10 prosa poética fp 10

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Y el pájaro guía, con los impulsos de su cuerpo gigante en avance rítmico, con aleos más cargados y lentos, como si se encalmase en la amplitud eterna. Graznaba el pájaro viejo. Con el ala temblorosa avanzaba el pájaro maduro. Y el ave guía trémulo y en silencio. Más tarde, la vieja ave cascada, retrasada viejamente, graznó más fuerte, y tornó más despaciosos sus aleteos, como si le bastasen para avanzar sus estentóreos bramidos. Mas, brotaban ya, perdido el afán de sembrar compasión en aquestos sus compañeros de corazón de piedra, simulando raudos gemidos, con ansia de taladrar aquellos manojos de carne, en un adiós de ansiedad hacia los dos sordos pajarotes que cansados y mustios se adensaban lejanamente en la premura. Temblaba su cuerpo tras el graznar enloquecido, cual si compungido sacudiese su corazón, a poco más lento y más callado. Sintiéndose caer en un visaje de altura, y en medio vértigo, en el desborde desquiciado de su anieblada mente, intentó enroscarse de los turbiones que vagaban al son del viento desorbitado. Se contrajo en un temblor que ahondaba sus carnes, enmudeció su corazón seco y duro, y con el golpe muerto que se percibió al desplomarse, sintieron los otros dos 614 pájaros negros un estridor más que se perdía en la quietumbre del yermo… El ave madura, con sus plumas crispadas, ansiaba triturar en los lagrimales las arenas que revolvían por su rostro. Mas, de pronto, estrujó sus párpados con ardor, como si contuviese entre ellos una presa diminuta, cuando una de aquellas ventiscas enarenadas habíase encarnado en la pupila blanca. Abrió desesperado su otro ojo aún latiente, a mirar la esencia roja que profusa corría por sus carnosidades. Con sus uñas rígidas, ansió desgarrar las manchas teñidas, y turbado de sangre y desierto, se las incrustó en la única angostura abierta de su monda pupila, pupila blanda…

Graznó agitado, tembloroso, ciego y herido. El fondo cuajado de riscos enhiestos sobre la inmensidad solemne, aguardaba su paso… Aleteó impetuoso en su oscuridad, queriendo descubrir la luz. Temblaba su plumaje oscuro, azotado por la miríada de arenas que se injertaban en sus densas y frías carnes. En sus entrañas sombrías modelaba chirridos para lanzarlos al viento cada vez más despiadado. Solo, en los ámbitos negros de su ceguera, solo, en los rincones turbios de su locura, solitario en sus graznidos, volando en la soledad, impactó su cráneo 615 en la informe roca erguida, y su sangre tiñó la palidez rocosa… El último pájaro negro, creyó escuchar un sordo graznido más en los peñascales, y persistió en su rítmico avance, como un ser perpetuo… Hacia el praderío una senda argéntea serpeaba los últimos vestigios del desierto. Las alas del pájaro oscuro golpeaban eternizadas en el vuelo abatido sobre la fosca inmensidad. Mas, al avistar su sombra en aquel camino que llevaba rumoroso el alma de mar, que ondulaba aquel corazón cristalino desconocido por siempre en el Yermo, se desplomó embebecido en aquesta magia de ansiedad feliz. Las olas colmadas y sordas, lo enrumbaron hacia una infinitud de paz, mientras agonizaban las tibias claridades de un atardecer… 616 EL NIDO PARDO En la negrez informe de un tardecer, en la umbría titilante, entre inmensas nubes que viajaban

Y el pájaro guía, con los impulsos de su cuerpo<br />

gigante en avance rítmico, con aleos más cargados y<br />

lentos, como si se encalmase en la amplitud eterna.<br />

Graznaba el pájaro viejo.<br />

Con el ala temblorosa avanzaba el pájaro maduro.<br />

Y el ave guía trémulo y en silencio.<br />

Más tarde, la vieja ave cascada, retrasada<br />

viejamente, graznó más fuerte, y tornó más<br />

despaciosos sus aleteos, como si le bastasen para<br />

avanzar sus estentóreos bramidos.<br />

Mas, brotaban ya, perdido el afán de sembrar<br />

compasión en aquestos sus compañeros de corazón<br />

de piedra, simulando raudos gemidos, con ansia de<br />

taladrar aquellos manojos de carne, en un adiós de<br />

ansiedad hacia los dos sordos pajarotes que cansados<br />

y mustios se adensaban lejanamente en la premura.<br />

Temblaba su cuerpo tras el graznar enloquecido,<br />

cual si compungido sacudiese su corazón, a poco<br />

más lento y más callado.<br />

Sintiéndose caer en un visaje de altura, y en medio<br />

vértigo, en el desborde desquiciado de su anieblada<br />

mente, intentó enroscarse de los turbiones que<br />

vagaban al son del viento desorbitado. Se contrajo<br />

en un temblor que ahondaba sus carnes, enmudeció<br />

su corazón seco y duro, y con el golpe muerto que se<br />

percibió al desplomarse, sintieron los otros dos<br />

614<br />

pájaros negros un estridor más que se perdía en la<br />

quietumbre del yermo…<br />

El ave madura, con sus plumas crispadas, ansiaba<br />

triturar en los lagrimales las arenas que revolvían<br />

por su rostro. Mas, de pronto, estrujó sus párpados<br />

con ardor, como si contuviese entre ellos una presa<br />

diminuta, cuando una de aquellas ventiscas<br />

enarenadas habíase encarnado en la pupila blanca.<br />

Abrió desesperado su otro ojo aún latiente, a mirar la<br />

esencia roja que profusa corría por sus carnosidades.<br />

Con sus uñas rígidas, ansió desgarrar las manchas<br />

teñidas, y turbado de sangre y desierto, se las<br />

incrustó en la única angostura abierta de su monda<br />

pupila, pupila blanda…

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