10 prosa poética fp 10

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08.05.2013 Views

lenta, inconsciente… son apenas baldosas sin color Todo aquí es sin color. Todo tiende ha ser grisáceo. 626 Un gris que no es color … se podría decir que aquí todo es incoloro. Hay una poterna abierta tras estos dos últimos pasos que me separan del graderío, de la única senda que me comunica con la vida Necesito el trozo de hierro. Solo por un trozo de hierro he seguido este camino… podría cejar… Tras la puerta apenas colgada, al fondo, se dibuja un maletero abandonado. Manuscritos de polvo se deshacen por mis manos. En un reverso escribo este momento: “-Maestro, ¿qué es el tiempo? -¿El tiempo?… un cofre siempre abierto, a donde se van regando las horas…” * * * Al pié, esquinado, ¡un hierro delgado se descubre apenas! Intentaré trizarlo. A mi izquierda se aquieta un lecho forjado en bronce. Acodillándolo entre sus adornos quebraré el trozo obscuro. Estaré más sosegado con la puerta cerrada… ¡resignado a la incomunicación! La puertilla algo remordida ha recorrido un trecho. Libre ya, gira un tanto más. Se detiene, está toscamente atascada. Alzándola recorre un trecho aún corto. Torna a remorderse. Arrimándome pesadamente… queda un entresijo apenas. Un hilo de vida asciende por las gradas, cruza, y viene hacia mí. Me deja una ansiedad lejana de voces que 627 extraño, golpes, palabras, risas. Es el vivir… Muevo el lecho, y vibra largamente, despertando su sombra dormida que describe en la pared. Luego, la sombra se adormece, torna al sueño del tiempo. Entrecruzo el hierro entre los adornos laberínticos,

que quizá algún día aherrojaron en regocijo a tantos ojos de amor. Intento doblar el trozo de hierro … se desprende… me golpea. Un nuevo intento… Desde este lugar, a cinco pasos del graderío, se encaja escuetamente aquel maletero abierto. Lo acariciarían viajeros sonreídos, quizá de paso lento, quizá de paso corto… Viajaría por campos ubérrimos o desérticos. Brincaría en coches apresurados. Se mantendría demasiado tiempo cerrado. El que lo abandonó, tuvo el descuido de dejarlo al descubierto… No lo voy a cerrar. Es sin objeto. El hierro ha cedido. Buscaré otra posición entre los adornos para enderezarlo… Sobre mi rostro despliega un tragaluz sus vidrios polvosos. Enmarcado únicamente en este espacio de polvo, se dibuja un cielo azul y blanco. Un cielo despejado y 628 tranquilo de tarde. Pronto viajarán en él estrellas. Alumbrarán quizá romances lejanos… Y alumbrarán apenas por entre estos vidrios empolvados. El hierro se ha enderezado. Torno a doblarlo, hacia el lado contrario. Junto a la puerta cerrada, un sillón obscuro. Le cuelgan pajas quietas como barbas. ¡El viejo estambrado! Todavía guarda sus cuatro patas, dos brazos, y un espaldón. No sé porqué, descanso en él… Está muy frío, muy quedo. Aún le cobija el sueño del tiempo. Todo aquí es lento y casi sin color. Coloco el trozo de hierro en el piso, lo aprieto, y comienzo a forcejear, doblando y desdoblando. Está muy delgado, enmohecido, y débil.

que quizá algún día aherrojaron en regocijo a tantos<br />

ojos de amor.<br />

Intento doblar el trozo de hierro … se desprende…<br />

me golpea. Un nuevo intento…<br />

Desde este lugar, a cinco pasos del graderío, se<br />

encaja escuetamente aquel maletero abierto. Lo<br />

acariciarían viajeros sonreídos, quizá de paso lento,<br />

quizá de paso corto… Viajaría por campos<br />

ubérrimos o desérticos. Brincaría en coches<br />

apresurados. Se mantendría demasiado tiempo<br />

cerrado. El que lo abandonó, tuvo el descuido de<br />

dejarlo al descubierto… No lo voy a cerrar. Es sin<br />

objeto.<br />

El hierro ha cedido. Buscaré otra posición<br />

entre los adornos para enderezarlo…<br />

Sobre mi rostro despliega un tragaluz sus vidrios<br />

polvosos.<br />

Enmarcado únicamente en este espacio de polvo, se<br />

dibuja un cielo azul y blanco. Un cielo despejado y<br />

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tranquilo de tarde. Pronto viajarán en él estrellas.<br />

Alumbrarán quizá romances lejanos… Y alumbrarán<br />

apenas por entre estos vidrios empolvados.<br />

El hierro se ha enderezado. Torno a doblarlo, hacia<br />

el lado contrario.<br />

Junto a la puerta cerrada, un sillón obscuro. Le<br />

cuelgan pajas quietas como barbas. ¡El viejo<br />

estambrado! Todavía guarda sus cuatro patas, dos<br />

brazos, y un espaldón. No sé porqué, descanso en<br />

él… Está muy frío, muy quedo. Aún le cobija el<br />

sueño del tiempo. Todo aquí es lento y casi sin<br />

color.<br />

Coloco el trozo de hierro en el piso, lo aprieto, y<br />

comienzo a forcejear, doblando y desdoblando. Está<br />

muy delgado, enmohecido, y débil.

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