Priego de Córdoba - Periódico Adarve
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tribuna <strong>de</strong>l lector<br />
JOSÉ MARiA DEL PINO<br />
A eso <strong>de</strong> las siete <strong>de</strong> la<br />
tar<strong>de</strong> he salido <strong>de</strong> la casa<br />
<strong>de</strong> cultura, don<strong>de</strong> trabajo<br />
habitualmente, para ir a<br />
una reunión <strong>de</strong> Ayuntamiento.<br />
Antes <strong>de</strong> salir he<br />
<strong>de</strong>jado organizado lo necesario<br />
a una francesa encantadora, Marie,<br />
que viene un par <strong>de</strong> tar<strong>de</strong>s por semana <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
Granada a impartir un curso <strong>de</strong> lengua francesa<br />
a nuestro profesorado <strong>de</strong> idiomas. Me ha<br />
corregido graciosamente mi ceban soir)) por un<br />
ceban your)) y me ha <strong>de</strong>spedido con un ceau<br />
revoir)) y una sonrisa angelical. En el camino,<br />
por la calle Río, me he cruzado con Bob, un<br />
norteamericano <strong>de</strong> New York que se <strong>de</strong>dica a<br />
los efectos visuales en publicidad y es buen<br />
aficionado a la música. Se ha comprado una<br />
casa en la Villa y anda restaurándola,<br />
cancaneando diría yo, en sus ratos libres; ya le<br />
he dicho mil veces que está haciendo <strong>de</strong> cocinero<br />
metido a fraile y que cualquier día se le va<br />
a caer la casa sobre la cabeza, pero no me hace<br />
caso y me lo explica con un precioso acento<br />
neoyorquino que da gusto oír. Una linda chica<br />
ecuatoriana que trabaja en una <strong>de</strong> las casas<br />
gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong> esta calle, estaba limpiando las<br />
rejas yme ha saludado, como siempre que nos<br />
vemos, con una mirada fugaz y una sonrisa<br />
silenciosa; nunca hemos hablado, pero intuyo<br />
la dulzura andina <strong>de</strong> su carácter.<br />
El Ayuntamiento aún está cerrado; es pronto<br />
y tengo tiempo para tomar un café. Me<br />
acerco a la cafeteria <strong>de</strong> la esquina y allí me<br />
atien<strong>de</strong> Antonio, un argentino <strong>de</strong> Punta <strong>de</strong>l<br />
Este, <strong>de</strong> ascen<strong>de</strong>ncia italiana, que canta tangos<br />
a pesar <strong>de</strong> trabajar todo el día en la<br />
aceituna para reengancharse <strong>de</strong>spués hasta la<br />
madrugada <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la barra; y tiene aún el<br />
tío la templanza <strong>de</strong> recibirme con los brazos<br />
abiertos y un efusivo ceamigo Pepe, bienvenido<br />
a mi boliche; qué tomás VOS)), dicho con un<br />
acento que me parece estar hablando con<br />
Carlos Gar<strong>de</strong>l. Cerca, en la primera mesa, dos<br />
negros, seguramente proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> algún<br />
taller <strong>de</strong> muebles lucentino, con ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong><br />
oro al cuello y gorras <strong>de</strong> visera a juego con la<br />
ropa, forman un puzzle <strong>de</strong> colores increíble<br />
para estas latitu<strong>de</strong>s. Hablan en francés yvistos<br />
Increíble<br />
AD ARVE I N9 619-620 - 15 <strong>de</strong> Marzo y 1 <strong>de</strong> Abril 2002<br />
así, limpios como patenas y sin el miedo <strong>de</strong>l<br />
estrecho en la mirada, lucen espectaculares su<br />
piel <strong>de</strong> ébano y sus anatomías atléticas y<br />
relajadas; ríen abiertamente y muestran para<br />
mi envidia sus dientes fuertes, sanos y blancos,<br />
como tallados en marfil. Al otro extremo,<br />
en la última mesa, una pareja <strong>de</strong> turistas; ella<br />
japonesa, joven y <strong>de</strong> pómulos nacarados, casi<br />
translúcidos; él, europeo, maduro y <strong>de</strong> barba<br />
corta y canosa; me pareció que sólo les faltaba<br />
comenzar a cantar algún ária <strong>de</strong> Madame<br />
Butterfly.<br />
Aún tengo diez minutos para un cigarrillo<br />
y allí, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l Ayuntamiento, repaso el<br />
Paseíllo yveo un par <strong>de</strong> magrebíes sentados en<br />
un banco con la <strong>de</strong>sesperación pintada en la<br />
cara; abatidos y <strong>de</strong>sastrados hacen contraste<br />
con otros tres o cuatro ya instalados, se les<br />
nota, que <strong>de</strong>se los teléfonos públicos gritan en<br />
árabe a sus familias <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong>l estrecho<br />
porque esos veinte kilómetros <strong>de</strong> agua son tan<br />
largos que ni el teléfono pue<strong>de</strong> cruzarlos sin<br />
dificultad. Y muy cerca <strong>de</strong> mí otro, casi un<br />
chiquillo, que se ha comprado ropa nueva y<br />
lleva impecable su pantalón vaquero, ajustado,<br />
luciendo paquete; otea el panorama con<br />
actitud <strong>de</strong> casanova y sonríe al mundo con su<br />
cigarrillo en la mano y su altanería <strong>de</strong> adolescente,<br />
seguramente pensando