10 prosa poética fp 10

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08.05.2013 Views

Estoy en el único espacio libre, circuído por dos lechos y un sofá. Remiro el techo…. Me parece una carga lejana… La luz de la claraboya es cada instante más leve. Unos cuantos pasos más, y se abre un cuarto sin puerta. Está el marco deshojado. Hay apenas un cordón grisáceo, colgado, por el que mucho tiempo no ha surcado la electricidad. Conecto el interruptor: solo un golpe seco. Avistando el perfil del alambrón se descubre una boquilla vacía. Nuevamente un tragaluz. 629 Nuevamente el mismo cielo azul y blanco. Hay algo que escucho más claro que otras veces: mis pasos. Están solos, recorriendo entre estas esquinas obscuras, que van cercándome en su negrura lentamente… Las huellas de luz se empequeñecen. Es lo único viviente que hay en este cuarto: el juego del día y la noche. Mis pasos se pierden entre tiestos, trastajos, quincallas, utensilios, todos enfermos, todos dormidos, todos quietos… No sé porqué no recojo todo y lo desparramo para producir la vida… quizá temo perturbar esta solemnidad frugal del tiempo. Cerca de mi pie reposa una bota de hombre… Retiro mi calzado negro, lustroso. La sacudo, la desempolvo. Recuerdo la historia de alguien que murió accidentado… La yegua patas arriba sobre él, y su mano apretando una caja de fósforos para empuñar el golpe de la bronca. La huella de un látigo en la espalda. Pereció retornando del amor. Se cuenta que sus botas tajadas de intención, pues estaban resecas por la humedad de la zanja de agua, las abandonaron en este piso… Alguien que murió… La bota que resta estará entre uno de estos escondrijos, adormecida. Y caigo en cuenta, silenciosamente, que jamás dejaron de estar juntas. Hoy, que están más alejadas que nunca, se encuentran alumbrada por un mismo rayo de luz… 630

El trozo de hierro, acallándose, me espera. Forcejeo. Percibo un olor reciente y débil de algo quemado. Palpo el centro del trozo de hierro: parece haber estado un tiempo bajo el fuego. Algunos pasos ascienden las escaleras. ¿Aparecerá un rostro conocido?... Puede ser un rostro extraño… Puede ser el último rostro que mire… se precipitará callado sobre mí… Los pasos se detienen cerca de la puerta cerrada. Retornan. Se alejan… respiro henchidamente, y unas cuantas telarañas pensiles tiemblan cerca a mi rostro. En todas reposan arañitas muertas… Entrecruzo nuevamente el hierro entre los adornos, y me imagino ver un semblante dormido en la cabecera… Aquí todo es vacío y gris. ¡El trozo de hierro se corta!. Me dirijo a la puerta: de un solo golpe queda abierta.. Mis pasos recorren las gradas. Atrás se ve obscuro. Me espera al final del graderío una silla iluminada con luz artificial. Por el ventanal se remira un cielo vivo. 631 Hojas y ramas cabeceando. Pájaros que anidan con premura. Agoniza una tarde más… las voces están más cercanas. Entre estas voces juega mi voz. He retornado a la vida. He dejado una carga pesada de tiempo… Quisiera dejar escrito en esta primera grada un letrero del accidente: “Aquí yace …” . Mas, no sé como continuar. 632 LA VIOLACION

Estoy en el único espacio libre, circuído por dos<br />

lechos y un sofá. Remiro el techo…. Me parece una<br />

carga lejana… La luz de la claraboya es cada<br />

instante más leve. Unos cuantos pasos más, y se abre<br />

un cuarto sin puerta. Está el marco deshojado. Hay<br />

apenas un cordón grisáceo, colgado, por el que<br />

mucho tiempo no ha surcado la electricidad.<br />

Conecto el interruptor: solo un golpe seco.<br />

Avistando el perfil del alambrón se descubre una<br />

boquilla vacía. Nuevamente un tragaluz.<br />

629<br />

Nuevamente el mismo cielo azul y blanco.<br />

Hay algo que escucho más claro que otras veces:<br />

mis pasos. Están solos, recorriendo entre estas<br />

esquinas obscuras, que van cercándome en su<br />

negrura lentamente… Las huellas de luz se<br />

empequeñecen. Es lo único viviente que hay en este<br />

cuarto: el juego del día y la noche. Mis pasos se<br />

pierden entre tiestos, trastajos, quincallas, utensilios,<br />

todos enfermos, todos dormidos, todos quietos… No<br />

sé porqué no recojo todo y lo desparramo para<br />

producir la vida… quizá temo perturbar esta<br />

solemnidad frugal del tiempo.<br />

Cerca de mi pie reposa una bota de hombre…<br />

Retiro mi calzado negro, lustroso. La sacudo, la<br />

desempolvo. Recuerdo la historia de alguien que<br />

murió accidentado… La yegua patas arriba sobre él,<br />

y su mano apretando una caja de fósforos para<br />

empuñar el golpe de la bronca. La huella de un<br />

látigo en la espalda. Pereció retornando del amor. Se<br />

cuenta que sus botas tajadas de intención, pues<br />

estaban resecas por la humedad de la zanja de agua,<br />

las abandonaron en este piso… Alguien que murió…<br />

La bota que resta estará entre uno de estos<br />

escondrijos, adormecida. Y caigo en cuenta,<br />

silenciosamente, que jamás dejaron de estar juntas.<br />

Hoy, que están más alejadas que nunca, se<br />

encuentran alumbrada por un mismo rayo de luz…<br />

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