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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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Luego se volvió al impasible Dathka y dijo: —Baja a hablar con Oyre. Hará lo que yo<br />

quiera. Que traiga aquí a Nahkri. Él se pondría una nariz de cerdo si ella se lo pidiese. Ya he<br />

visto cómo la mira, esa basura.<br />

Encogiéndose de hombros, en silencio, Dathka bajó. Oyre estaba trabajando en casa de<br />

Nahkri, con gran disgusto de Laintal Ay. Gracias a su belleza, era mejor tratada que otras<br />

mujeres.<br />

Aoz Roon se abrazó a sí mismo, se estremeció, recorrió el terrado y lanzó unos juramentos a<br />

la oscuridad. Dathka regresó.<br />

—Lo traerá —dijo brevemente—. Pero eso que te propones no está bien. No cuentes<br />

conmigo.<br />

—Calla. —Era la primera vez que alguien daba semejante orden a Dathka. Retrocedió y se<br />

ocultó en la más profunda oscuridad mientras las figuras salían de la puerta trampa; tres figuras,<br />

y la primera la de Oyre. Después venía Nahkri con el jarro de licor en la mano, y luego Laintal<br />

Ay, quien había decidido no alejarse de Oyre. Parecía enojado, y no cambió de expresión<br />

cuando miró a Aoz Roon. También éste frunció el ceño.<br />

—Quédate abajo, Laintal Ay. No has de participar en esto —dijo ásperamente Aoz Roon.<br />

—Aquí está Oyre —respondió Laintal Ay, como si eso fuera suficiente, sin moverse.—Me<br />

está acompañando, padre —explicó Oyre. Aoz Roon la apartó y enfrentó a Nahkri.<br />

—Siempre nos hemos llevado mal, Nahkri. Ahora, prepárate para luchar conmigo, hombre a<br />

hombre.<br />

—Baja de mi terrado —ordenó Nahkri —. No toleraré que estés aquí. Tu lugar está abajo.<br />

—Prepárate para luchar.<br />

—Siempre has sido insolente, Aoz Roon; hablas de luchar porque fracasaste en la cacería.<br />

Has bebido demasiado. —La voz de Nahkri estaba ronca por el vino y el rathel.<br />

—Hablo y lo hago —gritó Aoz Roon, y se lanzó contra Nahkri.<br />

Nahkri le arrojó el jarro, Oyre y Laintal Ay intentaron retener a Aoz Roon, pero él se liberó y<br />

golpeó a Nahkri en la cara.<br />

Nahkri cayó, rodó, y sacó una daga del cinturón. La única luz venía de una gruesa vela que<br />

ardía en el piso inferior. Los verdes pliegues del cielo apenas teñían los asuntos humanos. Aoz<br />

Roon trató de patear la daga, falló, y cayó pesadamente sobre Nahkri, inmovilizándolo.<br />

Gimiendo, Nahkri empezó a vomitar; Aoz Roon se apartó de él. Ambos se pusieron de pie<br />

jadeando.<br />

—Acabad con esto, los dos —exclamó Oyre, aferrándose a su padre.<br />

—¿Qué ocurre? —preguntó Laintal Ay—. Lo has provocado sin motivo, Aoz Roon. Aunque<br />

sea un necio, tiene razón.<br />

—Calla, si quieres a mi hija —rugió Aoz Roon, mientras cargaba. Nahkri, que aún respiraba<br />

con dificultad, no tenía defensa. Había perdido la daga. Bajo una lluvia de golpes fue arrastrado<br />

hasta el parapeto. Oyre gritó. Nahkri vaciló un momento; luego las rodillas se le doblaron. Y<br />

luego desapareció.<br />

Todos oyeron cómo golpeaba el suelo, al pie de la torre. Se quedaron inmóviles, mirándose<br />

con culpa unos a otros. Un canto de borrachos subía hacia ellos desde el interior de la torre.<br />

Sintiéndome befuddock<br />

voy camino de Embruddock<br />

y sorprendo a una marrana<br />

que bailaba una pavana<br />

y me caigo de buddock...<br />

Aoz Roon se inclinó sobre el parapeto.<br />

—Supongo que todo ha terminado para ti, señor Nahkri —dijo en un tono tranquilo. Jadeó, y<br />

se abrazó las costillas. Se volvió y miró a todos, fieramente.<br />

Laintal Ay y Oyre estaban juntos. Oyre sollozaba.<br />

Dathka se adelantó y dijo con voz hueca: —Guarda silencio, Laintal Ay, y tú, Oyre, si<br />

apreciáis vuestras vidas. Ya habéis visto con qué facilidad se pueden perder. Yo diré que vi<br />

discutir a Nahkri y Klils. Pelearon, y cayeron juntos por encima del parapeto. No pudimos

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