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una fina y quebradiza capa de hielo.<br />
Freyr se alzaba en el cielo cuando la ciudad fue despertada por los inflamados gritos de Aoz<br />
Roon. Las mujeres los oyeron con angustia mientras se ponían las botas<br />
para ir a trabajar, y despertaron a sus hombres. Aoz Roon arrancaba una hoja del libro de<br />
Shay Tal.<br />
—¡Afuera todos, malditos! ¡Iréis a luchar hoy contra los phagors, todos, hasta e! último! ¡Mi<br />
resolución contra vuestra negligencia! Arriba, arriba todos, a luchar. Si hay phagors, pues<br />
lucharéis. Yo he combatido contra ellos con las manos desnudas; bien podéis combatir juntos,<br />
desechos humanos. ¡Hoy será un gran día en la historia, ¿me oís?, un gran día, aunque ni uno de<br />
vosotros quede vivo!<br />
Mientras las frías nubes de la madrugada se desplazaban rápidamente, en lo alto, la gran<br />
figura de Aoz Roon, envuelta en pieles negras, se erguía sobre la torre alzando el puño. Con la<br />
otra mano sostenía a Dol Sakil, que se debatía y chillaba, intentando huir del frío del terrado.<br />
Más atrás se veía a Eline Tal, sonriendo débilmente.<br />
—Sí, mataremos a los phagors de acuerdo con el plan de las mujeres... ¿Me escucháis,<br />
memas ociosas de la academia? Lucharemos según el plan de las mujeres, para bien o para mal,<br />
al pie de la letra. ¡Por la roca original, hoy veremos qué ocurre, veremos si Shay Tal habla con<br />
sensatez, veremos cuánto valen sus profecías!<br />
Unas pocas figuras aparecieron en la calle, sobre el hielo, mirando a su señor. Algunas se<br />
abrazaban, con miedo, pero la vieja Rol Sakil, madre de Dol, cloqueó y dijo: —Ha de estar bien<br />
formado, como ha dicho mi Dol, si puede gritar así. ¡Brama como un toro!<br />
Él se acercó al borde del parapeto y las miró, arrastrando consigo a Dol y gritando todavía.<br />
—Sí, ya veremos qué valen esas palabras. Probaremos a Shay Tal en la batalla, ya que todos<br />
pensáis tan bien de ella. Hoy ganaremos o perderemos, y correrá la sangre, la roja o la amarilla.<br />
Escupió y se retiró. La puerta trampa del terrado se cerró con violencia mientras bajaba de<br />
vuelta al interior de la torre.<br />
Después de comer un poco de pan moreno, todos se pusieron en marcha, apremiados por los<br />
cazadores. Estaban tranquilos, incluso Aoz Roon. La tempestad de palabras había cedido,<br />
agotada. Se encaminaron hacia el sudeste. La temperatura se mantenía bajo cero, Era un día<br />
apacible, y los soles se ocultaban entre las nubes. El suelo estaba duro y el hielo se quebraba<br />
debajo de los pies.<br />
Shay Tal caminaba con las mujeres; tenía la boca fruncida y el abrigo de pieles le ondulaba<br />
alrededor del cuerpo delgado.<br />
El avance era lento, pues las mujeres no estaban acostumbradas a recorrer distancias largas,<br />
que nada significaban para los hombres. Por fin llegaron a la quebrada llanura donde la partida<br />
de caza de Laintal Ay había sorprendido a los hombres de Borlien, tan sólo dos días antes de la<br />
inundación del Voral. Entre las elevaciones paralelas, una serie de lagunas reflejaban la luz<br />
como peces embarrancados. Allí se prepararía la emboscada. El frío atraería a los phagors, si<br />
estaban cerca. Batalix se había puesto detrás de las nubes.<br />
Junto a la primera charca, las mujeres se detuvieron, mirando a Shay Tal de modo no muy<br />
amistoso. Comprendían el peligro que ellas correrían si aparecían los phagors, en particular si<br />
venían montados. De nada serviría que mirasen ansiosamente alrededor, pues las elevaciones<br />
ocultaban buena parte del escenario.<br />
Estaban expuestas al peligro y a los elementos. La temperatura se mantenía dos o tres grados<br />
por debajo del punto de congelación. Reinaba la calma; el aire era glacial. La laguna se extendía<br />
silenciosa ante ellos: ocupaba todo el espacio entre las dos elevaciones, unos cuarenta metros, y<br />
tenía cien metros de longitud. Las aguas estaban serenas aunque todavía no heladas, y reflejaban<br />
tersamente el cielo. La hosca apariencia de estas aguas despertó un cierto temor sobrenatural en<br />
las mujeres, mientras los cazadores desaparecían detrás de una de las elevaciones. Incluso la<br />
hierba que pisaban, quebradiza por la escarcha, parecía soportar una maldición, y las aves<br />
guardaban silencio.<br />
A los hombres les incomodaba la presencia de las mujeres. Se situaron en la depresión<br />
vecina, junto a otra laguna, y se quejaron a Aoz Roon.—No hemos visto señales de phagors —<br />
dijo Tanth Ein, soplándose las uñas—. Regresemos. ¿Y si destruyeran Oldorando mientras<br />
estamos afuera? Sólo eso nos faltaría.