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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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Aunque las otras mujeres le traían alimentos, prefería ayunar, preparándose para el pauk<br />

profundo en que hablaría con los muertos ilustres. Si no encontraba la sabiduría, iría a buscarla<br />

más lejos, fuera de la granja.<br />

Decidió, en primer lugar, poner a prueba sus propios poderes. A pocas millas de distancia,<br />

hacia el este, se encontraba la Laguna del Pez, escena del «milagro». Mientras a ella le<br />

preocupaba la verdadera naturaleza de lo que allí había sucedido, los ciudadanos de Oldorando<br />

no tenían ninguna duda. Durante toda esa fría <strong>primavera</strong> fueron varias veces en peregrinación a<br />

contemplar el espectáculo en el hielo, estremeciéndose con un temor no exento de orgullo. Los<br />

peregrinos encontraron a muchos habitantes de Borlien que también habían venido a ver la<br />

maravilla. En una ocasión aparecieron dos phagors, con las aves vaqueras posadas en los<br />

hombros, que miraron en silencio a sus muertos cristalizados desde la costa opuesta.<br />

A medida que el calor retornaba al mundo, el cuadro se deterioraba. Lo que era terrible se<br />

hizo grotesco. Una mañana el hielo se derritió y la estatua se convirtió en un montón de carne en<br />

descomposición. Los visitantes no encontraron otra maravilla que un globo ocular o un mechón<br />

de pelo. La misma Laguna del Pez se secó y desapareció, casi tan rápidamente como había<br />

aparecido. Sólo una pila de huesos y de cuernos de kaidaw señalaba el lugar del milagro. Pero el<br />

hecho se recordó, agrandado por la lente de la reminiscencia. Y las dudas de Shay Tal<br />

subsistieron.<br />

Solía ir a la plaza por la tarde, a una hora en que el clima más benigno tentaba a la gente a<br />

pasear y hablar de un modo antes desconocido. Mujeres con hijas, hombres con hijos,<br />

cazadores, hombres de las corporaciones, viejos y jóvenes, empleaban así las horas finales del<br />

día. Casi todo el mundo se acercaba esperando la llamada de Shay Tal; casi nadie le hablaba.<br />

Laintal Ay y Dathka estaban con sus amigos, riendo. Laintal Ay sorprendió la mirada de<br />

Shay Tal y se acercó a ella de mala gana.<br />

—Voy a hacer un experimento, Laintal Ay. Quiero que me acompañes como testigo de<br />

confianza. No te crearé nuevas dificultades con Aoz Roon.<br />

—Estoy en buenos términos con él.<br />

Le explicó que el experimento se desarrollaría junto al Voral. Ella quería, antes, explorar el<br />

antiguo templo. Caminaron juntos entre la multitud. Laintal Ay no decía nada.<br />

—¿Te avergüenza estar conmigo?—Siempre me complace tu compañía, Shay Tal.<br />

—No es necesario que seas cortés. ¿Crees que soy una hechicera?<br />

—Eres una mujer excepcional. Te admiro por eso.<br />

—¿Me quieres?<br />

Eso lo desconcertó. En lugar de responder directamente, miró el suelo enfangado y<br />

murmuró: —Has sido una madre para mí desde la muerte de mi madre. ¿Por qué me lo<br />

preguntas?<br />

—Desearía ser tu madre. Estaría orgullosa. Laintal Ay, también tú tienes energía interior. La<br />

siento. Esa interioridad te duele, pero también te da vida, es vida. No la ignores, cultívala. La<br />

mayoría de esta gente no tiene nada dentro.<br />

—Esa energía, ¿equivale a conflicto?<br />

Shay Tal se echó a reír apretando los codos contra el cuerpo.<br />

—Escucha, estamos atrapados en esta desventurada aldea, entre seres mediocres. En<br />

cualquier otro sitio pueden estar ocurriendo acontecimientos mucho más importantes. Por eso<br />

hay tanto que hacer. Quizá me vaya de Oldorando.<br />

—¿Adonde irás?<br />

Ella sacudió la cabeza.<br />

—A veces pienso que la mera presión de la gente obtusa hará que estallemos y nos<br />

dispersemos por el mundo. Ya habrás notado que estos últimos años han nacido muchos niños.<br />

Laintal Ay recorrió con la mirada los rostros familiares y amistosos de la calle, y sospechó<br />

que ella se inventaba razones, aunque era cierto que había más niños.<br />

Apoyó el hombro contra la puerta del antiguo templo y la abrió. Entraron y guardaron<br />

silencio. Un pájaro había quedado prisionero en el interior. Voló en círculos, acercándose, como<br />

para examinarlos; luego se lanzó hacia arriba y huyó por un agujero en el techo.<br />

La luz se filtraba por ese y otros agujeros, creando rayos donde giraban las partículas de<br />

polvo. Los cerdos habían sido trasladados poco antes a unas zahúrdas en el exterior, pero el olor

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