Editora Digital - Universo Romance, el Portal
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CASTALIA CABOTT<br />
El traductor<br />
Cruzados 3<br />
todos también sabían que una vez que recibiera su parte d<strong>el</strong><br />
cuantioso botín, regresaría a su isla. Perfecto. William Hampton no<br />
haría sombra a nadie.<br />
Se sentía agotado, parado allí mientras Tarento hacía los honores.<br />
Uno a uno los hombres iban pasando. La batalla había sido dura y<br />
excesivamente larga e intensa. Las recompensas eran motivo de<br />
arduas discusiones, primero los nobles luego los mercenarios y los<br />
templarios y por último los soldados, que jamás recibían lo que en<br />
verdad merecían.<br />
En medio d<strong>el</strong> patio de la fortaleza se había armado una especie de<br />
amplio salón. El Príncipe se había sentado en <strong>el</strong> centro d<strong>el</strong> patio y<br />
todos los caballeros nobles estaban sentados en semicírculo mientras<br />
que los guerreros estaban de pie, detrás. Más allá, sus hombres se<br />
formaban y esperaban expectantes. El que su señor recibiese más era<br />
un motivo de orgullo y festejo, como si fueran <strong>el</strong>los quienes<br />
recibieran la recompensa. El orden determinaba también a quién <strong>el</strong><br />
Príncipe consideraba su mejor aliado o <strong>el</strong> mejor guerrero en la<br />
batalla. Por esa razón esta ceremonia era tan importante y formal; <strong>el</strong><br />
orden que regía era militar.<br />
Detrás d<strong>el</strong> Príncipe y nuevo dueño de la fortaleza, los vencidos<br />
esperaban <strong>el</strong> destino de sus vidas. Si alguno quería esclavos o<br />
servidumbre eran <strong>el</strong>egidos entre los prisioneros. Lo más fuertes y en<br />
mejores condiciones eran s<strong>el</strong>eccionados en primera instancia, los más<br />
débiles y heridos si nadie se hacía cargo bien podían esperar la<br />
muerte.<br />
William se había bañado y alejado de si la sangre y los restos de la<br />
batalla. Su rostro reflejaba su cansancio. Sabía que esta había sido la<br />
última vez que alquilaba su espada. El Príncipe no era un hombre<br />
malo sino un político más; siempre preocupado más por sí mismo,<br />
que por la gente que p<strong>el</strong>eaba en su nombre o bajo su estandarte.<br />
Tampoco era muy diferente. Lance siempre decía que los cuatro,<br />
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