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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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ancianos. Mira adelante y hacia fuera. No ganaremos nada interrogando a los muertos.<br />

Shay Tal estaba ahora tan poco habituada a las discusiones que le fue difícil contenerse. Alzó<br />

la vista y vio, casi con asombro, que aquella jovencita apocada se había convertido ahora en una<br />

mujer. Estaba pálida, y tenía sombras debajo de los ojos, como Oyre.<br />

—¿Por qué estáis tan pálidas las dos? ¿Estáis enfermas?<br />

Vry movió la cabeza.<br />

—Esta noche hay una hora de oscuridad antes de la media luz. A esa hora te mostraré lo que<br />

estamos haciendo, Oyre y yo. Hemos trabajado mientras todo el mundo dormía.<br />

A la puesta de Freyr, la noche era clara. El calor abandonaba el mundo mientras las dos<br />

jóvenes acompañaban a Shay Tal al terrado de la torre en ruinas. Un óvalo de luz espectral se<br />

elevaba desde el punto del horizonte donde había desaparecido Freyr. Había pocas nubes que<br />

ocultaran el cielo; mientras los ojos se acostumbraban a la oscuridad, las estrellas centelleaban.<br />

En algunos sectores del cielo eran relativamente escasas, en otras pendían en racimos. En lo<br />

alto, de horizonte a horizonte, había una ancha franja luminosa irregular, densa como una<br />

niebla, donde aparecían de vez en cuando unas estrellas muy brillantes.<br />

—Es el espectáculo más magnífico del mundo —dijo Oyre—. ¿No te parece?<br />

Shay Tal dijo: —En el mundo inferior los fessupos brillan como estrellas. Son las almas de<br />

los muertos. Aquí vemos las almas de los no nacidos. Arriba es como abajo.<br />

—Creo que necesitamos un principio enteramente distinto para explicar el cielo —afirmó<br />

Vry—. Aquí todos los movimientos son regulares. Las estrellas giran alrededor de esa otra más<br />

brillante, la que llamamos estrella polar. —Señaló un astro situado encima de ellas.— En las<br />

veinticinco horas del día, las estrellas giran una vez, apareciendo en el este y poniéndose en el<br />

oeste como los dos centinelas. ¿No prueba eso que son similares a los dos centinelas, pero que<br />

se mueven mucho más lejos?<br />

Las jóvenes mostraron a Shay Tal el mapa estelar que estaban haciendo, con las posiciones<br />

relativas de las estrellas marcadas en el pergamino. Ella demostró poco interés y dijo: —Las<br />

estrellas no pueden afectarnos como los coruscos. ¿En qué adelanta el conocimiento esto que<br />

hacéis? Valdría más que de noche durmierais.<br />

Vry suspiró.<br />

—El cielo está vivo. No es una tumba, como el mundo inferior. Oyre y yo hemos visto aquí<br />

cometas que arden y caen a tierra. Y hay cuatro estrellas brillantes que se mueven de un modo<br />

distinto al de todas las demás, las vagabundas de que hablan las viejas canciones. Hay días en<br />

que esas vagabundas pasan dos veces por el cielo, Y una reaparece con gran rapidez. Pensamos<br />

que está muy cerca de nosotros y la llamamos Kaidaw, por su velocidad. En seguida la veremos.<br />

Shay Tal se frotó las manos, con aire aprensivo.<br />

—Hace frío aquí.<br />

—Hace más frío abajo, allí donde moran los coruscos —respondió Oyre.<br />

—Cuida tu lengua, muchacha. No eres buena amiga de la academia si apartas a Vry de sus<br />

verdaderas tareas.<br />

El rostro se le tornó frío y duro, como de halcón; se dio vuelta rápidamente, apartando los<br />

ojos de Oyre y Vry y descendió sin añadir una palabra.<br />

—Oh, tendré que pagar por esto —dijo Vry—. Tendré que ser doblemente sumisa para hacer<br />

las paces.<br />

—Eres demasiado humilde, y ella demasiado altiva. Al diablo con la academia. Tiene miedo<br />

del cielo, como la mayoría de la gente. Ése es su problema, sea o no una hechicera. Tolera a la<br />

gente, corno la estúpida Amin Lim, porque la halagan.<br />

Abrazó a Vry con una especie de iracunda pasión y se puso a enumerar las tonterías de todos<br />

los conocidos.<br />

—Lo que me duele es que no haya mirado por el telescopio —dijo Vry.<br />

Ese telescopio había traído un gran cambio al interés de Vry por la astronomía. Cuando Aoz<br />

Roon se convirtió en señor y se trasladó a la gran torre, Oyre había podido examinar con<br />

libertad las posesiones de todas clases que allí había, guardadas en cofres. El telescopio había<br />

aparecido envuelto entre ropas apolilladas que se deshacían al tocarlas. Era de construcción<br />

sencilla; quizá lo había hecho la corporación de vidrieros, desaparecida mucho antes: un tubo de<br />

cuero que mantenía dos lentes en su sitio. Pero, apuntado hacia las estrellas vagabundas, el

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