10 prosa poética fp 10
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telares de hierba. Sobrepasamos una espumosa corriente de agua, y volteamos a la izquierda. Se hizo entonces estrecho el camino y nos vimos rodeados de gigantescos árboles; al fondo, luces de consuelo. Entramos en el patio del recuerdo. Nos detuvimos. Descendimos halagados del coche hacia la gran puerta vieja. Nos recostamos en todo el sueño. ¡Amaneció! Transcurrió tranquilo el día. Llegó la noche; Otra noche de luna… EL CUENTO 604 La tenebrosidad parecía haberse sumergido profundizando aquella concavidad hosca y negra, que anidaba en toda inmensidad y en toda pequeñez. Parecía que todo principio de luz había desaparecido ante una majestad sublime y oscura, que extendía su reino sin margen. Monstruo impenetrable, monstruo inmenso. Mientras yo confuso, mientras encumbrado en aquel inquietante ámbito de negrura, abordaron quedamente bullicios lentos; golpes que volaban tardíos, en largo compás, sobre copudos árboles en desolación eterna. -Recorrerá estos parajes algún ser extravagante de la altura - me dije, cerniendo en mi espíritu el temor. Me esforzaba en descubrir aquellos espacios de misterio. Entre golpes solos, golpes secos, los bullicios descendieron tardamente… De pronto, un claror tenue, titilante, pálido, tembló en el bosquejal. Por las hojas obscuras traspasó la luz. Aquella luz, pacificó el temor, y exterminó las sombras. Aquella luz buscada descendió… Agudicé mi vista inquieta, y descubrí, volando en su silencio, un gran pájaro negro de letargos vuelos. Todo mi espíritu volcó en su paso. 605
Con el alón calmoso, como ansiando entrañarse con su vastedad de alas inmensamente morosas en el campo que atravesaba, el ave sombría enlutaba las nubes lejanamente perladas de sombras blancas. Era negro, completamente negro. Su pico, su plumaje. Parecía que la noche más negra lo había engendrado. Extraño, como reuniendo en sí fiereza y venganza, concentró su vuelo en mitad del árido boscaje, cada vez más lento, cada vez más lóbrego. Luego, al contemplar aquietado las morroñosas cortezas de un viejo ciprés, y tornando en raudo su tenderse lento, se encogió, encrespando el plumaje, y se tendió vertical, desgarrando las tiernas yemas nacientes de la gran sinuosidad del árbol. Y tras desbrozar los últimos recuerdos de la ternura surgida en aquella longevidad, se abajó ingrávido, sobre las infantes cepas, desplomándose en medio de gozosa crueldad, y mudando hacia el tiempo su cuerpo tenebrecido, en esqueleto blanco. * * * Silencioso, absorto, en mudo recogimiento, el misterio hollaba de incertidumbre al boscaje. Entre los mustios huesos blancos, arraigaron graves, solemnes, rudas raíces negras, de un tallo negro. El cortezón, en vestimenta informe, guardaba, con su luenga cobertura, sendas de savia negra, de un tallo negro. Aquel nuevo germen del pájaro muerto, 606 se nutría de obscuridad, bebía sangre prieta. Mas, por cada taciturna hoja nueva que engendraba el tronco, la tierra absorbía, paso a paso, un árbol más inútilmente frondoso, inútilmente verde, del ávido polvo en el que yacía aquel bosque. Nacían los gérmenes tardos entre una existencia vieja, que parecía perdida con su paso moroso, en la avidez de tierras cruentas.
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telares de hierba.<br />
Sobrepasamos una espumosa corriente de agua, y<br />
volteamos a la izquierda. Se hizo entonces estrecho<br />
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árboles; al fondo, luces de consuelo. Entramos en el<br />
patio del recuerdo. Nos detuvimos. Descendimos<br />
halagados del coche hacia la gran puerta vieja. Nos<br />
recostamos en todo el sueño. ¡Amaneció!<br />
Transcurrió tranquilo el día.<br />
Llegó la noche; Otra noche de luna…<br />
EL CUENTO<br />
604<br />
La tenebrosidad parecía haberse sumergido<br />
profundizando aquella concavidad hosca y negra,<br />
que anidaba en toda inmensidad y en toda pequeñez.<br />
Parecía que todo principio de luz había desaparecido<br />
ante una majestad sublime y oscura, que extendía su<br />
reino sin margen. Monstruo impenetrable, monstruo<br />
inmenso.<br />
Mientras yo confuso, mientras encumbrado en<br />
aquel inquietante ámbito de negrura, abordaron<br />
quedamente bullicios lentos; golpes que volaban<br />
tardíos, en largo compás, sobre copudos árboles en<br />
desolación eterna.<br />
-Recorrerá estos parajes algún ser extravagante de<br />
la altura - me dije, cerniendo en mi espíritu el temor.<br />
Me esforzaba en descubrir aquellos espacios de<br />
misterio. Entre golpes solos, golpes secos, los<br />
bullicios descendieron tardamente…<br />
De pronto, un claror tenue, titilante, pálido,<br />
tembló en el bosquejal. Por las hojas obscuras<br />
traspasó la luz. Aquella luz, pacificó el temor, y<br />
exterminó las sombras. Aquella luz buscada<br />
descendió… Agudicé mi vista inquieta, y descubrí,<br />
volando en su silencio, un gran pájaro negro de<br />
letargos vuelos. Todo mi espíritu volcó en su paso.<br />
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