08.05.2013 Views

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

mostraron abatidos; con las cabezas gachas, se negaban a comer.<br />

Laintal Ay los alimentaba con pan de centeno. A esta dieta añadió ratel. En la torre Prast se<br />

había ido acumulando un gran depósito de ratel. Incluso los hombres preferían ahora el bitel,<br />

más dulce, o el vino de centeno, y la bebida tradicional de Embruddock ya no estaba de moda.<br />

Como resultado, las mujeres encargadas de los brassimipos se fueron a trabajar en los nuevos<br />

campos. Había ratel de sobra para cuatro mielas.<br />

Una pequeña cantidad mezclada con el pan fue suficiente para que los animales cautivos<br />

brincaran alegremente, se revolcaran, y se mostraran luego fatigados con los párpados caídos.<br />

Durante esta fase, de los párpados caídos, Laintal Ay deslizó una correa alrededor del pescuezo<br />

del mielas al que había bautizado Oro. Montó. Oro retrocedió e intentó arrojarlo por encima de<br />

las orejas. Laintal Ay se mantuvo firme aproximadamente un minuto. La segunda vez quedó<br />

montado más tiempo. La victoria era suya.<br />

Pronto Dathka estuvo a horcajadas sobre Furia.<br />

—Por el eddre de Dios, esto es mucho mejor que montar un pinzasaco ardiendo —gritó<br />

Laintal Ay, mientras salían cabalgando del cercado—. Podemos cabalgar a cualquier parte: ¡a<br />

Pannoval, al fin de las tierras, a la costa del mar!<br />

Por fin desmontaron y se aporrearon cariñosamente, riendo, jubilosos por el éxito.<br />

—Espera a que Oyre me vea entrar así en Oldorando. Ya no se resistirá.<br />

—Es sorprendente lo que se resisten las mujeres —dijo Dathka<br />

Cuando se sintieron más seguros, cabalgaron juntos a través del puente, hasta la aldea. Los<br />

habitantes salieron a aplaudir, como si presintiesen el gran cambio social que se aproximaba.<br />

Desde ese día en adelante, nada sería lo mismo.<br />

Apareció Aoz Roon, con Eline Tal y Faralin Ferd, y pidió uno de los otros dos mielas, que<br />

había recibido el nombre de Gris. Los lugartenientes empezaron a pelear por el animal que<br />

quedaba.<br />

—Lo siento, amigos; el último es para Oyre —dijo Laintal Ay.<br />

—Oyre no montará un miela —dijo Aoz Roon—. Olvida esa idea, Laintal Ay. Los mielas<br />

son para los hombres... Las perspectivas son inconmensurables. Montados en mielas seremos<br />

iguales a los phagors, los caldéanos, los pannovalianos, o cualquier otra raza.<br />

Montó en Gris, mirando el suelo. Imaginó un tiempo en que no conduciría sólo unos pocos<br />

cazadores, sino un ejército: cien, o incluso doscientos hombres montados, aterrorizando al<br />

enemigo. Cada conquista traería más riqueza y seguridad a Oldorando. Las banderas<br />

oldorandinas flamearían sobre llanuras ignotas. Miró a Laintal Ay y Dathka, de pie en mitad de<br />

la calle, con las bridas en las manos. El rostro oscuro se le arrugó en una sonrisa.<br />

—Habéis trabajado bien. Que el ayer se pierda entre las nieves de ayer. Como señor de<br />

Embruddock, os nombro a ambos Señores de las Praderas del Oeste.<br />

Se inclinó para apretar la mano de Laintal Ay.<br />

—Acepta este nuevo título. Tú y tu silencioso amigo quedaréis, desde ahora en adelante, a<br />

cargo de todos los mielas. Son vuestros, por deseo mío. Haré que os ayuden. Tendréis<br />

obligaciones y privilegios. Soy un hombre justo, lo sabéis. Quiero que todos los cazadores<br />

puedan montar un miela lo antes posible.<br />

—Quiero que tu hija sea mi mujer, Aoz Roon.<br />

Aoz Roon se rascó la barba.<br />

—Tú ocúpate de los mielas. Yo me ocuparé de Oyre.<br />

Los ojos velados parecían sugerir que no pensaba alentar la unión; si tenía un rival, no eran<br />

los tres adictos lugartenientes sino el joven Laintal Ay. Unirlo con Oyre significaba reforzar esa<br />

posible amenaza. Sin embargo, era demasiado astuto para insinuar a su voluntariosa hija que no<br />

se interesara en Laintal Ay. Quería un Laintal Ay satisfecho, y un torrente de guerreros<br />

montados.<br />

Aunque las visiones de Aoz Roon eran de una grandiosidad imposible, llegaría una época en<br />

que otros llevarían a cabo con creces esos sueños. Esa época empezaría en el momento en que<br />

Dathka y Laintal Ay montaran a horcajadas en el lanudo lomo de las yeguas mielas.<br />

Movido por el ensueño, Aoz Roon salió del estado de indolencia al que lo había arrastrado la<br />

temperatura más cálida, y volvió a ser un hombre de acción. Había conseguido que construyeran<br />

un puente; ahora se trataba de construir establos, corrales y un taller para hacer sillas y bridas.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!