08.05.2013 Views

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

XI<br />

CUANDO SHAY TAL SE FUE<br />

Bajo el sol y la lluvia, Oldorando se expandió. Antes de que los industriosos habitantes<br />

comprendieran qué había ocurrido, ya habían cruzado el Voral, pasando por encima de los<br />

cenagosos afluentes del norte, y estirándose hasta los corrales de la pradera y los campos de<br />

brassimipo en las sierras bajas.<br />

Se construyeron más puentes. No heroicamente, como el primero. La corporación había<br />

reaprendido el arte de aserrar tablones; para los nuevos carpinteros —tanto libres como<br />

esclavos— los arcos, las junturas, los contrafuertes eran cosas fáciles.<br />

Más allá de los puentes, se sembraron campos cercados, se construyeron pocilgas para los<br />

cerdos y corrales para las aves. Fue necesario aumentar dramáticamente la producción de<br />

alimentos pues los mielas domesticados crecían en número; y para dar de comer a los esclavos<br />

hubo que sembrar otras tierras. Más allá de los campos, o entre ellos, se construyeron torres en<br />

el estilo tradicional de Embruddock, para alojar a los esclavos y guardias. De acuerdo con un<br />

plan de la academia, las torres tenían dos pisos en lugar de cinco, y estaban construidas con<br />

bloques de barro. Las lluvias, a veces violentas, destruían los muros. Los oldorandinos no se<br />

preocupaban demasiado, porque sólo los esclavos vivían allí. Pero los esclavos sí se<br />

preocuparon y demostraron que la paja de los cereales podía usarse para techar las torres; y que<br />

sise ponía un alero, los muros de barro quedaban protegidos e intactos, aun bajo chubascos<br />

devastadores.<br />

Más allá de los campos y de las nuevas torres, la caballería de Aoz Roon patrullaba los<br />

senderos. Oldorando no era sólo una ciudad sino también un campamento militar. Nadie entraba<br />

ni salía sin permiso, excepto en el barrio de los comerciantes —apodado el Pauk— que se había<br />

extendido en el sur.<br />

Por cada orgulloso guerrero montado en un miela, seis espaldas tenían que encorvarse en los<br />

campos. Pero las cosechas eran buenas. Después del largo descanso, el suelo producía con<br />

abundancia. En las épocas más frías habían utilizado la torre de Prast para guardar la sal y luego<br />

el ratel; ahora se depositaba allí el grano. En el exterior, donde habían apisonado el terreno, las<br />

mujeres y los esclavos aventaban una enorme montaña de grano. Los hombres lo recogían con<br />

palas de madera; las mujeres sacudían unas pieles atadas a marcos cuadrados, y apartaban la<br />

paja. Era un trabajo duro. La modestia se arrojaba por la borda. Las mujeres, por lo menos las<br />

jóvenes, se quitaban las bonitas chaquetas y trabajaban con los pechos desnudos.<br />

Unas tenues partículas de polvo se elevaban en el aire y se adherían a la piel húmeda de las<br />

mujeres, empolvándoles los rostros y vistiéndoles los cuerpos con una apariencia de pelaje. El<br />

polvo subía en una pirámide, dorada por el sol, sobre la escena, y luego se dispersaba y caía<br />

alrededor, amortiguando los pasos sobre los escalones y manchando el verde de las plantas.<br />

Llegaron, montados, Tanth Ein y Faralin Ferd, seguidos por Aoz Roon y Eline Tal. y los<br />

cazadores más jóvenes venían detrás. Regresaban de una cacería y traían varios venados.<br />

Durante un momento se contentaron con permanecer montados, mirando cómo trabajaban las<br />

mujeres. Entre ellas se encontraban las esposas de los tres lugartenientes; no prestaron atención<br />

a los burlones comentarios de los hombres. Aventaban el grano; los hombres se reclinaban con<br />

indulgencia sobre las sillas; la paja y el polvo ascendían a gran altura a la luz del sol.<br />

Apareció Dol, caminando lentamente, ya muy pesada; Myk, el viejo phagor, la acompañaba<br />

con los gansos; y también Shay Tal, que parecía aún más flaca comparada con la rotunda<br />

gravidez de Dol. Cuando vieron al señor de Embruddock y a sus hombres, las dos mujeres se<br />

detuvieron y se miraron.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!