10 prosa poética fp 10

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08.05.2013 Views

En aquellos dos escenarios, el manso y el hórrido, los temores se mudaron en patéticos sosiegos. He vivido tres espacios… ¿Será posible sentir el instante mismo del sueño? Aquel que cuando aún no estando durmiendo, ya estamos dormidos. La incógnita del último momento de conciencia que nos lleva al sitio del sueño. Minuto nunca sentido y no sabido. El espacio real, labró imágenes, que repercutieron en mi cerebro, vagaron por mi mente, descubrieron la cueva de la fantasía, se enrolaron en sombras negras, y las dieron vida. Y entonces refraguada, acudiéronme con su esencia mental, obscuras, tenebrosas e inciertas, vibrando en temible arte negro, de locos, e hicieron sus andanzas por el indomable escenario de mi cerebro en sueño, 601 y por mis nervios subconscientemente tensos. Y más tarde, tras raudo episodio de lacónico terror, soñando, caí inconsciente, en un mundo hosco y mudo, dentro del mismo sueño. Sin control de mi cuerpo, sin control del pensar, sin control de mi imaginación, en un mundo más hondo que los sueños. * * * Intenté entrar nuevamente en la casa del Sueño… Imposible. No puedo entrarme en mí mismo. Yo, el único habitante de mí, no puedo volverme a mí mismo. No pude franquear la puerta insondable del tiempo. Subí las densas gradas del insomnio. Una gran puerta de bronce color metálico, pesada, como de hierro permanente, ese gris mate impenetrable y solitario, ese dantesco gris del sueño o del desmayo me separaba de mí mismo. Quise abordar el resquicio obscuro… fue inútil. Las puertas del sueño estaban cerradas. Las ideas, las memorias, los recuerdos, vagan solos por la mente, nadando en el aire de la calma, y se arman entre sí para montar el sueño; y se cruzan y

ecruzan entre sí armando la noctámbula suerte, donde las voces del silencio se hacen grandes. . 602 EL PEQUEÑO VIAJE (1.960) Fue de noche, y fue de luna. Los prados iluminados de agonizante luz. Salimos de un Tilipulo viejo en el coche blanco. Llevaba en mi mente la angustiosa espera, la del escabroso arenal. Llegamos ya a la tierra removida. Curvas nerviosamente pequeñas, seguidas del violento empujón. Vi la Iglesia blanca llena de recuerdos, que me hizo meditar largamente. Y entre esos pensamientos volví mi vista hacia el largo arenal. Pencos verdes a los lados, que amenazan meterse entre las nubes densas. Árboles pequeños de eucalipto. Pasamos junto a la humildad de las aldeas. Quería ver enfrente el fin de la arena. Pero largos momentos de angustia transcurrieron, hasta que de momento la vimos victoriosos. Satisfechos recorrimos el largo camino y dimos con el pequeño pueblo que dormía en misterioso silencio. Faroles luminosos; grandes camiones al costado, callados sobre las altas llantas. Pasamos por Latacunga. Las calles en alto y desoladas. Nos internamos en las tinieblas por un carretero plano. Carros de grandes faros, pasaron delante enteros. Bosques limitados de verdes pliegues alzan sus majestuosas ramas hacia el 603 azul del firmamento. Hojas tiesas caen en la arenilla seca. El murmullo del agua se oye lejanamente. Al fondo de la senda, y tras una curva silenciosa, vi las señales que esperaba ansiadamente. Habíamos llegado a lo ancho del camino, invadido de charcos húmedos y obscuros. Doblando en media vía, se hizo tras nosotros una nube blanquecina de polvo. Nuevamente prados verdosos. Otra vez los hermosos

En aquellos dos escenarios, el manso y el hórrido,<br />

los temores se mudaron en patéticos sosiegos.<br />

He vivido tres espacios… ¿Será posible sentir el<br />

instante mismo del sueño? Aquel que cuando aún no<br />

estando durmiendo, ya estamos dormidos. La<br />

incógnita del último momento de conciencia que nos<br />

lleva al sitio del sueño. Minuto nunca sentido y no<br />

sabido.<br />

El espacio real, labró imágenes, que repercutieron<br />

en mi cerebro, vagaron por mi mente, descubrieron<br />

la cueva de la fantasía, se enrolaron en sombras<br />

negras, y las dieron vida.<br />

Y entonces refraguada, acudiéronme con su esencia<br />

mental, obscuras, tenebrosas e inciertas, vibrando en<br />

temible arte negro, de locos, e hicieron sus andanzas<br />

por el indomable escenario de mi cerebro en sueño,<br />

601<br />

y por mis nervios subconscientemente tensos.<br />

Y más tarde, tras raudo episodio de lacónico terror,<br />

soñando, caí inconsciente, en un mundo hosco y<br />

mudo, dentro del mismo sueño. Sin control de mi<br />

cuerpo, sin control del pensar, sin control de mi<br />

imaginación, en un mundo más hondo que los<br />

sueños.<br />

* * *<br />

Intenté entrar nuevamente en la casa del Sueño…<br />

Imposible. No puedo entrarme en mí mismo. Yo, el<br />

único habitante de mí, no puedo volverme a mí<br />

mismo. No pude franquear la puerta insondable del<br />

tiempo. Subí las densas gradas del insomnio. Una<br />

gran puerta de bronce color metálico, pesada, como<br />

de hierro permanente, ese gris mate impenetrable y<br />

solitario, ese dantesco gris del sueño o del desmayo<br />

me separaba de mí mismo. Quise abordar el<br />

resquicio obscuro… fue inútil. Las puertas del sueño<br />

estaban cerradas.<br />

Las ideas, las memorias, los recuerdos, vagan<br />

solos por la mente, nadando en el aire de la calma, y<br />

se arman entre sí para montar el sueño; y se cruzan y

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