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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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La nube de vapor que les envolvía las cabezas los unió cuando se apoyaron en las lanzas y<br />

miraron con reprobación a Aoz Roon. Este último iba de un lado a otro, apartado de ellos, con<br />

expresión sombría.<br />

—¿Regresar? Habláis como mujeres. Vinimos a pelear, y pelearemos, aunque entreguemos<br />

nuestras vidas a Wutra. Si hay phagors en las inmediaciones, haré que vengan. Quedaos aquí.<br />

Subió corriendo a la cumbre de la elevación, hasta que vio de nuevo a las mujeres, dispuesto<br />

a gritar y a despertar todos los ecos de esas tierras desiertas.<br />

Pero el enemigo ya estaba a la vista. Ahora, demasiado tarde, Aoz Roon comprendía por qué<br />

no habían visto más borlieneses errantes; habían huido aterrorizados. Como la anciana Molas<br />

Ferd cuando viera la inundación, quedó paralizado contemplando al milenario enemigo de los<br />

hombres.<br />

Las mujeres se habían agrupado en un extremo de la laguna; las bestias de dos filos en el<br />

otro. Las mujeres hacían movimientos indecisos y asustados; las bestias esperaban inmóviles.<br />

Aun sorprendidas, las mujeres reaccionaban cada una a su modo; los phagors eran un grupo<br />

compacto.<br />

No se podía saber cuántos eran los enemigos. Parecían fundirse con las nieblas vespertinas, y<br />

con las cicatrices grises y celestes del paisaje. Uno de ellos soltó una tos áspera y prolongada.<br />

Aparte de esto, podrían haber estado muertos.<br />

Las aves blancas se posaban ahora en la elevación próxima primero con cierta vacilación, y<br />

luego a intervalos regulares, con las cabezas de costado, como las almas de los que se habían<br />

ido.<br />

Por el contorno se podía determinar que tres phagors —presumiblemente los jefes—<br />

montaban en kaidaws.<br />

Como de costumbre, estaban inclinados hacia adelante y con las cabezas muy cerca de las<br />

cabezas de los kaidaws, como si estuvieran a punto de fundirse con ellas. Los phagors de a pie<br />

se arracimaban junto a los flancos de los kaidaws, con los hombros encogidos. Las rocas<br />

vecinas no estaban más inmóviles que ellos.<br />

El que había tosido volvió a toser. Aoz Roon dejó de mirar y llamó a los hombres.<br />

Treparon a la cresta de la elevación y consternados contemplaron al enemigo.<br />

En respuesta, los phagors hicieron un movimiento instantáneo. Los miembros peludos,<br />

extrañamente articulados, pasaron de la inmovilidad a la acción sin pausa intermedia. La laguna<br />

los había detenido. Era bien conocido que evitaban el agua, pero los tiempos estaban<br />

cambiando. Y la vista de treinta gillotas humanas accesibles los decidió. Cargaron.<br />

Una de las treinta bestias montadas blandía una espada por encima de su cabeza. Con un<br />

áspero grito, espoleó al kaidaw, y jinete y cabalgadura se lanzaron adelante. Los demás<br />

siguieron como si fueran sólo uno, montados o a la carrera. Y avanzaron penetrando en las<br />

aguas de la<br />

laguna.<br />

El pánico dispersó a las mujeres. Ahora que el adversario estaba casi sobre ellas, corrían de<br />

un lado a otro entre las dos elevaciones. Algunas trepaban a la izquierda, otras a la derecha,<br />

emitiendo ahogados gritos de angustia, como aves espantadas.<br />

Sólo Shay Tal se mantenía inmóvil, frente a la carga de los phagors, mientras Vry y Amin<br />

Lim se apretaban contra ella, aterrorizadas, ocultando sus rostros.<br />

—¡Huye, necia! —rugió Aoz Roon, mientras descendía de la elevación a la carrera,<br />

Shay Tal no oyó la voz, que se perdía entre los chillidos y el furioso chapoteo. A pie firme,<br />

al borde de la laguna que parecía un pez, alzó los brazos como si conminara a la horda phagor a<br />

que se detuviera.<br />

Entonces ocurrió la transformación. Entonces llegó ese momento que pasaría a llamarse, en<br />

los anales de Oldorando, el milagro de la Laguna del Pez.<br />

Algunos dijeron más tarde que una nota aguda recorrió el aire glacial; otros que una voz<br />

suprema había hablado; otros juraron que Wutra había descargado el golpe.<br />

Todo el grupo invasor, integrado por dieciséis phagors, entró en la laguna, con los tres<br />

estalones montados al frente. La furia los lanzó al elemento ajeno, en el que se hundieron hasta<br />

las caderas, revolviendo el agua con la violencia del ataque, cuando todo el lago se congeló.<br />

En un momento las aguas eran un líquido absolutamente inmóvil, que por eso se mantenía

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