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CASTALIA CABOTT El traductor Cruzados 3 Tan cerca y tan lejos. 1 Para William los últimos ocho meses habían sido los más largos y agotadores de su vida. Su cansancio no era sólo físico estaba harto de todo; del Príncipe, de Aquitania, de las intrigas palaciegas en medio de la nada y sobre todo de la política. Todo era política y todo se reducía a ella. Al final la guerra por la fe solo era una gran guerra donde los intereses personales se escondían detrás de una cruz. Les había llevado mucho tiempo a él, Lance de Villier y Nicholas SanPietro hacerse de un futuro. Y quizás el sólo hecho de tener al fin lo que más anhelaban en el mundo: una tierra a quien llamar hogar, había hecho que su intolerancia y deseos de que todo terminara se acrecentara. El final estaba cerca, solo debían tomar por asalto las altas paredes de la fortaleza de Aquitania. En cuanto ella cayera, en cuanto el Príncipe pusiera un pie en ella y la reclamara como propia, él podría volver a Brac. Tan cerca y tan lejos. Pero para llegar a Aquitania debían atravesar el poblado que se había armado cerca de las murallas. Una enorme muchedumbre de lo más variado; familiares, amantes, prostitutas, vividores, vagabundos, estafadores y todo aquél que deambulara buscando un lugar dónde sobrevivir. Y había sido la guerra quien había reunido a los desafortunados buscando la salvación de almas y económica. Aquitania los necesitaba y ellos a ella. Para William Daniken Hampton, ese poblado era la única debilidad de la fortaleza, y había sido Nicholas quién lo había entendido. Si no lograban dominarla no habría entrada triunfal a Aquitania. Y ésta presentaba una feroz batalla. Nada era fácil. Editora Digital
CASTALIA CABOTT El traductor Cruzados 3 William azuzó su caballo y se dirigió al grupo de tres jinetes que estaban atacando a sus hombres. Montado en su caballo era un formidable adversario. Debido a su elevada estatura y fuerte contextura William Daniken Hampton atrajo inmediatamente la mirada y la preocupación de los atacantes. Will se estaba lanzando hacia ellos espada en mano cuando lo impensado ocurrió: su cabello tropezó con algo en la suave arena cayendo al suelo y llevándolo con él. De la nada cuatro hombres aparecieron. Una trampa, una maldita trampa y había caído en ella con facilidad. Los hombres habían estado camuflados bajo una suave cubierta y al ponerse de pie levantaron una pequeña nube de arena. William maldijo. Estaba muy cansado, lo único que lo mantenía en pie era que pronto estaría de regreso en Brac y podría poner distancia. Sus deseos de acabar con todo, lo habían hecho perder concentración y ese estúpido acto podría acabar con su vida. Podría, pero no se las haría fácil. Mientras el caballo se agitaba con fuerza mientras caía, William se tiró al suelo utilizando la energía del animal para rodar por la arena blanca y caliente. Ninguno de sus atacantes pudo siquiera sospechar que alguien tan grande se moviera con esa agilidad y elasticidad. Al caer giró con todo su cuerpo dando dos vueltas enrollado sobre si mismo en primer lugar para mantenerse a distancia de su caballo, no podía correr el riesgo de ser atrapado bajo el enorme animal, pero también para permanecer lejos de los hombres que habían aparecido a caballo. Cuando dejó de rodar, se puso de pie con su espada en mano. Todo sucedía rápidamente. Los hombres a caballo se dirigían a todo galope hacia él. Su propio caballo había quedado sobre la arena, tendido bufando y moviéndose imposibilitado de pararse. Lo mismo que lo hizo caer debió cortar quizás los ligamentos de sus patas. Por Editora Digital
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