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Y una tarde en que la vieja oró con menos fervor<br />
su oración de Vida, y suicidándose, cedió su ardiente<br />
frente al tibio beso que ella le roció, contrita y<br />
623<br />
gacha. Era una tarde lenta.<br />
El pájaro negro encontró su miga entiviecida al sol,<br />
en las yertas arrugas de las manos de la vieja. Y vio,<br />
girando el rostro incrédulo, como un sepulturero<br />
cargaba con su cuerpo suicida, guardando su espíritu<br />
en la sombra dormida de sus inertes recuerdos.<br />
Y el pájaro no tornó a encontrar su pan, ni en las<br />
pardas rudezas de la piedra, ni en las yertas<br />
rugosidades que se fueron, ni en las huellas de su<br />
pico blanco, buscando y rebuscando en la ansiedad<br />
rugosa que levemente taladraba, labor serena que su<br />
tibio canto apaciguó.<br />
Y el pájaro enloquecido de canto y resplandor,<br />
dedicó tristemente su vida de sombra negra, a<br />
retocar con su pico ansioso, que fue amoratando el<br />
tiempo, picando y repicando, el ventanal rasgado del<br />
cuarto anciano que la Vieja al irse deshabitó.<br />
Y cuando pasea mi cuento por su cuarto,<br />
imaginariamente, él me mira con su pico vivo, y<br />
vuelve lentamente a la rama más cercana y frágil del<br />
árbol frutero, capulí vivo; capulitero.<br />
624<br />
EL CUENTO DEL CUARTO VIEJO<br />
1964<br />
Necesito un trozo de hierro… El portón de fuera<br />
está suelto.<br />
En el cuarto alto abundan vejeces. Debe haber uno.<br />
En el cuarto ato. Ah! sí. En el cuarto alto…