10 prosa poética fp 10

Más tarde, tras un continuo tiempo de mortandad, el
plácido verdor de la arbolada se había convertido en
un torvo desierto solitario, sepulcral ya sin aves, y
cubierto de macilento y ávido polvo. Y en medio,
desflorando su tronco entre tierras sedientas,
tendiendo sus ramas sobre la palidez, nimbado en
soledad, tejiendo sus raíces entre huesos blancos,
con aquél, su enjambre negro, un árbol solo,
milenario, inmenso, ha sembrado sus raigambres
combadas y profundas, a través de aquel mortuorio
vuelo desierto
. * * *
Dejaba la tarde su corta existencia…
Cuando un silencio más hondo, más solo, más
quieto, sumió en tétrica paz, paz de sepulcro del
pájaro, al árbol negro y su lecho desértico; cuando la
oscuridad se enmarañó más recia, cuando arraigó la
soledad más ardua.
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Y estremecióse el árbol, fragosamente, abriéndose
en tajos la corteza herida, y descubriendo en sus
entrañas difusas, destellos de huesos blancos y
blandos, que alzados de su nicho dejando los
mustios raigones, lentamente, iban absorbiendo a su
paso las hojas negras de las ramas viejas. Y
revestían con ellas su blancor de esencia, en
obscurecido plumaje…
Al término de su pernoctar dichoso por el lóbrego
corazón del árbol, columbró en lo cimero un pájaro
de luz, y tendió su vuelo en el albergue de su noche
nueva.
Y allí quedó, el árbol y su ramaje desnudo, cual
símbolo de eterna osamenta, sumido en un negror de
hastío y soledad.
Y en el polvo del antiguo bosquejal, quedó
grabado aquel recuerdo mudo, aquel recuerdo yerto,
mortecinamente largo, y una pluma, en un olvido de
imagen solitaria y de animal volandero.
(1962)