10 prosa poética fp 10
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La canoa sola y ciega en su madera, vieja de mar, cargada al hombro el remo dormido, con sus velas colmadas de viento, se mece aquietada en el muelle. El horizonte, anidado apenas en sombras de nube, se pierde ciegamente en la tarde. Las ataduras ceñidas a la barca, parecen desgajarse. La canoa solitaria forcejea a cada oleaje, presa de tanta brisa, vaciada de distancias. Obscurece en cada arena, una a una… La tarea de la noche se adensa en negror y frío. De pronto, una brisa descarriada recorre las playas. ¡Las ataduras, astilladas, han cedido! La canoa del remo dormido se desliza en descamino, sin rumbo, enjuta, rudamente; perdida en su quietud, sepultada en su noche desconocida, se va adentrando a la mar, con sus velas encorvadas a toda brisa, en busca de inmensidad. Los maderos, acodillados entre sí por doquier, suenan y resuenan desgajándose, venciendo la porfía de la ola. Barca sin remero, barca del pueblito batido en la tormenta, atronado de lumbres que el rayo amordaza y prende. Barquita sola. 640 Y el pescador descubre en la bravura sorda y remota de la ola informe, una barca que va quebrando sus brisas, maniatada del agua, suelta de bridas, como se rompe y abre en alas, en brazos cayendo sobre la madera que se desintegra y tiembla en el aire a cada manotazo del oleaje. Mientras el Pescador remira la costa como un alba, va atemorizando su alma viendo y repasando la canoa que se profundiza en la noche, harapienta, desgarrada, tristemente deshaciéndose en una distancia sin medida, sin remo, sin cuna, sin ser… Y los últimos trozos desgajados le dicen, al desperdigarse en un golpe de mar, que son tan infinitos en su /desaparición/, que hasta la distancia es ya tan sólo un nombre, una noción relativa que el
hombre teme, una invención que se esfuma en un pedazo de eternidad. 641 El pájaro, romántico de brisa, va sombreando sus alas en el dorado infinito de la nube. Erradizo en la playa vasta del horizonte, atisba en la foscura la rama dejada… Sus alas golpetean ansiosas; gotas de viento hacia el ocaso. Una lágrima de hojas solas pena el sauce enjuto, viejo de calma, sabio de sombra, peregrino de todas las tardes. El pájaro brincotea en la hojarasca dormida, y se pierde en la paz de su fronda, mientras la hiedra quietamente canta sus coros húmedos desde los rincones de la riachuela. El ave remira inquieta sus sendas amigas, y apacienta su dulzura en la soledad, en la pequeñez… Y el nido yerto, que solitario y vacío recuenta en el viento sus últimas pajas, está quejoso del cuervo travieso… había todo descascarado en el picoteo… y robado sus infantes vidas blancas!... yacente aún la huella nidosa y tibia, en el polvo manso que se enluta bajo el tronco intacto. Y el pájaro, cargada aún la pajaza temblorosa en el pico tierno, desfallece de piedad, y ansiosamente, recuesta por siempre su plumaje de seda obscura en la hondura triste y desgajada del nidal reseco. La lágrima del sauce, encanecida recoge penosa a la calma, y la abriga en su sombra: abrigador del trino, regando la esperanza de sus hojas secas en el cauce vagabundo de la tarde. 642 Y cubridor, de manos caídas, sombrajosas, que van rozando pesadamente la faz del caminante. Al fondo, los troncos desnudos revisten su negror de sequedad en la tarde sola y quieta. 643
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La canoa sola y ciega en su madera, vieja de mar,<br />
cargada al hombro el remo dormido, con sus velas<br />
colmadas de viento, se mece aquietada en el muelle.<br />
El horizonte, anidado apenas en sombras de nube,<br />
se pierde ciegamente en la tarde.<br />
Las ataduras ceñidas a la barca, parecen desgajarse.<br />
La canoa solitaria forcejea a cada oleaje, presa de<br />
tanta brisa, vaciada de distancias.<br />
Obscurece en cada arena, una a una…<br />
La tarea de la noche se adensa en negror y frío. De<br />
pronto, una brisa descarriada recorre las playas. ¡Las<br />
ataduras, astilladas, han cedido! La canoa del remo<br />
dormido se desliza en descamino, sin rumbo, enjuta,<br />
rudamente; perdida en su quietud, sepultada en su<br />
noche desconocida, se va adentrando a la mar, con<br />
sus velas encorvadas a toda brisa, en busca de<br />
inmensidad.<br />
Los maderos, acodillados entre sí por doquier,<br />
suenan y resuenan desgajándose, venciendo la porfía<br />
de la ola.<br />
Barca sin remero, barca del pueblito batido en la<br />
tormenta, atronado de lumbres que el rayo amordaza<br />
y prende.<br />
Barquita sola.<br />
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Y el pescador descubre en la bravura sorda y<br />
remota de la ola informe, una barca que va<br />
quebrando sus brisas, maniatada del agua, suelta de<br />
bridas, como se rompe y abre en alas, en brazos<br />
cayendo sobre la madera que se desintegra y tiembla<br />
en el aire a cada manotazo del oleaje.<br />
Mientras el Pescador remira la costa como un alba,<br />
va atemorizando su alma viendo y repasando la<br />
canoa que se profundiza en la noche, harapienta,<br />
desgarrada, tristemente deshaciéndose en una<br />
distancia sin medida, sin remo, sin cuna, sin ser…<br />
Y los últimos trozos desgajados le dicen, al<br />
desperdigarse en un golpe de mar, que son tan<br />
infinitos en su /desaparición/, que hasta la distancia<br />
es ya tan sólo un nombre, una noción relativa que el