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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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illo de furia le encendió los ojos llorosos.<br />

—Basta. No toleraré más abusos, tuyos ni de tus amigos. No volveré a molestarte, Aoz<br />

Roon, ni a discutir. Me estás viendo por última vez, tú, fanfarrón, traicionero, ignorante, y esa<br />

vaquilla preñada que duerme contigo. Mañana, al alba de Freyr, me iré para siempre de<br />

Oldorando. Saldré sola en mi yegua Lealtad, y nadie me volverá a ver.<br />

Aoz Roon extendió el brazo.<br />

—Nadie sale de Oldorando sin mi permiso. No te irás mientras no te arrojes a mis pies y me<br />

lo pidas.<br />

—Lo veremos mañana —respondió vivamente Shay Tal. Giró sobre sus talones, se recogió<br />

las pieles sobre el cuerpo, y se marchó hacia la puerta norte.<br />

Dol tenía la cara roja. —Deja que se vaya, Aoz Roon, o échala. Así nos libramos de ella de<br />

una vez. Vaquilla preñada... ¡Vieja reseca!<br />

—Tú te mantendrás fuera de esto. Lo arreglaré a mi modo.<br />

—Supongo que la harás matar, como a los demás.<br />

Aoz Roon le golpeó el rostro, leve y desdeñosamente, sin dejar de mirar la figura de Shay<br />

Tal, que sé alejaba. Era el período de la noche en que todos dormían, pero Batalix aún ardía bajo<br />

en el cielo. Aunque los esclavos se agitaban de vez en cuando en el sueño de la media luz,<br />

había, en esa ocasión, gente libre despierta. En la habitación superior de la gran torre estaba<br />

reunido el consejo completo: los maestros de las siete antiguas corporaciones, más dos nuevos<br />

maestros, hombres jóvenes que representaban a dos corporaciones recién creadas, de sastres y<br />

talabarteros. También estaban allí los tres lugartenientes de Aoz Roon y uno de los Señores de<br />

la Pradera del Oeste, . El señor de Embruddock presidía la reunión, y las criadas mantenían las<br />

copas de madera llenas de bitel o cerveza ligera.<br />

Al cabo de unas muy largas deliberaciones, Aoz Roon dijo: —Ingsan Atray, queremos oír tu<br />

opinión.<br />

Le hablaba al maestro más anciano, un hombre de barba gris que mandaba la corporación de<br />

herreros, y que no había dicho nada hasta el momento. Los años habían curvado la columna<br />

vertebral de Ingsan Atray y le habían blanqueado los cabellos ralos, lo que acentuaba la anchura<br />

de la gran cabeza; por este motivo se lo consideraba sabio. Tenía el hábito de sonreír mucho,<br />

aunque los ojos parecían siempre cautelosos bajo los párpados arrugados. Sonrió, sentado sobre<br />

las pieles apiladas en el suelo, y respondió: —Señor, las corporaciones de Embruddock han<br />

amparado tradicionalmente a las mujeres. Después de todo, las mujeres son nuestra fuente de<br />

trabajo cuando los cazadores están en el campo, y en otros sitios. Sí: los tiempos cambian, lo<br />

concedo. Era diferente en los tiempos del señor Wall Ein. Pero las mujeres son también el canal<br />

de muchos conocimientos. No tenemos libros; y las mujeres memorizan y transmiten las<br />

leyendas de la tribu, como se ve cuando contamos historias los días de fiesta...<br />

—Al grano, por favor, Ingsan Atray...<br />

—Ah, ya llego, ya llego. Shay Tal puede ser difícil o algo parecido, pero es una hechicera y<br />

una mujer sabia, y todos la conocen. No hace daño a nadie. Si se marcha, llevará consigo a otras<br />

mujeres, y esto será una pérdida. Nosotros, los maestros, nos atreveríamos a decir que has<br />

obrado correctamente al prohibir que se marche.<br />

—Oldorando no es una prisión —gritó Faralin Ferd.<br />

Aoz Roon asintió y miró alrededor.<br />

—Se ha llamado a reunión porque mis lugartenientes no están de acuerdo conmigo. ¿Quién<br />

está de acuerdo con mis lugartenientes?<br />

Sorprendió la mirada de Raynil Layan, que se tiraba nervioso de la barba bifurcada.<br />

—Maestro de la corporación de curtidores: a ti te gusta lucir la voz... ¿Qué tienes que decir?<br />

—En cuanto a esto —Raynil Layan hizo un gesto de prescindencia—, siempre será difícil<br />

evitar que Shay Tal se marche. Podría huir tranquilamente, si lo deseara. Y además, hay una<br />

cuestión de principios... Otras mujeres podrían pensar... Pero no querernos que las mujeres estén<br />

descontentas. Por ejemplo, Vry, una mujer que piensa, y sin embargo atractiva, y juiciosa. Si<br />

pudieras revisar tu orden, muchas te lo agradecerían...<br />

—Habla claro y sin medir tanto las palabras —dijo Aoz Roon—. Ahora eres un maestro,<br />

como deseabas, y nada tienes que temer.<br />

Nadie más habló. Aoz Roon los observó fieramente uno a uno. Todos evitaron mirarlo,

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