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puente, todos trabajaron juntos. La escasez de carne acrecentó la importancia de los cereales. El<br />
puñado de semillas que Laintal Ay había dado a Shay Tal se convirtió en campos de cultivo<br />
donde la cebada, la avena y el centeno crecían en abundancia, defendidos de los merodeadores y<br />
considerados como una preciosa posesión de la tribu den.<br />
Ahora que varias mujeres sabían contar y escribir, el grano cosechado se pesaba, guardaba y<br />
distribuía equitativamente. Se anotaban también los productos de la caza y la pesca, así como<br />
cada ganso y cada cerdo. La agricultura y la contabilidad trajeron sus propias compensaciones.<br />
Todo el mundo estaba atareado.<br />
Vry y Oyre estaban a cargo de los campos de cereal y de los esclavos que allí trabajaban.<br />
Desde el campo podían ver la gran torre a lo lejos, sobre las espigas ondulantes, con un<br />
centinela montando guardia. Estudiaban siempre las constelaciones, y habían completado el<br />
mapa estelar todo lo posible. Las estrellas aparecían con frecuencia mientras hablaban paseando<br />
entre la hierba.<br />
—Las estrellas están siempre en movimiento, como peces en un lago claro —dijo Vry—.<br />
Todos los peces giran a la vez. Pero las estrellas no son peces. Me pregunto qué son y en qué<br />
nadan.<br />
Oyre alzó un tallo hasta la nariz que Laintal Ay admiraba tanto y cerró primero un ojo, luego<br />
el otro.<br />
—El tallo parece moverse a la derecha y a la izquierda, y sé que no se ha movido. Quizá las<br />
estrellas estén quietas y seamos nosotros quienes nos movemos...<br />
Vry escuchó y calló. Luego dijo en voz baja: —Oyre, querida, tal vez sea precisamente así.<br />
Quizá sea la tierra la que se mueve todo el tiempo. Pero entonces...<br />
—¿Qué ocurre con los centinelas?<br />
—Pues lo mismo: ellos tampoco se mueven... Sin duda es así, giramos y giramos como un<br />
remolino. Y los centinelas están muy lejos, como las estrellas...<br />
—Pero se acercan, Vry, porque hace más calor...<br />
Se miraron con las cejas levemente alzadas, respirando levemente. La belleza y la<br />
inteligencia fluían en ellas.<br />
Los cazadores, que ahora cruzaban el puente y frecuentaban las tierras occidentales,<br />
pensaban poco en el cielo que giraba. Las llanuras estaban abiertas a cualquier posible<br />
depredación. El verde crecía en todas partes, crujía bajo los pies que corrían, o bajo los cuerpos<br />
tendidos en el suelo. Las flores estallaban. Enjambres de insectos volaban torpemente entre<br />
pétalos pálidos. En las cercanías abundaba la caza, que era abatida y arrastrada al poblado,<br />
manchando el puente nuevo con sangre oscura.<br />
Con el crecimiento de la reputación de Aoz Roon, la de Shay Tal pasó por un eclipse. La<br />
participación de las mujeres en el trabajo, primero en el puente, luego en la agricultura, debilitó<br />
el dominio de Shay Tal sobre la vida intelectual de la aldea. Esto no parecía molestarla; desde<br />
que retornara del mundo inferior, rehuía cada vez más a la gente. Evitaba a Aoz Roon, y la<br />
figura desvaída se veía con menor frecuencia en los senderos. Sólo su amistad con el viejo<br />
maestro Datnil prosperaba.<br />
Aunque el maestro Datnil no le había permitido echar más que una breve ojeada al libro<br />
secreto de la corporación, la mente del anciano vagaba frecuentemente hacia el pasado. Ella se<br />
contentaba con seguir el hilo de sus reminiscencias, y hablaban de gente y nombres olvidados;<br />
no era muy distinto, pensaba Shay Tal, de una visita a los fessupos. Lo que ella encontraba<br />
oscuro, tenía luminosidad para él.<br />
—Según entiendo, Embruddock era antes más grande que ahora. Y luego hubo una<br />
catástrofe, como sabes... Había entonces una corporación de albañiles, pero hace siglos que<br />
desapareció. El maestro de esa corporación era particularmente respetado.<br />
Shay Tal había observado antes ese hábito enternecedor de hablar como si él mismo hubiese<br />
estado presente en lo que contaba. Le parecía que él recordaba algo que había leído en el libro<br />
secreto.<br />
—¿Cómo se hicieron tantos edificios de piedra? —preguntó—. Ya sabemos lo que cuesta<br />
trabajar la madera.<br />
Se encontraban en la oscura habitación del maestro. Shay Tal estaba en cuclillas, sobre el<br />
suelo. A causa de los años, el maestro Datnil estaba sentado en una piedra apoyada contra la