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habría alentado a persistir. Pero Shay Tal advertía que la mente de Aoz Roon no se había<br />
ocupado de ella, sino de asuntos más importantes.<br />
Se acomodó las burdas vestiduras y se sentó en la cama. Cuando Vry regresó, estaba aún en<br />
esa actitud, pero se levantó de un salto al ver entrar a su joven amiga.<br />
—Siempre hemos de ser positivas —explicó—. Si yo fuera una hechicera, traería de vuelta la<br />
nieve, para Aoz Roon.<br />
—Eres una hechicera —dijo lealmente Vry.<br />
La noticia de los phagors corrió con rapidez. Quienes recordaban la última incursión a la<br />
ciudad no hablaban de otra cosa. Lo contaban cuando el rathel los derrumbaba sobre los lechos;<br />
lo contaban al alba, cuando molían el grano a la luz de las velas.<br />
—Podemos contribuir con algo más que palabras —dijo Shay Tal a las mujeres—. Tenemos<br />
corazones valientes así como lenguas rápidas. Demostraremos a Aoz Roon de qué somos<br />
capaces. Quiero que escuchéis lo que he pensado.<br />
Decidieron que la academia, que siempre tenía que justificarse a sí misma a los ojos de los<br />
hombres, presentaría un plan de ataque capaz de salvar a Oldorando. Las mujeres elegirían un<br />
lugar adecuado y se mostrarían allí, seguras, para que los phagors las vieran. Cuando los<br />
phagors se acercaran, caerían en una emboscada: los cazadores estarían escondidos a los flancos<br />
para lanzarse sobre ellos. Las mujeres gritaron pidiendo sangre mientras discutían la idea.<br />
Una vez estudiado el plan, eligieron a una de las muchachas más bonitas de la academia<br />
como emisaria que visitaría a Aoz Roon. La elegida, casi de la misma edad de Vry, fue Dol<br />
Sakil, hija de la anciana partera Rol Sakil. Oyre escoltó a Dol hasta la torre de su padre; la<br />
muchacha tenía que saludar a Aoz Roon y pedirle que concurriera a la casa de las mujeres,<br />
donde se le presentaría la propuesta defensiva.<br />
—¿Crees que me escuchará? —preguntó Dol. Oyre sonrió y la empujó al interior de la torre.<br />
Esperó mientras caía la lluvia.<br />
Oyre retornó a la casa de las mujeres a media mañana. Estaba sola y parecía furiosa.<br />
Finalmente estalló y contó lo ocurrido. Aoz Roon había rechazado la invitación de las mujeres,<br />
pero se había quedado con Dol Sakil. La consideraba un presente de la academia. Viviría con<br />
ella de ahora en adelante.<br />
Ante la noticia, Shay Tal tuvo un ataque de cólera. Se arrojó al suelo. Gritó y se arrancó los<br />
cabellos. Bailó de indignación. Gesticuló y juró vengarse de todos los estúpidos hombres.<br />
Profetizó que serían comidos vivos por los phagors, mientras el presunto jefe yacía en cama<br />
copulando con una niña boba. Dijo muchas otras cosas terribles. Las compañeras no pudieron<br />
calmarla y Vry y Oyre se alejaron asustadas.<br />
—Es vergonzoso —dijo Rol Sakil—; pero será bueno para Dol.<br />
Shay Tal se arrebujó en sus ropas y se lanzó corno un huracán a la calle y a la gran torre<br />
donde vivía Aoz Roon.<br />
La lluvia le caía sobre el rostro mientras reprochaba a gritos la conducta escandalosa de Aoz<br />
Roon, desafiándolo a que saliera.<br />
Tal era el griterío, que los hombres de las corporaciones y algunos cazadores corrieron a ver<br />
qué ocurría. Se quedaron al amparo de los ruinosos edificios, sonriendo, de brazos cruzados,<br />
mientras la lluvia inclinaba casi hasta el suelo los penachos de vapor de los géiseres y el barro<br />
burbujeaba entre las botas de los hombres.<br />
Aoz Roon se asomó a la ventana de la torre. Miró hacia abajo y gritó a Shay Tal que se<br />
marchara. Ella le mostró el puño. Dijo que era un hombre abominable y que por causa de él todo<br />
Embruddock sufriría un desastre.<br />
En este punto, llegó Laintal Ay y tomó del brazo a Shay Tal, hablándole con dulzura. Ella<br />
dejó de gritar. Laintal Ay le dijo que no desesperase. Los cazadores sabían cómo atacar a los<br />
phagors. También Aoz Roon. Saldrían a combatir cuando mejorara la temperatura.<br />
—Cuando mejore. Si mejora. ¿Quién eres tú para poner esas condiciones, Laintal Ay? ¡Los<br />
hombres son tan débiles! —Alzó los puños hacia las nubes.— Seguiréis mi plan, o el desastre<br />
caerá sobre todos nosotros. Y sobre ti, Aoz Roon, ¿me oyes? Lo veo claramente con mi mirada<br />
interior.<br />
—Sí, sí. —Laintal Ay intentaba acallarla.<br />
—No me toques. ¡Limítate a seguir el plan! Y si ese necio de jefe o supuesto jefe quiere