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10 prosa poética fp 10

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medrosas, pesadas, remontando todas las tierras del<br />

mundo con sus cargas enormes y acuosas,<br />

revoloteaba una pájara blanca, atalayando con vuelo<br />

temeroso e inquieto, el perderse de las últimas<br />

huellas de luz, como si quisiese detener el raudo<br />

avance de la oscuridad.<br />

La luz amparó su paso, hasta refugiar sus alas<br />

cargadas, entre sombras de cúpulas que erguían sus<br />

cuerpos de piedra en perenne oración.<br />

Husmeaba con afán ofuscado en mansedumbre y<br />

desespero, en busca del arcano acerbo y pajizo, en el<br />

que secreteaba el blanco tesoro de su trino, sus dos<br />

capullos engendrados, silentes, que desflorarían en<br />

seres de altura. La oscuridad enlutó aquellos ámbitos<br />

caliginosos, y lacerado por aquel silencio y por la<br />

densa negrura, agitaba sus ardientes ojos, cual<br />

ascuas, como si fuesen ellos capaces de vencer la<br />

noche, y comenzó a rondar, extraviado en el céfiro<br />

umbrío, sin rumbo y sin luz.<br />

De pronto, sintió el golpe de su ala blanca en la<br />

rugosidad del nidal andrajoso. Había palpado el<br />

redondo y toscoso albergue. Giró su cuerpo<br />

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medroso, batió con sus alas inquietas, y percibió<br />

como un dolor lejano, el chasquido tenue… cual dos<br />

gotas muertas. Loa huevos fríos y hueros se<br />

desparramaron por la greña.<br />

En la oquedad, un cieno legamoso murmuró con<br />

desprecio, y tornó a enmudecer. La pájara convulsa<br />

sintió latir con ardor su sien y su corazón. Al atisbar<br />

el fango, dos perlíferos gérmenes espejeaban en la<br />

anegada maraña. Descendió entre la difusa umbría,<br />

mas, encontró el cenagal solo, que se acallaba con la<br />

quietud de todo lo existente entre aquellas inmensas<br />

cúpulas, guardas de silencio.<br />

Removió con furor las sendas enfangadas, y tras<br />

agitar el regajo cenagoso rebuscando con ardor<br />

aquel tesoro reincreable, como si desenterrase del<br />

ciénego retazos de tiempo, abandonó las cúpulas con<br />

sus uñas cargadas, yertas y frías. Parecía que llevaba

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