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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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costa, a ver qué ocurría.<br />

Era un recodo brusco en el que las aguas pasaban sólo a unos centímetros por debajo de<br />

donde ellos estaban. En el lado opuesto el río no era tan hondo y había una fina capa de hielo,<br />

protegida del sol por un saliente. El hielo se extendía hacia las aguas más profundas, con formas<br />

cristalinas en los bordes, como si el agua las hubiera tallado a cuchillo.<br />

Goija Hin ató las piernas del infortunado Myk y lo empujó hasta el borde del río. Myk alzó<br />

la larga cabeza, retrajo el labio inferior sobre el mentón hirsuto y emitió un trompeteo de terror.<br />

Oyre pidió a Shay Tal que no le hiciera daño, tirando de la piel de Myk.<br />

—Atrás —dijo Shay Tal. Hizo una seña a Goija Hin, para que empujara al phagor.<br />

Goija Hin apoyó el hombro macizo contra las costillas de Myk. El phagor vaciló y cayó al<br />

río con una gran salpicadura. Shay Tal alzó los brazos en un ademán imperioso.<br />

Las mujeres que miraban gritaron y corrieron. Entre ellas estaba Rol Sakil. Shay Tal les<br />

indicó a todos que se detuvieran.<br />

Miró y vio a Myk debatiéndose debajo del agua. Mechones de pelaje rodaban entre la<br />

turbulencia, rozando la superficie como algas amarillas.<br />

El agua seguía siendo agua. El phagor seguía vivo.<br />

—Súbelo —ordenó Shay Tal. Goija Hin sostenía a Myk con dos correas. Tiró de ellas con la<br />

ayuda de Laintal Ay. La cabeza y los hombros del viejo phagor rompieron la superficie; Myk<br />

lanzó un grito patético.<br />

—¡No me ahogues mates pobre yo!<br />

Lo pusieron en la costa, jadeando, a los pies de Shay Tal. Ella se mordía el labio inferior y<br />

miraba el Voral con el ceño fruncido. La magia no funcionaba.<br />

—Arrojadlo de nuevo —dijo una espectadora.<br />

—No más agua o muero —dijo Myk con dificultad.<br />

—Empújalo —dijo Shay Tal.<br />

Myk volvió al Voral una segunda y una tercera vez. Pero el agua era siempre agua. No hubo<br />

milagro, y Shay Tal disimuló su decepción.<br />

—Es suficiente —dijo—. Goija Hin, llévate a Myk y dale una ración de comida extra.<br />

Oyre se arrodilló compasivamente junto a Myk, acariciándolo, llorando. Un agua oscura<br />

fluía de los labios del phagor, que empezó a toser. Laintal Ay se arrodilló y puso un brazo sobre<br />

los hombros de Oyre.<br />

Desdeñosamente, Shay Tal se apartó. El experimento demostraba que un phagor más agua<br />

no era igual a hielo. El proceso no era inevitable. Entonces, ¿qué había ocurrido en la Laguna<br />

del Pez? Había deseado convertir el Voral en hielo, y no lo había logrado. El experimento no<br />

demostraba, por lo tanto, que fuera una hechicera. Tampoco demostraba que no lo fuera: había<br />

logrado convertir en hielo a los phagors en la Laguna del Pez... si no habían operado otros<br />

factores que ella no había tenido en cuenta.<br />

Se detuvo con la mano en la piedra que enmarcaba la puerta de la torre, sintiendo la aspereza<br />

de los líquenes contra la palma. Mientras no encontrara una explicación, tendría que<br />

considerarse a sí misma como la consideraban los demás: como una hechicera. Cuanto más<br />

ayunara, más se respetaría a sí misma. Y por supuesto, como hechicera tenía que conservarse<br />

virgen; el intercambio sexual destruía los poderes mágicos. Se acomodó las pieles sobre el<br />

cuerpo desnudo, y subió los gastados escalones.<br />

Las mujeres de la costa miraron el cuerpo empapado de Myk, rodeado por una charca<br />

creciente, y luego la figura de Shay Tal, que se alejaba.<br />

—¿Para qué lo habrá hecho? —preguntó a las demás Rol Sakil—. ¿Por qué no ahogó del<br />

todo a esa estúpida criatura si era eso lo que quería?<br />

La próxima vez que se reunió el consejo, Laintal Ay se puso de pie y habló a los demás. Dijo<br />

que había escuchado a Shay Tal. Todos conocían el milagro de la Laguna del Pez, que había<br />

salvado muchas vidas. Nada de lo que ella hacía era para mal. Laintal Ay propuso que la<br />

academia fuera reconocida y apoyada.<br />

Aoz Roon parecía furioso mientras Laintal Ay hablaba. estaba sentado, rígido, en silencio.<br />

Los ancianos del consejo se espiaban unos a otros por debajo de las cejas, murmurando,<br />

incómodos. Eline Tal rió.<br />

—¿Qué deseas que hagamos para ayudar a esa academia? —preguntó Aoz Roon.

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