Documentación epistolar y memoria social de la emigración: las ...

Documentación epistolar y memoria social de la emigración: las
cartas familiares de emigrantes gallegos, 1900-1960.
Raúl Soutelo Vázquez.
Dto. de Ciencias Sociais
del C.P.I. Alfonso VII de Caldas de Reis, Pontevedra
INTRODUCCIÓN
Los millones de cartas y fotografías que enviaron los emigrantes a sus familias, se
están utilizando como un documento histórico para recuperar esa memoria social de la
emigración y sus consecuencias microsociales, tanto para los espacios de partida como en las
sociedades de recepción. A poco, ciertamente, a la visión macroeconómica que explica las
migraciones como un conjunto de desplazamientos internacionales de capital humano que
redistribuyeron eficazmente los factores de producción en el mundo capitalista, beneficiando
a los nuevos países primario-exportadores que ofrecían mejores oportunidades de empleo,
salario y ascenso socioprofesional. Estas interpretaciones son fundamentales para establecer
las dimensiones globales del éxodo y del retorno, o del volumen y la inversión de las
remesas, máxime cuando se realizan en perspectiva comparada con otros países expulsores.
La perspectiva microsocial se revela, a partir de ahí, como el camino más prometedor para
futuras investigaciones, porque devuelve cierto protagonismo a los millones de europeos
anónimos que cruzaron el océano para ganar dinero y retornar junto a los suyos.
Es aquí donde cobra sentido el estudio de su producción epistolar, porque la simple
existencia de escrituras populares demuestra que la cultura popular de esos campesinos que
emigraban no fue exclusivamente oral, aunque sus familias produjesen los bienes materiales
y se reprodujesen socialmente en una cultura [de tradición] oral debido al elevado
analfabetismo de las sociedades rurales contemporáneas. El creciente interés de los
historiadores por la cultura y las escrituras populares, como consecuencia del retorno del
sujeto y de la narración a la historiografía académica en los años 1990, ha revalorizado la
documentación personal, como son los diarios, autobiografías, epistolarios y fotografías
familiares de los grupos subalternos. 1
1 Otras historiografías, como los últimos Annales o la anglosajona e italiana más recientes, estudian

El estudio de la documentación escrita de sus archivos familiares demuestra que los
campesinos no fueron aquellos seres primitivos y refractarios a cualquier idea o técnica de
progreso, que nos presentaron algunos observadores coetáneos. Tampoco subsistían aislados
en herméticas sociedades «tradicionales», constituídas por familias refugiadas en el
autoconsumo y tiranizadas por la autoridad paterna. Ni les fagocitó el capitalismo industrial
de las ciudades, máximo exponente de la modernidad, para hacer valer las geniales profecías
de Carlos Marx. Por el contrario, aprovecharon las oportunidades de integración económica y
actuación sociopolítica que les ofreció el mercado capitalista y el Estado liberal,
mercantilizando sus productos, capacidad de trabajo y votos. Guardaron celosamente cuantos
papeles referidos a pleitos, compra de tierras, partijas o exenciones militares les defendiesen
de la insaciable voracidad de los jueces y caciques locales, que representaban al Leviathán
contemporáneo, máximo acaparador de impuestos y soldados. Y ellos mismos crearon
documentos escribiendo a sus familiares y amigos desde la emigración, las guerras coloniales
de Cuba y África, la prisión o el exilio a donde les condujo la atormentada historia de España
posterior a 1936. De este modo, la escritura se convirtió en un instrumento de supervivencia
al que han recurrido obreros, campesinos, mujeres de condición humilde, marineros y
soldados cuyas prácticas escritas han analizado varios estudios internacionales a los que
haremos una breve referencia porque constituyen el modelo comparativo de nuestro trabajo.
Nos centraremos, luego, en los temas que permite abordar la documentación epistolar
producida por los propios emigrantes, reflexionando sobre sus aportaciones y los problemas
metodológicos que plantean. Y terminaremos formulando algunas sugerencias para acelerar
la recuperación de la memoria social de la emigración gallega.
I.- ESTUDIOS MIGRATORIOS Y DOCUMENTOS PERSONALES.
La historiografía española ha prestado menos atención a las experiencias reales y
expectativas de vida de los protagonistas anónimos de los procesos migratorios, que la
literatura especializada, de ámbito internacional. Esta ha estudiado sistemáticamente las
fuentes documentales generadas por los propios emigrantes, para conocer con más detalle sus
estas fuentes, antaño marginadas por su naturaleza cualitativa y subjetiva, recurriendo a metodologías propias de
la antropología, la etnografía y la sociología rural para conocer las percepciones y representaciones escritas de la
«gente corriente sin Historia» y los procesos de construcción de las identidades en las sociedades modernas.

mecanismos de movilidad geográfica, de adaptación económica y social en los países de
destino. Para hacer nosotros lo mismo, debemos recuperar antes las memorias de vida,
epistolarios y otras formas de literatura popular, que reflejen las condiciones de vida de las
familias campesinas y su percepción de la realidad, en la época de la gran migración en masa.
Contextualizarlas con las informaciones orales y fotografías que nos faciliten los propios
entrevistados o los herederos y parientes de quienes escribieron esas cartas y no
sobrevalorarlas, porque son fuentes muy subjetivas y cuya representatividad está limitada por
su naturaleza cualitativa y personal. Enriquecen la perspectiva sociológica de las migraciones
y aportan una imagen más humana del fenómeno, que lo libera de las frías series estadísticas
de interminables salidas y retornos. Desvelan las acciones y experiencias vividas por los
emigrantes, sus percepciones e imágenes de la realidad en la que fueron construyendo nuevas
identidades individuales y colectivas, dentro de los contextos de información limitada y
normas culturales, sociales y económicas que imponían las sociedades de origen y de destino.
La simple observación de la literatura internacional y las iniciativas que se están
desarrollando en España demuestran que la conservación de epistolarios familiares no es una
rara excepción, como acostumbran a afirmar quienes nunca han intentado recuperarlos. Basta
con recordar las circunstancias en que los pioneros William Isaac Thomas y Florian
Znaniecki o el heroico W. Kula recuperaron los epistolarios de emigrantes polacos a Estados
Unidos y Brasil. Sus obras constituyen actualmente la referencia obligada a la hora de
establecer comparaciones con otros ejemplos de recuperación de epistolarios de emigrantes
italianos, bearneses, asturianos o gallegos, como hicimos en otro lugar 2 . Pero el interés por la
2
Nos referimos a las obras de William Isaac Thomas y F. Znaniecki. F., The Polish Peasant in Europe
and América, New York, Dover Publications, New York, [1918] 1958, en especial el vol. 2; W. Kula y J.
Wtulich, 1986, Writing home: Immigrants in Brazil and the United States, 1890-1891, New York, Columbia
University Press, 1986; Charlotte Erikson, Invisible Inmigrants. The Adaptation of English and Scottish
Inmigrants in Nineteenth Century America, London, University of Miami Press, 1972; Emilio Franzina, Merica!
Merica!. Emigrazione e colonizzazione nelle lettere dei contadini veneti e friulani in América Latina 1876-1902,
Verona, Cierre Edizioni, 1994; al modélico estudio de Samuel Baily y Franco Ramella, One family, two worlds.
An Italian Family´s Correspondence across the Atlantic, 1901-1922, New Brunswick and London, Rutgers
University Press, 1988; y Antonio Gibelli, “Emigrantes y soldados. La escritura como práctica de masas en los
siglos XIX y XX”, en A. Castillo, (coord.), La conquista del alfabeto. Escritura y clases populares, Trea,
Oviedo, 2002, pp. 189-223. Realizamos una panorámica general de los estudios sobre epistolarios de emigrantes
en nuestro libro De América para a casa. Correspondencia familiar de emigrantes galegos en Brasil, Venezuela
e Uruguai: 1916-1969, Consello da Cultura Galega, Santiago de Compostela, 2001.

ecuperación y el estudio de la correspondencia de los emigrantes sigue siendo muy reducido
en los estudios migratorios españoles y apenas se ha aplicado a los estratos sociales
subalternos, aunque disponemos de esos ejemplos a seguir y que permiten establecer
perspectivas comparadas.
Los estudios sobre documentación epistolar en España, se han centrado, por el
momento, en publicar las “cartas de llamada” de los residentes en las colonias a sus familias,
que acompañaban a las licencias de embarque desde el s. XVI y que fueron apareciendo en
diferentes ramos del Archivo de Indias 3 . Están publicados también los epistolarios
conservados en los archivos de familias acomodadas y en el Archivo Diocesano de
Pamplona, datados en el Siglo de las Luces y el XIX, que ofrece mayor amplitud temática y
menos variedad de remitentes, porque aparecen ya muchas cartas de las mismas familias 4 .
Tiene mayor interés para nuestro tema, el estudio de casi dos mil cartas recopiladas de
bearneses emigrados a América hasta 1950 y las aportaciones sobre la correspondencia
familiar de los emigrantes asturianos en Cuba y México. 5
En el caso gallego, son “archivos” pequeños con una cantidad muy reducida de
documentación, que apenas supera unas decenas de cartas y algunas fotografías que
acompañaron el intercambio de noticias sobre la vida cotidiana en la aldea y los cambios en
la familia, la gestión y consolidación o división de la explotación, las causas de la emigración
o la inversión de los ahorros que enviaban a casa, revelándonos el funcionamiento real y
3
Estos son documentos aislados, enviados por diferentes emisores y cuya utilidad es muy limitada,
porque no forman un epistolario producido por un grupo familiar en una o dos generaciones como los que se
están recuperando en los archivos privados de familias campesinas asturianas y gallegas.
4
Vid. Ana Zaballa Beascoechea, A. de.,”Cartas de vascos en México. Vida privada y relaciones de
paisanaje”, en Amaya Garritz, coord., Los vascos en las regiones de México siglos XVI a XX, México, UNAM-
Euzko Jaurlaritza e Instituto Vasco-Mexicano de Desarrollo, 1999, pp. 83-99. Se trata en este caso, de
documentación producida por las elites, que poco aporta sobre las mentalidades y experiencias migratorias de
las clases populares, mayoritariamente ágrafas o despreocupadas de "guardar los papeles" hasta que lo exigió la
presión fiscal del Estado liberal.
5
Nos referimos, respectivamente, a las contribuciones de A. Bruneton-Gobernatori y B. Moreaux,
“Cher père et tendre mère…” Lettres de Béarnais émigrés en Amérique du Sud (XIX siècle), Biarritz, J. & D.
editions, 1996, y “Un modéle epistolaire populaire. Les lettres d´emigres bearnais”, en D. Fabre, (dir), Par ecrit:
etnologie des ecritures quotidiennes, Paris, Ed. de la Maison des Sciences de l´Homme, 1997, pp. 79-103; Juaco
López Álvarez, “Cartas de América. La emigración de asturianos a través de la correspondencia. 1864-1925”,
Revista de Dialectología y tradiciones Populares, LV, 1, 2000, pp. 81-120; y Francisco Quirós Linares,
“Cuarenta años de cartas entre Cuba y Pravia (1909-1947), Astura, 9, 1993, pp. 39-52.

concreto de las redes familiares y vecinales. Estas series homogéneas de cartas familiares
abundan más de lo que suponíamos. Permanecen guardadas por familias generosas que, hasta
ahora, nos han permitido estudiarlas y reproducirlas para el Arquivo da Emigración del
Consello da Cultura Galega.
Podríamos afirmar en base a ello, que la recopilación sistemática de epistolarios
completos de una persona y/o familia a lo largo del tiempo es una vía de investigación
historigoráfica y de musealización de la memoria social que deberíamos planificar y
desarrollar sin más demora, porque lucha con la eliminación de los 'papeles viejos' en las
periódicas reformas de las casas y limpiezas de sus desvanes. Los relevos generacionales que
rompen la cadena matrilineal de transmisión de la memoria, pues son, preferentemente, las
mujeres quienes custodian las fotografías, cartas y recuerdos orales del clan familiar,
amenazan también, la preservación de esa documentación que enriquece nuestro
conocimiento de aspectos microsociales de la emigración de retorno como son las estrategias
reproductivas del grupo doméstico, sus relaciones con los miembros emigrados y los
procesos de integración de estos en las sociedades de destino.
II.- LOS EPISTOLARIOS DE EMIGRANTES EN GALICIA: SUS TEMAS,
PROBLEMAS Y APORTACIONES A LOS ESTUDIOS MIGRATORIOS.
Los emigrantes gallegos llegaron a América con una formación instrumental
deficiente o careciendo de ella. Había entre ellos un alto porcentaje de mujeres, que se
incorporaron al trabajo doméstico en las ciudades y sufrieron la doble explotación laboral y
social derivada de su condición de mujer y de inmigrante no cualificado, amortiguada
únicamente por la ayuda potencial de sus familiares y de las cadenas primarias 6 . Sus epístolas
y narraciones autobiográficas permiten recuperar la memoria subjetiva de su experiencia
migratoria, desde un enfoque microsocial que nos ofrece nuevos temas de estudio y una
imagen más humana de las acciones y reacciones de quienes protagonizaron el mayor
proceso de modernización económica y cambio social de Galicia en la época contemporánea.
Las cartas y fotografías que enviaban fueron el principal medio de comunicación con
6
Vid. Pilar Cagiao Vila, Muller e emigración, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 1997; y
María Xosé Rodríguez Galdo y otras, “Mulleres e emigración na historia contemporánea de Galicia, 1880-
1930”, Estudios Migratorios, 6, 1998, pp. 9-51.

sus familias, proporcionándole una vía de desahogo durante los primeros meses del éxodo. Su
contenido está condicionado por el nivel de instrucción y dominio de la escritura que tuviera
el emisor y depende de quién fuese el destinatario de la carta, pues no se cuenta lo mismo a
un padre anciano, que a un hermano o amigo, como demuestra el ya citado estudio de Samuel
Baily y Franco Ramella sobre la correspondencia de los hermanos Sola a sus padres. Sus
temas y problemas se repiten en la documentación epistolar que hemos recuperado en varios
archivos de familias campesinas gallegas, gracias a la colaboración de los descendientes de
quienes escribieron o recibieron dichas cartas. La generosidad de aquellos ha demostrado ya
que esa documentación epistolar abunda más de lo a priori habíamos supuesto, pero ahora
debemos analizar su utilidad.
1. Los problemas metodológicos de los epistolarios familiares.
La representatividad de esta documentación nos enfrenta, en primer lugar, al
irresoluble dilema de su objetividad y/o subjetividad. Las cartas enviadas por los emigrantes
presentan la relativa ventaja de ser coetáneas al hecho que narran y no reconstrucciones de la
memoria, hechas a posteriori, como acontece con las autobiografías escritas y las fuentes
orales. En función de eso, resultan más fiables para conocer la situación socioeconómica real
del inmigrante y como esa experiencia modificó su mentalidad y expectativas de vida. El
abanico temático y cronológico de la relación epistolar nos permite despejar la duda
metodológica sobre su representatividad respecto del fenómeno migratorio más general: la
marcha de sus paisanos al mismo destino que el elegido por los emisores de esas cartas.
Samuel Baily y Franco Ramella concluyeron en su estudio de la correspondencia epistolar
enviada por Oreste y Abel Sola a sus padres, que aquella es representativa de la experiencia
migratoria vivida por los italianos desplazados laboralmente a Estados Unidos y Argentina,
porque los hermanos Sola coincidían en destinos, ocupaciones y cronología con las elegidos
masivamente por sus paisanos. Compartimos esta idea, que legitima cualquier estudio de este
tipo, pero consideramos que la representatividad de los epistolarios familiares de emigrados
depende fundamentalmente de los datos que aporten sobre los temas que interesan a las
diferentes ciencias sociales. La calidad de estas informaciones tiene mayor relevancia que de
la cantidad misma de las cartas conservadas o el nivel de éxito o fracaso relativos que
consiguiesen los emisores en su experiencia migratoria. 7
7 Todos los epistolarios que hemos recuperado son inferiores en número de cartas al de los hermanos

La confrontación de los epistolarios con la documentación convencional no ayuda a
comprobar su representatividad ni la veracidad de sus informaciones, porque las cartas de los
emigrados reflejan sus experiencias personales y problemas al buscar trabajo, casa y
relaciones sociales en la realidad inmediata del país de destino, pero raramente se refieren a
asuntos públicos, que podríamos conocer también por la prensa coetánea 8 . Esto nos remite al
problema de organizar las cartas para su estudio y/o publicación. La solución más operativa
es secuenciarlas temporalmente siguiendo la cronología vital de los emisores. Pero debemos
tener muy presentes los acontecimientos históricos que afectaron a sus emisores y receptores
(crisis económicas del país receptor, conflictos sociopolíticos y guerras en el país de origen,
etc), e integrar debidamente las informaciones orales y fotográficas que nos ayuden a situar
los personajes que aparezcan en el epistolario. Sobre todo en relación a la evolución del ciclo
reproductivo de la familia, alterado bruscamente por las dos terribles guerras mundiales que
impidieron los embarques, por ciclos expansivos que multiplicaron la demanda de mano de
obra y por crisis económicas que incrementaron los fracasos y retornos a lo largo del siglo
pasado.
Las cartas de emigrados son relatos subjetivos pero muestran de que modo concreto
percibían su situación y como fueron integrando las pautas culturales aprendidas en su país de
origen con los nuevos hábitos adquiridos en el de destino. Esta es la forja de la nueva
identidad, personal y colectiva de cualquier colectivo emigrante y nunca podríamos conocerla
a través de las fuentes seriadas, pero debemos ser conscientes de que la «objetividad» de lo
que narren y la forma en que lo hacen depende, en todo caso, de la relación existente entre el
emisor y el receptor. Nuestros escritores de cartas no idealizan las condiciones de vida y
trabajo en el país de destino, sino que las relatan con toda crudeza, pero se dirigen a sus
Sola, pero lo superan en emisores y duración de la relación epistolar. La de aquellos termina a los 21 años por la
muerte de sus padres, mientras que el epistolario de la familia ourensana Borrajo solo contiene 69 cartas pero
están enviadas a su padre por dos hermanos desde México y Cuba entre 1908 y 1956. Las 255 epístolas
remitidas por Eduardo, José y Vicente Naveiras desde Buenos Aires y Montevideo a sus hermanos y sobrinos en
la casa familiar de Ferreira de San Sadurniño (A Coruña) entre 1919 y 1972, tmabién superan en emisores y
amplitud cronológica al famoso estudio sobre los Sola.
8
Hay excepciones como las cartas de Vicente y Eduardo Naveiras, que informan a su hermano
retornado de la crisis económica y política en la Argentina de los años 1930 y las de Luis Vázquez, más
preocupado por el desorden social y político que perjudicaba a sus negocios que por las exhibiciones populistas
del peronismo, en su octaba carta: “Buenos Aires 6-2-53... en las revistas verán lo que es la vida aquí... verían
en los diarios lo que hicieron cuando la muerte de Evita, estos están todos tolos...”.

hermanos y no a padres ancianos como hacían los Sola. La dureza de su infancia en la
posguerra descubrió pronto a nuestros emisores de cartas la necesidad de esforzarse y aceptar
estoicamente los golpes de la vida y reveses de fortuna. Los cambios de coyuntura económica
y laboral y la existencia de nuevos miembros de la familia son los temas más abundante en
los epistolarios de emigrantes del primer franquismo, como ilustra la décimo séptima carta
del epistolario Fernández Boán, que envía Darío a sus padres:
“18 de agosto de 1963 [...] le diré que para el mes que viene esperamos familia,
tambien estoy enterado de que Maruja esta con ustedes [...] este invierno se está trabajando
poco hay poca plata y estuvimos todos con gripe, pero ya estamos bien, fue como una
epidemia [...] dime si ya te sanaste de la columna...”.
Las cartas de la generación que creció durante el primer Franquismo y emigró densde
la década de 1950 presentan, en general, una mejor caligrafía, más correcta ortografía y
puntuación más abundante que las de comienzos del siglo pasado, pero siguen registrando la
escritura vicaria, pues eran muchos quienes se comunicaban con sus familiares a través de
hijos y nietos. El hijo de José Benito Vázquez y Carmen Lois se identificaba en la posdata de
la carta 23 a sus tíos Manuel y Teresa, aclarándoles que “como ud se imagina la letra no es de
papa pero si la ha dictado el”. Y su madre explicaba en las epístolas 62 y 63 a su hermana la
necesidad de recurrir a su nuera para comunicarse con ella:
“Buenos Aires 17 de junio de 1962 [...] mi deseo sería contestarte enseguida pero
como yo tengo que mandar que escriban mis cartas puesto que mi vista impide que yo lo
haga...”.
“Buenos Aires 20 de marzo de 1963 [...] hace ya tres meses recibí tu carta, me hubiese
gustado haberte contestado antes, pero como ya sabes siempre tengo que esperar a que me las
escriban y no se puede hacer cuando uno desea”.
2. Las aportaciones de los epistolarios familiares: sus temas y enfoques.
Las cartas que hemos recuperado apenas ofrecen novedades en las temáticas ya
abordadas por los estudios migratorios, pero resultan útiles para los enfoque microsociales.
Comienzan con las preceptivas fórmulas de salutación, deseando buena salud a la familia

eceptora y comunicando la de los emisores. Siguen las disculpas por las demoras en escribir
para contestar a otras recibidas, o las denuncias de su pérdida o del retraso en recibirlas,
circunstancias que siempre intranquilizaban a los emisores y les hacía temer por la salud de
sus familiares. Predomina la narración de asuntos personales, ya sean las ilusiones puestas en
los negocios propios y de los hijos, o en los matrimonios e hijos de estos, la descripción de
enfermedades, accidentes y defunciones. Comunican estas adversidades tras superar la
convalecencia para no preocupar a los familiares lejanos y parecen asumir sus achaques como
algo cotidiano al ser ancianos. Las fotografías que adjuntan con las cartas tienen la función de
mostrar lo crecidos que están los hijos o las reuniones festivas con los amigos, de cuyas vidas
y negocios informan puntualmente, o la defunción de los padres, que implica hacer partijas
del patrimonio a heredar. Todos esos cambios en la situación familiar, por nacimientos,
matrimonios, defunciones o emigraciones incrementan la frecuencia del intercambio epistolar
y explican, por ejemplo, que Luis Vázquez escribiese más a casa en 1954, 1957, 1961 y 1963.
Los motivos fueron preparar el viaje de su hermano Antonio a Buenos Aires y comprar las
tierras que conservaban sus tíos en la aldea de A Touza de Maside (Ourense) para sus padres.
Hizo luego un silencio de casi tres años (hasta marzo de 1966) o al menos no conservaron sus
cartas.
Las cartas de los emigrados permiten rastrear las causas y factores
posibilitadores de la emigración, especialmente el funcionamiento real y concreto de esas
redes microsociales que la literatura especializada ve denominado cadenas o redes
migratorias. Seguir las diversas trayectorias profesionales y personales de los emigrados y
sus circunstancias familiares a través de su correspondencia, nos permite extraer
generalidades porque sus testimonios epistolares apuntan idénticos factores de expulsión,
atracción y la existencia de redes microsociales. La multicausalidad personal, familiar y
microsocial del éxodo se veía reforzada por la existencia de tradiciones migratorias en las
familias y lugares de origen, además de las cadenas migratorias de parientes y vecinos que
auxiliasen al recién llegado en los países de destino. Los emigrados aprovechan esa redes
familiares y de paisanaje para cumplir su sueño de hacer las Américas. La propensión a
emigrar era mayor, lógicamente, en aquellas familias que tenían antecedentes de éxodo
laboral entre sus mayores, configurando una cultura migratoria que ilustra muy bien, por
ejemplo, los epistolarios ourensanos de los Vázquez Lois de A Touza (Maside), los
Fernández Boán y Nóvoa Iglesias de Fontefría (Amoeiro). Sin embargo, esas redes
microsociales no satisfacían siempre las expectativas de ayuda que depositaban los recién

llegados en sus vecinos y allegados. Luis Vázquez Lois confiesa a sus padres en la carta 58
que unos primos no le auxiliaron ante uno de los frecuentes apuros económicos derivados de
sus iniciativas empresariales :
“[...] yo tuve que vuscar plata pero mis primitos con todo lo que tienen no fueron
capaces de ofrecérmela [...] por mi pueden morirse [...] Esto no lo comente pero se lo digo
para que sepa quienes son nuestros primitos que ayudan a cualquiera menos a uno, parece que
les disgustara que uno vaya adelante [...] Cuando les tocó la lotería yo se lo mandé decir a tío
Manuel y entonces como el tenía problemas con la compra del piso les escribió para que le
prestaran cien mil pesetas y la respuesta fue no [...]”.
Los emigrantes mantenían, en principio, un comportamiento marcado por la
obligación de cumplir las expectativas de ayuda de la familia y hacer lo propio con los
amigos para demostrarles devoción. Era una moral de subsistencia aprendida en el marco de
las relaciones domésticas y vecinales de la sociedad rural de procedencia, pero que iba
quebrando ante la realidad de su nueva vida. Luis Vázquez antepone la gratitud con los
amigos y el compromiso de la palabra a la ganancia inmediata, en la carta 84, sin fecha, que
envió a su hermano Antonio, tras la fracasada experiencia migratoria de este:
“Querido hermano [...]con respecto a los 100 $ de Pepe yo te los voy a mandar,
pero a el no se los pido, en primer lugar para mi valen mas muchas de las acciones de
ese muchacho que esa plata y mucho mas cuando fue del bombardeo fuimos a su casa y
nos dejó su cama y todo y el perdió un día de trabajo cuando te embarcaste vino con el
coche para llevarte las cosas, sin contar muchas más cosas que hizo por mi [...] lo
aprecio como a un hermano porque me lo merece así que no puedo pedirle esos cien
pesos que por otra parte, estoy seguro que me los daba, pero prefiero pagártelos yo
[...]”.
La frialdad y el distanciamiento afectivo que aparecen en otras cartas se explica en
parte, porque los emigrantes hubieron de enfrentarse a las contrariedades de la vida en un país
extraño. Solo recibieron la ayuda ocasional de parientes y amigos, mientras sus familiares les
pedían envíos constantes de dinero. Esto les imbuía del realismo amargo que desprenden
incluso cuando notifican el fallecimiento de conocidos, como hizo Luis Vázquez en la carta
55 del epistolario:

“Buenos Aires 24-6-61 [...] Queridos padres [...] se murió David de un ataque en el
hipódromo cuando estaban en las carreras de caballos [...] murió en su lei pues parece que le
gustaba mucho el juego; también murió el hermano de Severino de Vilela, ese que tenía la
mujer loca, se operó no se de que y a los pocos días murió [...]”.
La descripción epistolar de la vida en la emigración destruye muchos de los mitos
sobre Eldorado americano. Las epístolas que hemos estudiado desmienten la facilidad de
hacer las Américas en poco tiempo y con escaso esfuerzo, coincidiendo con las
informaciones oficiales, de prensa y de los propios emigrados. Pero las condiciones de vida
en la Argentina peronista resultaban muy atractivas para quienes deseaban escapar del agro
gallego saturado de gente y muerto de hambre de la posguerra y convertirse en obreros o
comerciantes en la ciudad. Así, por ejemplo, cuando el joven Cesáreo Fernández se planteó la
conveniencia de emigrar (en 1955 con 19 años de edad), su hermano Darío le envía la carta
séptima del epistolario, recomendádole que desista de hacerlo a la República Dominicana o a
Argentina y que aproveche las oportunidades laborales que se abrían en España para quienes
conociesen un oficio. Manuel Lois hace lo mismo en la sexta epístola que envía a su cuñado
desde Madrid:
“Mar de Plata 10 de mayo de 1955 [...] me dices que no pudieron embarcar
ustedes lo que tiene que hacer es hacer negocio en esa haber si se creen que con
embarcar ya se ponen ricos [...] tu con el oficio que tienes te puedes defender bien y
ademas si ganas lo que tu dices que dentro de un mes vas a ganar 65 pesetas eso no lo
vas a ganar en ninguna parte y ustedes en esa trabajan 8 horas y nosotros en esta
trabajamos 14 para poder hacer unos pesos [...] con esto te quiero decir que no se hagan
ilusiones...”.
“[...] Hay muchos que creen que en las capitales y en las Americas atan los perros con
longanizas, y muchos suelen sufrir buenos desengaños, pues aqui teniendo un oficio quizas se
puede vivir con mas holgura que en el pueblo pero sin oficio no hay nada que hacer [...] 31-8-
59”.
El propio Luis Vázquez había llegado a Buenos Aires en 1952, reclamado por sus tíos
José Benito y Carmen que habían emigrado ya antes de la guerra civil. Asumió las funciones

de cabeza de la red familiar y reclamó a su hermano Antonio, advirtiéndole sin embargo que
la situación económica y laboral era muy desfavorable, en las cartas 7 y 8 del epistolario
familiar:
“Buenos Aires 24-12-52 [...] si tu quieres venir yo te reclamo, esto tiene muy mal
cariz, hay mucha desocupación y va aber más, por eso no te reclamé hasta hora, pero si crees
que es por no traerte te reclamo mañana mismo [...]”.
“Buenos Aires 6-2-1953 [...] En la actualidad está muy rigurosa la cosa, hay que
conseguir un contrato de trabajo de afuera como a doscientos kilómetros de Buenos Aires y
después no les dan la documentación hasta pasados dos años, además dicen que les obligan a
presentarse en la comisaría donde les destinan una vez a la semana [...] si no pudiéramos en
esta oportunidad en otra será, porque que tengas que ir al campo no vale la pena [...] está esto
medio fulero para los que querían hacer la américa [...]”.
Antonio llegó finalmente a la capital porteña en abril de 1955, pero fue incapaz
de adaptarse al clima porteño y a los explotadores ritmos de trabajo que se imponían los
emigrados y retornó enseguida a España. Siguió carteándose con su hermano Luis, que
le describe el costo personal de hacer las Américas en la república austral en varias
cartas del epistolario familiar. Muchas de ellas reflejan la preocupación de los
emigrantes por la evolución económica del país que les acogía, en la medida en que
podía afectar negativamente a sus negocios. Pero las descripciones que plasman en sus
cartas se hacen especialmente sombrías cuando tiene que informar y acoger a quienes
pretendían emigrar. El motivo es doble: desengañarles del mítico enriquecimiento
rápido y fácil en Eldorado americano y evitar, de paso, el enojoso ejercicio de la ayuda
que esperaban recibir los familiares y paisanos recién llegados. Sírvanos de ejemplo un
fragmento de la carta 44 que remite Luis Vázquez a sus padres:
“Buenos Aires 1-12-58 [...] Me dicen que viene la Manuela, no se como la gente
viendo como se está poniendo esto se atreve a venir, porque esto cada vez está peor, hay
huelgas de continuo, las cosas suben dia a dia [...]”

Acaban reflexionado entonces, sobre el coste personal de la emigración, en los
términos difícilmente cuantificables de desilusiones y esperanzas frustradas. Se juntan la
preocupación por la situación de los padres, que iban envejeciendo solos en la aldea de
origen, con la sensación de indefensión ante las crisis económicas y conflictos sociales que
podían arruinar los esfuerzos personales de toda una vida. Las conclusiones a las que llegan
los emigrantes en sus epístolas son similares a las que expone Luis Vázquez en las cartas 46 y
79 que dirige a su hermana Concha y a sus padres:
“Buenos Aires 14-9-59 [...] Esto se está poniendo cada vez peor no se a donde bamos
a parar el 24 del mes pasado los terroristas pusieron una bomba a 10 pasos de nuestro negocio
y a parte del susto que nos dio nos rompió como dos mil pesos de vidrios [...] mató a uno le
cortó las piernas a otro y cinco o seis mas resultaron eridos y lo destrozó todo en menos de 3
meses estallaron 3 a menos de 50 metros donde estamos nosotros. Hayer cuando cerrábamos
el negocio esplotó la 3ª pero fue mas lejos [...]”.
“Buenos Aires 8 Febrero de 1968 [...] en este país la ambición es muy grande y casi
nadie es bueno con nadie, si te pueden sacar los ojos te los sacan y uno tiene que defenderse,
pues como esperes ayuda de nadie estás listo [...] la vida está carísima y entre intereses y el
negocio casi andamos a dos belas [...]”.
El estudio de las consecuencias familiares de la emigración puede abordarse también
a través de las epistolas que los emigrados escribían a casa. Se refieren en ellas al envío de
remesas y el destino que debían darles, su adaptación a la vida urbana en las sociedades de
inserción, la evolución de su mentalidad y su creciente desinterés por la gestión de la
explotación familiar. Cuantificar el monto de las remesas que enviaron los emigrados para
sus familias y obras colectivas en sus aldeas de origen es una de las cuestiones pendientes y
más complejos de los estudios migratorios. Tanto como evaluar su impacto real en la
modernización de las estructuras productivas y financieras gallegas, imposible de realizar
hasta que podamos acceder a la documentación de las entidades bancarias que recibieron y
gestionaron el ahorro emigrante 9 . De momento, sabemos por las cartas de los emigrados, que
9 Como hizo en su día Ramón Villares, demostrando que los giros remitidos por los ausentes a través de la
Banca Soto de Chantada (Lugo) eran pequeñas cantidades enviadas con una periodicidad anual y que dependían
de la coyuntura económica en los países de destino. Vid. Ramón Villares Paz, La propiedad de la tierra en

estos aprovechaban el viaje de retorno de familiares y conocidos de confianza para repatriar
sus ahorros, evadiendo el fisco de los Estados por estos canales informales. Las fuentes orales
y epistolares que hemos estudiado apuntan en ese mismo sentido, detallando, a veces, la
inversión del dinero enviado por el marido o los hijos emigrados, en 'gastos suplementarios
de tipo cultural' que eran económica y socialmente imprescindibles para asegurar la
supervivencia de la familia y mejorar su nivel de vida después. 10
La correspondencia familiar confirma ese comportamiento inversor de los emigrantes,
que demuestra su preocupación por el bienestar de la familia de origen, aunque el envío de
cartas y remesas pecuniarias se hiciese más escaso con el paso del tiempo y sobre todo,
cuando el hijo o hermano emigrado fundaban su propia familia en el país de destino. Los
emigrados reformulaban entonces sus estrategias de vida, planteándose como definitivo su
asentamiento inicial. Podemos esbozar, incluso, una tipología muy elemental de emigrante
definitivo que se desvincula de las estrategias reproductivas de la familia de origen y vende
sus propiedades y/o herencia, frente a los que envían dinero porque planean retornar a la
explotación familiar. Disponemos de varios epistolarios escritos por emigrantes del primer
tipo, pero centraremos nuestro análisis en los hermanos Fernández Boán de As Figueiras
(Amoeiro, Ourense) y Luis Vázquez de A Touza (Maside, Ourense), que heredaron la cultura
Galicia. 1500-1936, Madrid, S. XXI, p. 415, y “El indiano gallego. Mito y realidad de sus remesas de dinero”,
Cuadernos del Norte, Monografías/2, 1984.
10
Esa es la priorización de la inversión del ahorro emigrante que revela el siguiente fragmento de los
recuerdos de Erusina Cudeiro respecto a su padre: “O papá era un dos mais vellos de dez irmaus vivos e íl esí
que pudo camiñar marchou para Cuba porque meus abuelos eran de Chantada e viñeran de caseiros para un
capital grandísimo de Tamallancos [...] Fixo catro viaxes a Cuba, no primeiro viaxe botou seis anos e veu de
vinte ou vinte e dous anos. Entonces reclamou un irmau que tiña e levouno pralá e despois viñeron cada un con
mil pesos que xa eran cartos. Chegaron a Tamallancos onda os pais e díxéronlles: ¡Querémonos divertir, pero
non queremos que Vde. deba nada!. ¿Haber, de quen son as vacas? [...] Pois vamos onda o Pardiós pagarlle as
vacas [...] pagáronlle todo o que debían na tienda [...] No segundo viaxe viñeron e alargáronlle a mitá á casa dos
pais e xa trouxeron unhas sillas de rexilla [...] No terceiro viaxe que fixo, veu mal a consecuencia daquela
epidemia de paludismo do ano dezaoito en Cuba e ó chegar eiquí reventoulle un pulmón [...] Pero claro, fixo a
casiña onde eu nacín e viu que se lle acababa a plata e dixo que non quería criar as fillas dil en fame e volveu
marchar para Cuba e botou catro anos [...] Eu era moi pequena cando íl veu definitivo, puxeron unha tiendiña e
fomos morreu deseguida [...]”. El relato coincide con las conclusiones de Alejandro Vázquez González, “As
dimensións microsociais da emigración galega á América: a función das redes sociais informais”, en V. Peña,
(coord.), Galicia-América. Relaciones históricas y retos de futuro, Santiago, Xunta de Galicia, 1993, pp. 15-43.

migratoria de sus mayores, pero no financiaron los gastos de la casa paterna mas allá de la
supervivencia de sus padres.
Los hermanos Fernández López se criaron en la montañosa parroquia ourensana de
Palmés a fines del siglo XIX. Fernando emigró a Buenos Aires con su esposa Ramona y
reclamó luego a su hermana Aurea, que marchó con su marido Manuel González, dejando a
su hija Aurea al cuidado de los abuelos maternos (Tomás y Gregoria). Darío, el hermano
menor marchó a vivir a la casa paterna de su esposa, Eladia Boán, en la vecina parroquia de
As Figueiras. Tuvieron ocho hijos cuyas fechas de nacimiento apuntó el padre en un papel y
nos permiten aproximar las de la concepción. Esta sugiere la ausencia del padre desde otoño
hasta la primavera, quizás por practicar algún tipo de migración de oficio y estacional. Tres
de sus hijos (Angelita, Rolindes y Darío) siguieron la senda migratoria de sus tíos, dos
varones instalaron talleres de ebanistería y mecánica en la ciudad de Ourense, sus dos
hermanas se casaron y María quedó con el marido en la casa paterna. Darío y su esposa
Eladia mantuvieron el contacto epistolar constante con sus hermanos e hijos emigrados, al
menos entre diciembre de 1938 y julio de 1967, consultándoles las decisiones referentes a la
gestión del patrimonio familiar. Los hijos emigrados dejaron tales asuntos en manos de los
padres y hermanos de casa, recomendándoles que se adaptasen a la disponibilidad de mano
de obra, vendiesen los bienes que fuesen necesarios o los dividiesen como mejor estimasen.
Pero su disposición a enviar dinero para consolidar la explotación, comprando tierras o las
partes de otros herederos, disminuye con el paso del tiempo y el deterioro de la situación
económica en los países donde habían consolidado ya sus estrategias de vida. Su creciente
individualismo, centrado en la propia familia que habían formado en el país de destino
divergía, progresivamente, del tradicional familismo amoral de los padres y hermanos de
casa. Estos apelaban constantemente a la generosidad de los emigrados para financiar el
arreglo de la vivienda familiar, la adquisición de maquinaria, tierras y ganado, otros gastos
imprevistos como los derivados de enfermedades o defunciones, etc, manteniendo lo más
indivisa posible la explotación familiar que simbolizaba el éxito y la continuidad de la casa.
Pero sus remesas casi nunca eran suficientes para atender las demandas de aquellos y la
progresiva individualización de sus estrategias de vida les hizo cada vez más reticentes a
inmovilizar el fruto de sus esfuerzos en una explotación insuficiente y lejana que les había
empujado a emigrar. La carta 23 que envía Darío Fernández Boán a sus padres demuestra
esta evolución en los intereses de los emigrados:

“Mar de Plata, 19 enero 1965 [...] me dice que quieren partir los terrenos y que me
parece [...] le dire que ustedes son los que están en esa y los que tienen que trabajar, asi que
hagan lo mejor que puedan para ustedes [...] yo lo que quiero es que ustedes trabajen lo
menos posible [...] lo que me pertenece a mi no me interesa nada [...] yo ya tengo mi capital
mas o menos formado y la verdad es que le tengo rabia a la tierra [...]”.
Lógicamente, los emigrados comparaban la situación del país de destino con las
informaciones que reciben de sus familiares en España para diseñar sus proyectos de vida.
Aprovechaban las oportunidades para actuar con ventaja en ambos mercados de trabajo y
productos, como indica el siguientes fragmento de la carta 20 del epistolario Vázquez Lois:
“Buenos Aires 25-1-55 Queridos padres [...] aquí por lo menos uno puede comer, que
en España no le alcanza un sueldo ni para eso [...] cuando venga si el no tiene dinero se lo
faciliten para que pueda traer ciertas cosas en las que se puede ganar sin compromiso unos
buenos pesos [...] por lo menos que saque para el pasaje [...]”.
Es sabido que burlaban las restricciones legales para enviar dinero, prendas de ropa y
los más variopintos regalos a sus familiares 11 . El modo más fácil y seguro de hacerlo era
evitar los canales oficiales remitiéndolos por conocidos que viajasen a España, sin costes de
correos y asegurando la recepción de la encomienda. Procuran hacer lo mismo cuando
reciben el dinero de la venta de sus herencias en la aldea de origen, valiéndose de conocidos
que quisiesen repatriar su fortuna y tuviesen intereses allá, de modo que el vendedor cobraba
en pesos en Buenos Aires y el intermediario recibía en España las valorizadas pesetas de la
época, como apunta la cartas 72 de Luis Vázquez:
“Buenos Aires, 18-7-63 [...] en su carta me decían que le habían girado las
pesetas al señor ese pues el otro día le escribió a los que quedaron encargados aquí de
las cosas y les mandó decir que no había recibido nada y le pedía la dirección de ustedes
para ir a verlos haber lo que había pasado, yo le di la dirección así que seguramente
vaya a reclamarles, si tienen el recibo del giro no tienen ningún problema [...] le
11 Las prendas ropa tenían que parecer usadas para que pasasen la aduana, por lo que muchos emigrantes la
compraban y estrenaban antes de enviarla a sus familiares de casa. Así lo hacía una joven asturiana que llegó a
Argentina en la década de 1940 y trabajó como criada doméstica y ayudante laboral de sus tíos hasta que se
casó, según la biografía novelada que escribió su hijo, vid. J. Fernández Díaz, Mamá, Editorial Sudamericana,
Buenos Aires, 2002, p. 78.

acompañan al banco para hacer el reclamo y si lo quiere hacer el que le de un recibo
como que las recibió para tener un comprobante por lo que pudiera pasar [...]”.
Nuestro emigrante envió dinero y regalos a sus padres al comienzo de su singladura
americana, mientras permaneció soltero y trabajando en el restaurante de un vecino, según
deducimos de sus cartas 7, 8 y 9, comunicándoles el envío de sucesivas cantidades y el
destino que debían darle a dichas remesas. Pero al casarse y participar en sucesivos negocios,
que le mantuvieron empeñado en los años siguientes, aumentó su escepticismo respecto a la
conveniencia de inmovilizar dinero en las tierras, ahora lejanas, de su familia en la parroquia
de origen. Sus estrategias de vida se individualizaron progresivamente respecto a las de sus
padres y les detalla las deudas contraídas al arriesgarse en nuevos negocios, en las cartas 25 y
27. Esto no parece muy sensato, pues intranquilizaría a unos padres enfermos y ancianos,
salvo que su objetivo fuese evitar que estos le pidiesen que él pagase el capital de su tía
Carmen, que ellos querían comprar, al conocer la apurada situación del hijo que estaba
haciendo las Américas.
“Buenos Aires 6–5–56 [...] compramos un restaurant [...] somos seis socios y vamos
ha ver si tenemos suerte pagamos medio millón de pesos y la mercancia a parte [...]”.
“Buenos Aires 17-7-56 [...] con ese negocio no nos queda ni un minuto de tiempo,
muchas veces no alcanzo a dormir cinco horas, pero trabajamos mucho [...] la Betty me
ayuda mucho porque para poner el negocio he tenido que buscar algo de dinero y queremos
pagarlo pronto [...]”.
El segundo tipo de emigrante al que antes nos referíamos, responde al caso contrario,
de quienes conciben su estancia laboral como temporal y planea el retorno, por lo que
repatrían sus ahorros, invirtiéndolos en desempeñar y modernizar la explotación familiar,
hacer préstamos pecuniarios y de ganado a vecinos y conocidos, abrir pequeños negocios
comerciales y adquirir propiedades inmobiliarias. Las dos primeras estrategias inversoras
fueron predominantes antes de la guerra civil y subsistieron hasta los años 1960, salvando las
economías domésticas ante la caída de precios agrarios y la necesidad de invertir en insumos
industriales y mano de obra para maquinizar las explotaciones y especializarse en la
producción de carne y leche de vacuno sucesivamente. La inversión del ahorro emigrante en
pisos y bajos comerciales en las ciudades y villas gallegas ayuda a entender el crecimiento y

la especulación urbanística de los últimos treinta años. Todos ellos mantenían una relación
epistolar más frecuente con sus familiares y contribuyeron decisivamente a los cambios
sociales y políticos de sus parroquias de origen cuando retornaron a ellas. 12
Antonio Nóvoa Iglesias fue uno de tantos miles de gallegos que emigraron a Buenos
Aires a comienzos del siglo pasado y se convirtió en pionero de su red familiar. Trabajó en un
hospital y reclamó a sus padres y a los hermanos José, Eliseo y Mercedes, que permanecían
aún en la casa familiar de Sobreira (Vilamarín, Ourense), pues Aquilino y Manuel habían
marchado a Cuba en 1909. Aquilino retornó a comienzos de los años 1920, se casó con Flora
Hermida Rivera, de Fontefría (Amoeiro, Ourense) y emigraron a Buenos Aires en 1929,
donde también residían los cuatro hermanos de su esposa (Feliciano, José, Inocencio y
Obdulia). Su objetivo era enviar dinero para pagar las deudas que habían contraído sus
suegros con dos importantes prestamistas y reclutadores de emigrantes de A Ponte Canedo y
Boimorto de Vilamarín (Ourense), que amenazaban con embargar las escasas fincas del
patrimonio familiar. Flora y Aquilino dejaron a sus hijas Amalia y Adela al cuidado de los
padres y de la hermana menor de los Hermida Rivera y se consagraron a una vida de trabajo y
ahorro que les permitiese girar dinero con regularidad, para pagar las deudas familiares. Allá
nació Angélica, que nos narró la saga familiar y permitió consultar las dieciocho cartas
enviadas por sus abuelos maternos (Juan Hermida y Dolores Rivera) y su tía Estrella entre
agosto de 1932 y diciembre de 1957.
Es ciertamente, un epistolario muy pequeño en términos cuantitativos, pero ofrece una
imagen directa de la extrema dureza de la vida cotidiana en una aldea gallega sumergida por
el miedo y el hambre de la posguerra. E informa además, sobre las remesas que enviaron
Estrella y Aquilino porque conservaron los comprobantes bancarios de sus giros como prueba
de la deuda contraída por la casa con el emprendedor matrimonio, frente a los tres
despreocupados hermanos de la esposa. El propio Juan Hermida, su padre, les envíaba
12
Una síntesis de esta cuestión en Xosé Manoel Núñez Seixas, “emigración de retorno y cambio social
en la Península Ibérica. Algunas observaciones teóricas en perspectiva comparada”, Migraciones y Exilios, 1,
2002, pp. 27-66; y estudios más puntuales en Román Rodríguez González, “A emigración de retorno nas
pequenas cidades galegas”, Estudios Migratorios, 5, 1998, pp. 29-52; Raúl Soutelo Vázquez, “La actuación
sociopolítica de los retornados en la Galicia rural: el Ribeiro y el noroeste de Ourense, 1890-19362, en J.
Cuesta, (coord.), Retornos (de exilios y emigraciones), Madrid, Fundación Largo Caballero, 1999, pp. 75-114; y
del mismo autor, “Los aspectos microsociales de la emigración gallega a Cuba: aproximación a sus
consecuencias familiares y sociales en la periferia rural de Ourense (1890-1960) a través de los documentos
personales”, Historia Contemporánea, 19, 1999, pp. 287-317.

saludos cargados de amargura en la tercera carta del epistolario, que escribe Estrella,
denunciando la pérdida de correspondencia y el recurso a la escritura vicaria:
“ [...] Mis amadísimos cuñado y hermana me extraña mucho el que me digas que no
recibas carta mia sabiendo que quien me las escribe es vuestra hija Amalita [...] El dia que se
recibe carta vuestra y se le lee a nuestros padres lloran los dos de gozo porque dicen que vaya
unos hijos que tienes en Buenos Aires que no se acuerdan de estos dos viejecitos que no
pueden trabajar [...] para ti Aquilino estan suma mente agradecidos no te tienen como yerno
sino como un propio hijo dice papa que no se extraña de su hijo Feliciano no le mande nada
por estar casado pero si se extraña muchisimo de su hijo Inocencio por estar soltero y que tu
cuñado mio se lo hagas presente a mis hermanos [...] Fuentefria, 30 Mayo 1933”.
Las siguientes cartas de Estrella a su cuñado, confirman la recepción de las cantidades
enviadas por ellos para costear los gastos ocasionados por la enfermedad y los funerales de
sus padres entre 1933 y 1936. Aquilino y su esposa las conservaron celosamente como
prueba de su inversión en la hacienda paterna, al igual que hicieron con los originales de los
giros remitidos por ellos y los comprobantes del cobro conservados en la casa de Fontefría.
Toda esta documentación permite conocer la cuantía y periodicidad de las remesas que ellos
enviaron desde 1929 hasta septiembre de 1956. Pudimos cuantificar 29 giros, que suman un
total de 15.570 pesetas recibidas en aquellos años de hambre provocada por el racionamiento
y el estraperlo de la posguerra, que reflejan bien las cartas que seguían recibiendo de Estrella
Hermida, quejándose de las duras condiciones de vida que llevaban ella y sus sobrinas para
atender la explotación agraria familiar. Las propias niñas escriben al margen de la quinta
epístola, solicitando también el retorno de sus progenitores, ya invocado por su tía:
“ [...] Fuentefria 3 de Octubre de 1933 [...] mi gusto era que vinieseis los dos y que no
hachaqueis con mis hermanos pues ellos no vienen llevar el trabajo que yo llevo estoy mas
negra que un cuervo pues cuñado mio pasamos unas tus hijas y yo que no queremos pasar
otras por lo tanto te rogamos tanto nosotras como mama que vengais pues adelantaremos mas
ella esta dispuesta a hacer todo lo que tu dices [...] los consumos alzados, las contribuciones
escuso decirte nada el ganado bacuno esta regalado por 100 duros hoy se compran grandes
vacas que antes valian mil y pico de pesetas y las vacas que hoy tenemos en casa nos dan mas
de 60 pesos de perdida las tierras no producen lo que en ellas se gasta pues casi todos los dias

tenemos que traer una persona para que nos ayude y los jornales estan cada vez mas subidos
y comidos como reyes [...] de aburrida que estoy si no fuera por mama cogia a las niñas y del
dia para la noche os apareciamos en esa [...] tu cuñada Estrella”.
Pero la dura realidad imponía la separación para desempeñar la casa, pues Flora
y Aquilino recibieron enseguida una carta del mencionado prestamista apremiándoles
por el pago de la deuda de 1.125 pesetas que había contraído el suegro, con fecha del 25
de febrero de 1938 y seguían muy endeudados al año siguiente, según la décima carta
del epistolario, que reciben cargada de reproches de su hija mayor:
“Fuentefria 6 de noviembre de 1939 [...] no creia que le tuviera que contestar a ese
maldito pais causa de nuestra separación [...] siempre nos esta engañando papa que en su
carta me decia que la contestara pronto que sino ya no la recibiria y haora me dice que pronto
vendra [...] dice que esta esperando que reciba la carta de la cuenta que se debe [...]
demasiado sabe lo que es porque siempre pregunta por esa dichosa cuenta asi que ya parece
que aburre demasiado saben que en Orense devia papá ciento veinte duros y por parte los
reditos de cuatro años que se completaron en octubre y son diez duros cada año asi que
pronto es tanto como el pie y sesenta duros que mandara usted para pagar en naves y se
gastaron cuando murio abuelito y otros treinta cuando murio tambien la abuelita y por parte
muchos mas gastos de casa [...] usted sabe que en casa la tia sola mal se podia arreglar que
para traer gente ala casa ay que pagarle y ella no los tenia que ustedes me mandaron veinte
duros pero me acian falta para mi asi que no tuve mas remedio que plantar el oficio pero
bueno no me interesa el no aprender lo que me da pena es tener que trabajar tanto y andar
mas mal que ninguna este año huvo muchas fiestas y todas mis compañeras fueron a ellas yo
quede en casa siempre porque para ir afeandolas no merecia la pena ahora todos los
domingos salen de paseo por la carretera y se divierten en ella por mi ya nisi quiera llaman
porque saben que aun me dan mas pena [...]”.
Reproducimos este fragmento tan extenso porque ofrece una imagen contraria al
tópico bienestar de las familias que tenían emigrados, en términos comparados con sus
vecinos. La situación de endeudamiento de la casa se agravaba porque la falta de mano de
obra les obligaba a contratar jornaleros para realizar las tareas más penosas, pagándoles con
el dinero enviado por los padres ausentes. Estrella Hermida recurría puntualmente a su

cuñado, para escapar del terrible círculo de endeudamiento y miseria que describe en sus
cartas Aquilino y Flora no defraudaban las expectativas de ayuda y les enviaban
puntualmente el dinero ansiado. La relación familiar se mantiene en esos mismos términos
seis años más tarde, pues Estrella solicita dinero de nuevo a su cuñado explicándole en la
carta 13, fechada el 7 de julio de 1946, que “me empeñe un poco y como siempre me estas
mandando me da miedo pedirte otra vez pues e tenido gastos por el mal tiempo que tenemos
y debo 6.000 reales que si tu me los mandas yo me comprometo a pagartelos cuando vengas
sino es efetivo pues te los dare en un terreno...”. Aquilino le envió las 1.500 pesetas
solicitadas, cuya recepción confirma la cuñada en la catorceava epístola del 20 de septiembre
de 1946.
Empezaron a ahorrar por fin en los años siguientes y adquirieron bienes en subastas
públicas según deducimos de la siguiente carta que conservaron fechada en septiembre de
1951 y remitida por un tal Eduardo Fernández, casado con su hija mayor y se dirige a
Aquilino como ‘padre’. Informa al suegro de que tienen una vaca valorada en 4.000 pesetas
cuya cría vendieron en 1.300 y que compró una bicicleta por mil, habiendo planeado con su
tía ingresar otras dos mil en el banco. Deducimos que Aquilino se planteaba ya el retorno,
porque el yerno le informa de la existencia de una casa y finca que serán subastadas con un
precio previsible de hasta cincuenta mil pesetas y de que “la plata la ingresé en el Banco hoy
[...] biene contando con 17.000 pesetas”, en las cartas décimoquinta y décimosexta del
epistolario. Eduardo le dice en la decimoséptima epístola que ha adquirido varias fincas en
reñida subasta pública, y le anuncia el envío de una fotografía para que puedan ver a la
familia con la ropa y relojes que les han obsequiado. La casa había superado por fin la
coyuntura adversa, comenzaba a adquirir tierras y aperos y contaba ya con importantes
ahorros en metálico gracias a las remesas enviadas por el matrimonio emigrado. Esto hacía
que los familiares de casa consultasen puntualmente todas las decisiones a los emigrados que
les estaban enviando el fruto de su esfuerzo y ahorro. Eduardo Fernández pregunta al suegro
si debe aceptar diversas cantidades de dinero de varias personas, en la última carta que
conservamos, pero desconocemos si se trataba de reintegros de préstamos o Aquilino estaba
repatriando ya sus ahorros a través de conocidos que viajaban a España. En cualquier caso,
logro sus objetivos porque salvó el patrimonio de sus suegros y proporcionó una vida más
cómoda a los vástagos de sus hijas.
Las partijas de la herencia paterna ocasionaban pequeñas crisis en las relaciones
familiares, pero aumentaba la frecuencia del intercambio epistolar, de modo que conocemos,
con cierto detalle, como solucionaron el asunto las familias cuyos epistolarios hemos

ecuperado. Vender los pinos del capital familiar, aprovechando la demanda de madera era
una práctica habitual e los años 1950 y 1960, que facilitaba la valoración y el reparto
equitativo del patrimonio. Los emigrados delegan, por lo general, en los hermanos de casa,
pero se muestran reacios a invertir los ahorros conseguidos con gran esfuerzo, en una tierra
escasa y muy cara en la aldea paterna, como hemos visto ya en las cartas del epistolario
Fernández. La propia distancia imponía cierta mesura que amortiguaba los conflictos, de
modo que cuando los emigrados querían liquidar los patrimonios que conservaban en la aldea
de origen, sin conocer muy bien ya su valor real, debían confiar en algún apoderado o en los
mismos parientes y vecinos que pretendían comprarlos. Fue lo que hizo Carmen Lois al
vender a su hermana y al cuñado las tierras heredadas en As Quintás y A Touza de Maside,
con todas las facilidades que expone en la carta 50 que les remite:
“Buenos Aires 1 de setiembre de 1960 [...] el otro día recibí tu carta en la que me
preguntan que hacen con mis terrenos [...] yo no creo ir ya a mi edad y mis hijos tampoco por
ahora así que ustedes los venden como vean que está eso por ahí [...] para vender mis terrenos
puedes preguntarle a Juan, el hermano de Obdulia que ya está al tanto de todo, apenas
arreglen todo me mandan los papeles para firmarlos [...]”.
Da la impresión de que nuestros emisores de cartas se adaptaron bien a la vida urbana
y reflejan cierto rechazo por los trabajos del campesino en aquellos años del definitivo éxodo
rural en una España que comenzaba a desarrollarse con las divisas de turistas y emigrados. El
campo simbolizaba para ellos miseria y atraso, mientras que lo próspero y ‘moderno’ era irse
a la ciudad, como exponen Manuel y su sobrino Luis en las cartas 2 y 64 del epistolario
Vázquez Lois:
“Querido cuñado [...] a la tia Nieves que continua sola le dices que se venga para
Madrid con nosotros y que no ande hoyando mas tierra [...] que aquí se vive muy bien pues el
agua de Madrid dicen que es caldo de gallina [...] Madrid 8 de junio 54”.
“Buenos Aires agosto 10 de 1962 [...] espero que la tía Teresa esté bien y se haya
dejado de luchar con os porcos y los demás animales, que se los coma así no le darán más
trabajo...”..

Esta identificación del emigrante rural con el medio urbano que le acoge y ofrece
mejores oportunidades de trabajo y, en consecuencia, una vida más desahogada, es
compatible, sin embargo, a cierta nostalgia del mundo rural o al menos de muchas de las
formas tradicionales de gestión del trabajo y de la tierra familiar. La revalorizan al
encarecerse la vida en la ciudad y notar el alza de la inflacción sobre los salarios.
Consideraban que el ejercicio de una profesión era la fórmula idónea para vivir
desahogadamente en la ciudad. Esta valoración positiva de los oficios como vía de ascenso
socioprofesional sólo es superada por la de tener negocios en propiedad o sociedad, como
indican varias cartas de los Vázquez Lois. Manuel Lois comunica a su hermana y al cuñado
que compró un camión para que su hijo deje el oficio de electricista y comercie por Madrid
con el, en julio de 1962. Mientras, su sobrino Luis relata su participación como socio de
varios restaurantes y la mejora de su nivel de vida, incorporando hábitos típicos de la
burguesía porteña como el veraneo en Mar de Plata, en las cartas 30 y 37 del epistolario
familiar:
“Buenos Aires 16-X/56 [...] el negocio marcha una maravilla, ahora tomaron otro
socio para poder estar mas descansado, se ganará menos en dinero pero asi ya puede
descansar un dia por semana [...]”.
“Buenos Aires 4-3-58 [...] en el negocio nos tomamos unas vacaciones y nos fuimos a
Mar de Plata porque a la Betty le convenían los aires del mar para reponerse un poco y a mi
porque desde que vine lo llevo trabajando sin poder ir a ninguna parte [...]”.
La preocupación de los emigrados por la deriva económica y sociopolítica de las
repúblicas americanas se limita, por lo general, a las cuestiones de orden social que podía
perjudicar sus negocios y al cambio de moneda que afectaba a sus giros para España. La
inversión de sus ahorros en el país de destino se convertía entonces en la opción más sensata,
pero reforzaba la tendencia a una instalación definitiva en él. Pero el rápido deterioro de la
coyuntura económica y sociopolítica de Argentina desde los años 1960, afectó negativamente
a las perspectivas empresariales y vitales de los emigrados. Las cartas 22, 58 y 70 de Luis
Vázquez ofrecen una buena panorámica de esa sensación que tenían los emigrantes de estar
atrapados en la Argentina decadente y convulsa que dejó Perón, por más que ellos siguiesen
volcados en sus inicaitivas empresariales y proyectos vitales:

“Bs. As. 6 de IV / 55 [...] acá las cosas andan bastante revueltas todos los días hay lios
y nosotros que vivimos en pleno centro siempre pasamos sustos. El negocio marcha bien y se
vende mucho, eso si también se trabaja mucho [...]”..
“Buenos Aires 17/4/63 [...] el otro día tuvimos una revolución pero uno ya está tan
acostumbrado a estas cosas que ya ni caso les hace, lo malo es que el país se pone cada vez
peor con todas estas macanadas, puede ser que algún día se cansen y no peleen más, pues ya
es imposible poder vivir como se pusieron las cosas [...]”.
Las cartas de otras familias emigradas, como los hermanos Naveiras de Ferreira (San
Sadurniño, A Coruña), denuncian también ese deterioro de la situación económica en las
repúblicas latinoamericanas y el consiguiente recorte en su nivel de vida. Unos y otros
prescindieron, en primer lugar, de las famosas vacaciones en Mar de Plata y de los viajes de
recreo a España que tanta admiración causaban en sus familiares de casa. El mismo Luis
Vázquez lo explicaba crudamente en las cartas 67 y 75 que remitió a sus padres:
“Buenos Aires 31 Enero de 1963 [...] La situación aquí empeoró mucho, esto está
hecho una porquería, puede ser que cambie que de lo contrario no valió la pena atravesar el
charco [...]”.
“Buenos Aires 25/3/66 [...] en febrero estuvimos de vacaciones pero este año no
fuimos a pasear, nos quedamos en casa, porque hoy está todo tan caro que si uno no se cuida
un poco no le queda nada, entre impuestos y otras cosas uno queda a dos belas [...]”.
Lógicamente, no hay referencias a cuestiones políticas en las cartas de emigrantes a
partir de 1936, pero abundan las descripciones de la extrema carestía que sufrió la población
española en la interminable posguerra. Los emigrados en Buenos Aires y Montevideo
ayudaron enviando ropa y dinero para que sus familiares sobrevivisen a aquella longa noite
de pedra miedo y hambre del primer Franquismo. Algunas cartas también hacen referencia a
la introducción de nuevas máquinas agrarias, de la electricidad y los electrodomésticos que
adquirían para sus casas y explotaciones, además de otras novedades que se iban produciendo
en sus aldeas de origen. Otras epístolas documentan la pervivencia o el abandono de las

viejas formas de pluriactividad de las familias campesinas, la cronología y tipología de la
primera mecanización de la agricultura gallega. Esta ya había incorporado trilladoras y otras
máquinas para realizar las tareas más penosas antes de la guerra civil, pero tuvo que retomar
viejas prácticas agrarias como la agricultura de rozas o los sistemas de explotación indirecta,
en régimen de arrendamiento y aparcería de lugar acasarado para adaptarse a la política
autárquica de la dictadura franquista.
Predominan, sin embargo, en las epístolas, los datos que ilustran los cambios en la
mentalidad de los emigrantes y como incorporaron muchas pautas de comportamiento y
valores típicamente urbanos al tiempo que mantenían otros propios de la sociedad rural de
procedencia. Nuestros emisores de cartas fueron educados en castellano en las escuelas de la
época, que les transmitieron una visión reducida y deformada de la realidad multicultural de
España, dominada por los mitos españolistas del Franquismo, por lo que casi todos se
identifican con la imagen folclorista de una España castiza de flamenco y toros que
proyectaba al exterior la propaganda del régimen. Sus cartas indican que la transmisión
generacional de una identidad étnica entre los gallegos emigrados durante las décadas de
1950 y 1960 se alejaba progresivamente de la que habían elaborado sus élites emigradas en la
primera mitad del siglo pasado 13 . La descripción que hace Luis Vázquez de las fiestas
familiares, en las cartas 54 y 69, refleja esta contaminación cultural, aunque recurra
ocasionalmente al gallego, al recordar las festividades y la gastronomía de la aldea de origen:
“Buenos Aires 4-9-1961 [...] Queridos padres [...] deseo que hayan pasado bien
las fiestas, yo me acordé mucho de ustedes en estos días, pensaba que estarian comendo
a cachucha do porco e bebendo o viño novo anque la cosecha no fuera muy grande [...]”.
“Buenos Aires 20 de marzo de 1963 [...] Para Carnaval Teresa disfrazó a su
nenita de española, estaba muy linda. Además ahora la empezaron a mandar a
aprender baile español pues a la mocosa le gusta mucho la música española y se
desespera por bailar [...] a los otros nietos los disfrazaron de bailarines clásicos...”.
Con todo, la producción epistolar de los emigrados aporta datos de interés sobre los
13 Sobre los discursos e imágenes identitarias construidos por y sobre los gallegos emigrados véase Xosé
Manoel Núñez Seixas, O inmigrante imaxinario: estereotipos, representacións e identidades dos galegos na
Arxentina (1880-1940), Santiago de Compostela, Servicio de Publicacións da U.S.C, 2002. Para una
perspectiva más general recomendamos el libro editado por este mismo autor, La Galicia austral. La
inmigración gallega en la Argentina, Buenos Aires, Ed. Biblos, 2001.

procesos de formación de su identidad étnica en ultramar, por oposición a los nativos y a
otros colectivos inmigrados en la sociedad de recepción. El sincretismo cultural de los
emigrantes resulta evidente en cartas, que muestran su progresivo abandono del fatalismo y
las prácticas religiosas típicas de la Galicia rural, en favor de una concepción individualista y
más voluntarista de la realidad. La incorporación de las formas de sociabilidad propias de la
sociedad de destino a sus hábitos de vida, ya fuesen las presentaciones en sociedad de sus
hijas o las tardes de fiesta pasadas con los amigo en el domicilio familiar o en alguna
sociedad étnica a la que estuviesen afiliados, aparecen también en sus cartas. Lo mismo que
la nostalgia del lugar de origen, pero esta no es tanto la mítica saudade, invención literaria de
los intelectuales coetáneos y posteriores, sino algo más concreto y tan poco metafísico como
echar de menos las comidas, festividades y otros pequeños placeres de la vida cotidiana. Los
familiares de casa correspondían lo mejor que podían al envío de dinero y regalos por parte
del emigrado y el emisario acostumbraban a retornar con los consabidos productos de la casa
y alimentos típicos de la cocina gallega que recordaban su origen al ausente, como puede
verse varias cartas del epistolario Vázquez Lois. Las epístolas de los hermanos Naveiras son
muy ricas en descripciones de este tipo, pero subrayan también las notables diferencias de
mentalidad entre los emigrados del primer franquismo, formados en la España de posguerra y
quienes les habían precedido en los albores del siglo XX. Estos nuevos emigrantes que
arribaron a las repúblicas latinoamericanas en aquel período industrializador tenían
características bien diferentes que Vicente Naveiras describe con fina agudeza en la carta 59
que remite a su sobrino Juan:
"... según lo que puedo apreciar por los que vienen ahora de esas tierras que bienen tan
cambiados parece que no solo perdieron la moral sino también la dignidad... hace muy
poquitos días que tuve la oportunidad de hablar con un marinero de un barco español y me
contava que España estava peor ahora que nunca... Marzo 12 de 1958".
III- ¿UNA RED TEMÁTICA PARA RECUPERAR LA MEMORIA
DOCUMENTAL DE LA EMIGRACIÓN?.
Existe un cierto consenso respecto a que los testimonios orales, las escrituras
autobiográficas y epistolares, o las fotos antiguas constituyen importantes lugares de la
memoria colectiva porque testimonian el modo en que organizaron socialmente sus anónimas
vidas la gente corriente, en medio de la huracanada Historia del siglo pasado. La mayor parte

de las Ciencias Sociales han integrado por ejemplo, la Fotografía en sus estrategias cognitivas
del mundo contemporáneo, de modo que sociólogos y antropólogos insisten en que el análisis
detenido de una foto permite describir los contextos culturales, tradiciones y normas sociales
en que fue producida. Unos y otros las utilizan en los estudios de vida sobre el campesinado
europeo y en los del folkclore de las poblaciones autóctonas y emigradas de los restantes
continentes, mientras que los historiadores nos conformamos con elegir “alguna que sea
bonita” para ilustrar nuestros trabajos. Nos arriesgamos a ser tachados de posmodernos si
asumimos que la fotografía es una ciencia y arte que posee una narrativa propia y un lenguaje
específico que nos comunican significados (comportamientos, valores, deseos y sentimientos
producidos y reproducidos) sobre esas imágenes fijadas de un tiempo y un espacio ya
vividos. La máquina fotográfica democratizó el Arte e inmortalizó el trabajo, las festividades
y la vida cotidiana de esas personas “sin Historia”, reflejando la formación de nuevas
identidades, que integraron la cultura de origen y las costumbres del país de destino en las
fiestas y ritos de los emigrantes. Sus fotos demuestran que habían llevado útiles y ropa desde
el viejo país y nos desvelan, junto a las cartas que ellos escribieron, muchos otros aspectos
como las esperanzas, nostalgias y desilusiones que experimentaron en sus vidas. Viajaron con
las epístolas de los ausentes, evocan la memoria de quienes las recibieron o de sus
descendientes y desvelan aspectos concretos de las estrategias de sociabilidad y de
reproducción social en las familias de campesinos y emigrantes del mundo contemporáneo.
Constituyen en cierto modo, la esencia misma de esa memoria personal y familiar por su
capacidad de flash-back que evoca un momento determinado e irrepetible, facilitando la
reorganización mental de la experiencia vivida y dotándola de historicidad. 14
Es sabido que la emigración en masa a América determinó la popularización de la
fotografía desde fines del siglo XIX. Retratarse en el momento de partir o en las cartes-devisite
o ‘tarjetas americanas’ pasó a ser un acto ritual, que permitía comunicar a los seres
queridos el estado personal del emigrado, la buena marcha de sus negocios, repletos de
14 Aún aceptando que la investigación de las trayectorias de vida de las personas que aparecen en las las
fotos integra los aspectos macroeconómico y microsocial de las ciencias humanas, no debemos olvidar que
muchos de los temas más importantes de la vida cotidiana de la gente corriente permanecieron invisibles
para la fotografía que sólo fijaba aquellos ritos de paso que tuviesen una relevancia económica y social en
la existencia de las personas y sus familias, como eran los bautizos, comuniones, asistencia a la escuela,
bodas y muerte de los mayores cuyo patrimonio iban a heredar. Las fotos asumieron así la función
informativa del nacimiento de un nuevo miembro de la familia, el éxito en los negocios, o la prueba de un
deceso. Pero apenas tienen posibilidades de significado autónomo para el investigador social y únicamente
transmiten un resultado semántico claro si las inclusimos en situaciones concretas de recuperación de la
memoria, utilizándolas para evocar los recuerdos de quienes entrevistemos y para dotar de “rostro
humano” a quienes aparecen en las cartas que polacos, italianos, asturianos o gallegos enviaban desde el
otro lado del mar.

mercancías y empleados, o el éxito de las reuniones festivas con amigos y familiares.
Pretenden transmitir la imagen de que la fortuna les sonríe y han adquirido el gusto moderno
por el confort y la calidad de vida. Pero no debemos idealizar la realidad subyacente, pues
muchos de los que aparecen sentados y muy bien vestidos, lo hacían con un traje y sombrero
que pertenecían al taller fotografíco y la forzada expresión de felicidad de sus rostros apenas
disimula los sinsabores que padecieron en su éxodo migratorio.
En cualquier caso, esos retratos, cartas y tarjetas postales que mantuvieron los
vínculos afectivos de los emigrados con sus allegados y espacios sociales de origen,
constituyen ahora una importante fuente cualitativa para recuperar sus historias de vida, como
han demostrado las experiencias de recuperación y musealización de la memoria de la
emigración ya realizadas en Italia o en la vecina Asturias 15 . Son buenos ejemplos a seguir que
suscitan una sana envidia en quienes pensamos que aún abunda la memoria oral y documental
a patrimonializar, ya sean fotos y correspondencia de los archivos familiares o placas y
negativos de los fotógrafos locales y emigrados, que en Galicia se siguen perdiendo ante la
desidia de los poderes públicos, aliada con el minifundismo de las instituciones culturales que
organizan infinitos eventos y congresos pero son incapaces de frenar la pérdida irreparable de
ese patrimonio cultural. La consecuencia más evidente es que nuestro Museo do Pobo no
cuenta aún con una sala dedicada a la emigración gallega, equiparable a lo que han hecho la
Fondazione Sella de Biella o el Muséu del Pueblu d´Asturies. El Consello da Cultura Galega
ha realizado importantísmos avances en cuanto a la recuperación de la memoria documental y
oral de los gallegos en la diáspora, que ha incorporado a los fondos de sus Arquivo Sonoro y
de la Emigración Galega. Pero quizás sea el momento, ahora o nunca, de hacer lo propio con
los archivos familiares del finisterre atlántico, creando una red temática que coordine la
acción local de los centros de educación primaria y secundaria, las asociaciones culturales y
áreas de cultura de los ayuntamientos que están inmersos en el tejido social gallego, para
recuperar esa parte fundamental del patrimonio cultural y de la identidad colectiva de nuestro
pueblo. De hecho, las experiencias ya realizadas por el citado Arquivo da Emigración con
algunos ayuntamientos han dado excelentes resultados.
15 Vid, respectivamente, Michelle Rak, ed., Gli Italiani all´Estero. 140 anni fotografie delle comunitá
italiane: 1860 – 2000, Consorzio in Lucino-Fototeca di Roma, 2001; Francisco Crabiffosse Cuesta,
“Fotografía y emigración a América” en J. López Álvarez, ed., Asturianos en América (1840-1940).
Fotografía y emigración, Museu del Pueblu D´Asturies, Gijón, 2000.