respondió otra anciana, entre risas. Se discutieron las<br />

posibles mejoras.<br />

Shay Tal continuó empacando sin sonreír.<br />

Tenía unas pocas cosas. Cuando terminó de ordenarlas en dos bolsos de piel, se volvió y<br />

pidió a todos que se marcharan, como si deseara descansar antes del viaje. Les agradeció que<br />

estuvieran allí, los bendijo, y prometió que jamás los olvidaría. Besó en la frente a Vry. Luego<br />

llamó a Oyre y a Laintal Ay.<br />

Tomó la mano de Laintal Ay entre las suyas, tan delgadas, y le miró los ojos con inusitada<br />

ternura. Habló cuando todos se habían ido del cuarto, menos Oyre.<br />

—Sé prudente en todo lo que hagas, porque no te preocupas bastante por ti mismo, ni sabes<br />

cuidarte. ¿Comprendes, Laintal Ay? Me alegra que no hayas combatido por el poder que era<br />

tuyo por derecho de nacimiento. Sólo te habría traído penas.<br />

Se volvió hacia Oyre, con una expresión de seriedad que le arrugaba la cara.<br />

—Eres muy querida para mí, porque sé cuánto te quiere Laintal Ay. Mi consejo ahora que<br />

nos separamos es el siguiente: que seas pronto su mujer. No pongas condiciones en tu corazón,<br />

como he hecho yo y como tu padre hizo una vez. Eso lleva a la inevitable desventura, como he<br />

comprendido demasiado tarde. Yo era demasiado orgullosa en mi juventud.<br />

Oyre respondió: —No eres desventurada. Aún eres orgullosa.<br />

—Se puede ser a la vez orgullosa y desventurada. Escucha lo que digo, porque comprendo<br />

tus dificultades. Laintal Ay es lo que más se parece al hijo que nunca tendré. Te ama. Ámalo,<br />

con emoción pero también con el cuerpo. Los cuerpos son para quemar, no sólo para echar

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