08.05.2013 Views

Editora Digital - Universo Romance, el Portal

Editora Digital - Universo Romance, el Portal

Editora Digital - Universo Romance, el Portal

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

Tan cerca y tan lejos.<br />

1<br />

Para William los últimos ocho meses habían sido los más largos y<br />

agotadores de su vida.<br />

Su cansancio no era sólo físico estaba harto de todo; d<strong>el</strong> Príncipe,<br />

de Aquitania, de las intrigas palaciegas en medio de la nada y sobre<br />

todo de la política. Todo era política y todo se reducía a <strong>el</strong>la. Al final<br />

la guerra por la fe solo era una gran guerra donde los intereses<br />

personales se escondían detrás de una cruz. Les había llevado mucho<br />

tiempo a él, Lance de Villier y Nicholas SanPietro hacerse de un<br />

futuro. Y quizás <strong>el</strong> sólo hecho de tener al fin lo que más anh<strong>el</strong>aban en<br />

<strong>el</strong> mundo: una tierra a quien llamar hogar, había hecho que su<br />

intolerancia y deseos de que todo terminara se acrecentara.<br />

El final estaba cerca, solo debían tomar por asalto las altas<br />

paredes de la fortaleza de Aquitania. En cuanto <strong>el</strong>la cayera, en cuanto<br />

<strong>el</strong> Príncipe pusiera un pie en <strong>el</strong>la y la reclamara como propia, él<br />

podría volver a Brac.<br />

Tan cerca y tan lejos.<br />

Pero para llegar a Aquitania debían atravesar <strong>el</strong> poblado que se<br />

había armado cerca de las murallas. Una enorme muchedumbre de lo<br />

más variado; familiares, amantes, prostitutas, vividores, vagabundos,<br />

estafadores y todo aquél que deambulara buscando un lugar dónde<br />

sobrevivir. Y había sido la guerra quien había reunido a los<br />

desafortunados buscando la salvación de almas y económica.<br />

Aquitania los necesitaba y <strong>el</strong>los a <strong>el</strong>la. Para William Daniken<br />

Hampton, ese poblado era la única debilidad de la fortaleza, y había<br />

sido Nicholas quién lo había entendido. Si no lograban dominarla no<br />

habría entrada triunfal a Aquitania.<br />

Y ésta presentaba una feroz batalla. Nada era fácil.<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

William azuzó su caballo y se dirigió al grupo de tres jinetes que<br />

estaban atacando a sus hombres. Montado en su caballo era un<br />

formidable adversario. Debido a su <strong>el</strong>evada estatura y fuerte<br />

contextura William Daniken Hampton atrajo inmediatamente la<br />

mirada y la preocupación de los atacantes.<br />

Will se estaba lanzando hacia <strong>el</strong>los espada en mano cuando lo<br />

impensado ocurrió: su cab<strong>el</strong>lo tropezó con algo en la suave arena<br />

cayendo al su<strong>el</strong>o y llevándolo con él.<br />

De la nada cuatro hombres aparecieron. Una trampa, una maldita<br />

trampa y había caído en <strong>el</strong>la con facilidad. Los hombres habían<br />

estado camuflados bajo una suave cubierta y al ponerse de pie<br />

levantaron una pequeña nube de arena. William maldijo. Estaba muy<br />

cansado, lo único que lo mantenía en pie era que pronto estaría de<br />

regreso en Brac y podría poner distancia. Sus deseos de acabar con<br />

todo, lo habían hecho perder concentración y ese estúpido acto<br />

podría acabar con su vida.<br />

Podría, pero no se las haría fácil. Mientras <strong>el</strong> caballo se agitaba con<br />

fuerza mientras caía, William se tiró al su<strong>el</strong>o utilizando la energía d<strong>el</strong><br />

animal para rodar por la arena blanca y caliente. Ninguno de sus<br />

atacantes pudo siquiera sospechar que alguien tan grande se moviera<br />

con esa agilidad y <strong>el</strong>asticidad.<br />

Al caer giró con todo su cuerpo dando dos vu<strong>el</strong>tas enrollado sobre<br />

si mismo en primer lugar para mantenerse a distancia de su caballo,<br />

no podía correr <strong>el</strong> riesgo de ser atrapado bajo <strong>el</strong> enorme animal, pero<br />

también para permanecer lejos de los hombres que habían aparecido<br />

a caballo. Cuando dejó de rodar, se puso de pie con su espada en<br />

mano. Todo sucedía rápidamente. Los hombres a caballo se dirigían a<br />

todo galope hacia él. Su propio caballo había quedado sobre la arena,<br />

tendido bufando y moviéndose imposibilitado de pararse. Lo mismo<br />

que lo hizo caer debió cortar quizás los ligamentos de sus patas. Por<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

sobre él pasaron los dos jinetes buscando llegar hasta William parado<br />

un poco más allá.<br />

El hombre era un guerrero inmenso. La lucha por <strong>el</strong> poblado había<br />

empezado hacía largos minutos, si pudieran acabar con <strong>el</strong> hombre<br />

con la misma facilidad con que había derribado su caballo sería muy<br />

probable que los infi<strong>el</strong>es que lo acompañaban se rendirían. Su muerte<br />

sería un buen augurio para Aquitania. El hombre los esperaba de pie.<br />

Los dos primeros guerreros moros echaron sobre él sus caballos<br />

mientras blandían los largos sables. El guerrero no se movió, levantó<br />

su brazo izquierdo hacia atrás y desde su espalda sacó otra espada<br />

más, está parecía un poco más corta. Permaneció de pie<br />

esperándolos, mientras sus muñecas abanicaban <strong>el</strong> aire con ambas<br />

espadas. Cuando los caballos lo flanquearon a todo galope se lanzó a<br />

tierra; arrodillado levantó las dos manos y las espadas detuvieron <strong>el</strong><br />

acero de sus enemigos. El sonido d<strong>el</strong> choque de metales se acompañó<br />

con las chispas de la fuerte fricción de los aceros enemigos chocando<br />

con fuerza. Otro hombre más débil hubiera caído al su<strong>el</strong>o con la<br />

fuerza de los golpes pero él se mantuvo firme. Cuando los hombres y<br />

sus caballos pasaron, él giró para encontrarse a dos guerreros a sus<br />

espaldas. Uno de <strong>el</strong>los asestó un golpe que sólo su v<strong>el</strong>ocidad y<br />

rapidez mental alejaron de su cuerpo no sin antes que <strong>el</strong> metal dejara<br />

un profundo surco en su hombro.<br />

Will apretó sus dientes ante <strong>el</strong> dolor, pero no tenía tiempo para<br />

ocuparse de él. En vez de retirarse por <strong>el</strong> golpe hizo algo inesperado,<br />

se ad<strong>el</strong>antó hacia los hombres, estiró su brazo izquierdo y logró<br />

perforar con su espada <strong>el</strong> estómago d<strong>el</strong> hombre frente a él, mientras<br />

lo hacía se tiraba al su<strong>el</strong>o. Podía sentir <strong>el</strong> ruido de los caballos y sabía<br />

que los hombres volverían. Rodó, buscando equilibrarse para ponerse<br />

de pie, <strong>el</strong> dolor lacerante de su hombro le hizo soltar una de las<br />

espada. Pero logró erguirse. El otro hombre se lanzó sobre él y<br />

cruzaron espadas mientras William buscaba moverse para cubrir sus<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

espaldas. Su duro entrenamiento le había advertido de la ubicación<br />

de otros tres guerreros; uno a pie y dos a caballo.<br />

No podría con todos sin su otra mano. Se enfocó en los hombres a<br />

caballo; si pudiera derribar a uno podría quedarse con <strong>el</strong> animal. Las<br />

grandes bestias fueron lanzadas sobre él mientras <strong>el</strong> cerebro de<br />

William pensaba la mejor defensa.<br />

De pronto sintió sin ver <strong>el</strong> característico sonido sibilante de una<br />

flecha hendiendo <strong>el</strong> aire y vio caer a uno de los hombres que lo<br />

atacaban a caballo. Sin siquiera pensarlo se lanzó hacia <strong>el</strong> mismo<br />

lugar por donde venía <strong>el</strong> caballo y saltó poniéndose justo entre <strong>el</strong> otro<br />

atacante y <strong>el</strong> caballo sin jinete.<br />

El hombre montado siguió de largo sin poder dominar su animal,<br />

William giró tan rápido como pudo para enfrentar a los hombres de a<br />

pie que intentaban rodearlo. Aún con una sola mano William Daniken<br />

Hampton no sería un hombre fácil de matar. Como una danza<br />

ensayada y ejecutada se movieron intercambiando lugares y golpes.<br />

El sonido de otra flecha atravesó <strong>el</strong> aire y William vio caer a uno de<br />

sus atacantes. Ese preciso momento le otorgó los segundos de<br />

sorpresa necesarios para acercarse mortalmente al otro. Giró su<br />

cabeza y vio a su enemigo a caballo que había cambiado de objetivo.<br />

Ahora no era él la presa, sino <strong>el</strong> tirador. El caballo se movió<br />

pesadamente, directo hacia un hombre joven apenas vestido con un<br />

harapiento pantalón que tenía en sus manos un arco. Su casi<br />

desnudes llamó su atención. No era común en <strong>el</strong> desierto. ¿De dónde<br />

habría salido? Al parecer las dos flechas disparadas, las que habían<br />

salvado su vida, habían provenido de él. Y parecía que eran las<br />

últimas. El joven solo llevaba un arco y ninguna flecha. Estaba<br />

indefenso, intentó girar y correr pero William supo que si no hacía<br />

algo no lograría escapar d<strong>el</strong> guerrero a caballo. Buscó en su pecho,<br />

sacó la pequeña estr<strong>el</strong>la y la tiró con todas sus fuerzas. Esperaba<br />

poder llegar hasta <strong>el</strong> jinete o su salvador moriría.<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

La estr<strong>el</strong>la llegó a destino, clavándose en la espalda d<strong>el</strong> atacante<br />

en <strong>el</strong> exacto momento en que hombre y su caballo se agachaban para<br />

intentar calcular la distancia para descargar su espada en la espalda<br />

d<strong>el</strong> joven. El golpe se desvaneció sin fuerza mientras <strong>el</strong> hombre caía<br />

sobre <strong>el</strong> cuerpo d<strong>el</strong> arquero derribándolo consigo. William corrió hacía<br />

él mientras <strong>el</strong> caballo seguía su carrera hacia <strong>el</strong> joven. El cuerpo d<strong>el</strong><br />

infortunado ayudó a protegerlo d<strong>el</strong> caballo desbocado que saltó sobre<br />

ambos alejándose d<strong>el</strong> lugar. El muchacho a pesar de su d<strong>el</strong>gadez,<br />

logró empujar y tiró <strong>el</strong> cuerpo muerto a un costado. Will notó que <strong>el</strong><br />

joven comprendió rápidamente la situación, debía salir de dónde<br />

estaba o podría ser atrop<strong>el</strong>lado por otros guerreros a caballo. Will se<br />

movió con v<strong>el</strong>ocidad. Debía ayudar a sacarle ese cuerpo muerto de<br />

encima. El muchacho se demoró por un largo segundo para observar<br />

su propia mano llena de sangre.<br />

Will supo por qué había sangre. Su estr<strong>el</strong>la había sido certera y no<br />

solo lo había herido. Había acabado con la amenaza.<br />

Al levantar la vista <strong>el</strong> joven vio al hombre correr hacia él y a otros<br />

dos jinetes avanzando en una nube de polvo. Entonces se puso de pie<br />

y apenas corrió dos pasos para luego saltar, zambullirse y caer<br />

pesadamente sobre una tienda, que al parecer hasta hacía poco había<br />

fungido como <strong>el</strong> techo de una carpa improvisada. William respiró<br />

aliviado. Cuando sintió <strong>el</strong> trop<strong>el</strong> de caballos detrás suyo giró<br />

dispuesto a seguir luchando cuando comprendió que eran Muller y<br />

Angus MacFardenn . Al parecer lo habían visto y venían en su ayuda.<br />

William miró a Muller y le gritó: —Consígueme un caballo.<br />

El p<strong>el</strong>irrojo simplemente cabeceó afirmativamente y siguió al<br />

mismo caballo que había atacado al joven. Su jinete yacía en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o<br />

un poco más allá. Will giró para buscar al joven con la mirada. Estaba<br />

levantándose de la tienda. En cuanto se puso de pie William se fijó en<br />

su rostro. Moretones y sangre seca. Había sido golpeado, su cuerpo<br />

parecía un muestrario de golpes. No era tan pequeño como Andreas<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

quizás un metro setenta y cinco no más, y más corpulento a pesar de<br />

que podían verse las costillas bajo su pi<strong>el</strong>. El joven, sostenía <strong>el</strong> arco<br />

en su mano, tenía <strong>el</strong> cab<strong>el</strong>lo negro y los ojos más verdes que hubiera<br />

visto, ni siquiera los ojos de Nick tenían ese tono esmeralda. Por dos<br />

segundos los hombres sólo se miraron. Los gritos de batalla, las<br />

explosiones, <strong>el</strong> polvo levantado por los caballos desaparecieron<br />

durante esos dos largos segundos. Cuando <strong>el</strong> caballo de Muller se<br />

detuvo a su lado William reaccionó subiendo al suyo mientras recibía<br />

también de Muller su espada. Cuando levantó la vista buscando al<br />

joven, ya no estaba ahí.<br />

La acuciante batalla lo alejó d<strong>el</strong> lugar y de su salvador.<br />

Tres días después Bohemundo de Tarento había ganado su batalla<br />

William había buscado en <strong>el</strong> poblado entre los sobrevivientes y los<br />

guerreros prisioneros a su salvador sin hallarlo. Tal vez había muerto.<br />

Había mirado dónde estaban enterrando a los luchadores propios y<br />

ajenos y no había reconocido <strong>el</strong> cuerpo golpeado y semidesnudo de<br />

su oportuno salvador. En este día terminaría su r<strong>el</strong>ación comercial<br />

con <strong>el</strong> Príncipe, regresaría a Brac a lo que amaba: construir no matar.<br />

Todos los caballeros Templarios habían sido llamados ante <strong>el</strong> Príncipe.<br />

Siempre ocurría así. Cuando se ganaba una batalla, y todo estaba en<br />

orden, llegaban las recompensas. William estaba listo para recibir la<br />

suya y regresar a Brac. Completamente libre y con <strong>el</strong> dinero<br />

suficiente para al menos cinco cosechas. Mientras miraba los rostros<br />

de sus acompañantes comprendió que cada uno de <strong>el</strong>los esperaba<br />

algo diferente. Algunos tierras, otros títulos, otros simple<br />

reconocimiento, o un cargo más alto. Él esperaba oro. Todos sabían<br />

que era un mercenario. Una espada al lado de quien mejor pagaba. Y<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

todos también sabían que una vez que recibiera su parte d<strong>el</strong><br />

cuantioso botín, regresaría a su isla. Perfecto. William Hampton no<br />

haría sombra a nadie.<br />

Se sentía agotado, parado allí mientras Tarento hacía los honores.<br />

Uno a uno los hombres iban pasando. La batalla había sido dura y<br />

excesivamente larga e intensa. Las recompensas eran motivo de<br />

arduas discusiones, primero los nobles luego los mercenarios y los<br />

templarios y por último los soldados, que jamás recibían lo que en<br />

verdad merecían.<br />

En medio d<strong>el</strong> patio de la fortaleza se había armado una especie de<br />

amplio salón. El Príncipe se había sentado en <strong>el</strong> centro d<strong>el</strong> patio y<br />

todos los caballeros nobles estaban sentados en semicírculo mientras<br />

que los guerreros estaban de pie, detrás. Más allá, sus hombres se<br />

formaban y esperaban expectantes. El que su señor recibiese más era<br />

un motivo de orgullo y festejo, como si fueran <strong>el</strong>los quienes<br />

recibieran la recompensa. El orden determinaba también a quién <strong>el</strong><br />

Príncipe consideraba su mejor aliado o <strong>el</strong> mejor guerrero en la<br />

batalla. Por esa razón esta ceremonia era tan importante y formal; <strong>el</strong><br />

orden que regía era militar.<br />

Detrás d<strong>el</strong> Príncipe y nuevo dueño de la fortaleza, los vencidos<br />

esperaban <strong>el</strong> destino de sus vidas. Si alguno quería esclavos o<br />

servidumbre eran <strong>el</strong>egidos entre los prisioneros. Lo más fuertes y en<br />

mejores condiciones eran s<strong>el</strong>eccionados en primera instancia, los más<br />

débiles y heridos si nadie se hacía cargo bien podían esperar la<br />

muerte.<br />

William se había bañado y alejado de si la sangre y los restos de la<br />

batalla. Su rostro reflejaba su cansancio. Sabía que esta había sido la<br />

última vez que alquilaba su espada. El Príncipe no era un hombre<br />

malo sino un político más; siempre preocupado más por sí mismo,<br />

que por la gente que p<strong>el</strong>eaba en su nombre o bajo su estandarte.<br />

Tampoco era muy diferente. Lance siempre decía que los cuatro,<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

Bohemundo, él, Nick y Lance mismo eran más parecidos de lo que a<br />

primera instancia se notaba. Lo único que los diferenciaba era que<br />

<strong>el</strong>los carecían de ambiciones políticas. Y algo más pensaba ahora<br />

nosotros en verdad somos libres. Por su mente pasó la imagen de<br />

Lance durmiendo en brazos de Adam, o Andreas, riendo y cabalgando<br />

con Nick, sí, <strong>el</strong>los eran en verdad libres.<br />

William saldría de Aquitania y no regresaría, Tarento debería<br />

luchar por <strong>el</strong>la cada día que permaneciera dentro por <strong>el</strong> resto de su<br />

vida. Y tal vez ésta no fuera tan larga.<br />

Bohemundo de Tarento observaba a los nobles esperando su<br />

turno. Si bien las mayores ganancias le pertenecían sabía que debía<br />

tener mucho cuidado en la distribución. Cada uno de <strong>el</strong>los era un<br />

perfecto y futuro traidor. Y mucho más si se sentía poco apreciado.<br />

Cada uno de <strong>el</strong>los, menos William Hampton. Desde donde estaba, <strong>el</strong><br />

hombre refulgía. Su alta estatura y <strong>el</strong> larguísimo cab<strong>el</strong>lo rubio casi<br />

blanco era su marca distintiva. Un guerrero vikingo como pocos,<br />

valiente, astuto y quizás <strong>el</strong> único honesto. Pero también <strong>el</strong> más<br />

p<strong>el</strong>igroso. Con él no se valían los juegos. Lamentaba perderlo, pero<br />

sabía que era lo mejor. Alguien tan valorado por sus propios hombres<br />

era un riesgo constante de liderazgo. Conocía de primera mano la<br />

forma en que era respetad y muchas veces si Hampton no lo hubiera<br />

apoyado no habría logrado lo que se proponía. Lo mejor era alejarlo<br />

de Aquitania. Lamentaba su ida pero por su propia supervivencia era<br />

lo mejor. Había hablado con él antes de la reunión.<br />

—Sabes que te considero <strong>el</strong> más importante de mis guerreros.<br />

William le dio una sonrisa torcida y se rascó su barba dorada. —<br />

Supongo que esta alabanza se debe a la distribución. ¿No?<br />

Tarento sabía de su agudeza mental y también que mientras le<br />

diera lo que le correspondía no necesitaba ni requería ser exhibido<br />

como <strong>el</strong> mejor de todos. —Me alegra saber que entiendes.<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

Claro que entendía, esperaría su turno detrás de los nobles y<br />

recibiría <strong>el</strong> pago pactado. La mitad le había sido entregada con<br />

anticipación. Esa había sido enviada para completar <strong>el</strong> pago de la isla.<br />

Con esta parte compraría semillas, y maquinarias. Completaría su<br />

puerto y acondicionaría <strong>el</strong> hospital de Adam y Andreas. Les alcanzaría<br />

para afrontar los próximos cinco años siendo cuidadosos, porque en<br />

cinco años, la producción de olivos y la cantera ya estaría rindiendo<br />

sus frutos.<br />

Ahí estaba de pie, apoyando sus dos manos sobre <strong>el</strong> cabo de su<br />

espada, esperando su turno mientras sentía los aplausos y gritos de<br />

alabanza de los hombres cuando los nombres de sus superiores eran<br />

pronunciados y se ad<strong>el</strong>antaban para recibir su parte.<br />

Mientras veía pasar uno a uno a los nobles de Tarento miró hacia<br />

los prisioneros. Buscaba unos ojos color esmeralda. ¿Habría muerto?<br />

La duda había cruzado varías veces su cabeza en esos días. La batalla<br />

había sido feroz y cruenta. Ni siquiera tenía un escudo con <strong>el</strong> cual<br />

defenderse. Lo más probable es que fuera uno de los miles que<br />

estaban siendo enterrados en una tumba colectiva. Aún con esa<br />

certeza había buscado y enviado a Muller y MacFardenn<br />

infructuosamente. Nada. Parecía que la tierra se lo había tragado.<br />

William se reprochaba una y otra vez no haber sido más previsor,<br />

tendría que haberlo buscado en ese momento, en <strong>el</strong> mismo instante<br />

en que consiguió <strong>el</strong> caballo de su agresor, ¿Cuánto podría haberse<br />

demorado en encontrarlo? Pero lamentarse era inútil, <strong>el</strong> tiempo no<br />

retrocede aunque uno lo desee con desesperación. Y seguía pensando<br />

en él. Desde ese momento en la batalla esos ojos esmeralda no<br />

habían salido ni un segundo de su cabeza.<br />

Los gritos en un idioma desconocido lo sacaron de su abstracción,<br />

al parecer Spencer, <strong>el</strong> conde de Gloucester, había <strong>el</strong>egido un sirviente<br />

pero este gritaba una serie de palabras que nadie entendía. No<br />

parecían insultos; los insultos tienen un matiz reconocible en<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

cualquier idioma, pero cuando se quitó sus botas y las tiró contra<br />

Tarento, éste primero se sorprendió y luego se enfureció. Por la<br />

reacción y la aclamación mutua de todos los infi<strong>el</strong>es presenciando la<br />

escena, William supo que lo que había pasado era algo más que un<br />

ataque de ira o insulto. El hombre, de larga barba y con la cabeza<br />

enrollada bajo un turbante blanco y negro, mostraba mechones de un<br />

espeso y enrulado cab<strong>el</strong>lo negro. Su cara estaba llena de marcas<br />

claramente visibles en la pi<strong>el</strong> dura y curtida.<br />

Tatuajes pensó William sin moverse, observando la escena. El<br />

hombre se soltó de sus guardias y enfrentó a Tarento para decirle<br />

algo.<br />

Tarento se puso de pie y gritó —¿Qué dijo? ¿Qué es lo que dijo<br />

este perro?<br />

Desde atrás d<strong>el</strong> mismo Bohemundo, donde se mantenían a los<br />

prisioneros alguien dijo en un perfecto inglés pero confuso, como si<br />

estuviera agachado y no pudiera hablar con facilidad: —Le aca… ba<br />

de decir que no se trata a una per… sona como un animal, él… es un<br />

valien… te guerrero santo.<br />

Todos se dieron vu<strong>el</strong>ta hacia <strong>el</strong> numeroso grupo de cautivos que<br />

estaban parados justo al costado derecho de Bohemundo esperando<br />

la decisión final sobre su destino. El Príncipe también giró buscando <strong>el</strong><br />

origen de la voz.<br />

El hombre d<strong>el</strong>ante de Bohemundo volvió a gritar<br />

—“Surmayye a’raasac”<br />

—¡Qué maldita cosa dijo?! —Volvió a gritar <strong>el</strong> Príncipe que había<br />

dirigido su vista d<strong>el</strong> moro hacia la muchedumbre.<br />

La voz d<strong>el</strong>gada respondió, pero se escuchaba algo vacilante y<br />

confusa—Él… dijo: “Sólo mere… ces un za… patazo en tu…<br />

—¿Tu…? —preguntó <strong>el</strong> Príncipe impaciente.<br />

— …Cabeza” —agregó.<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

Aunque Will tampoco podía verlo, podía apreciarse que no podía<br />

hablar muy bien. Se lo notaba agitado. Su aire entraba y salía con<br />

dificultad.<br />

—¿Qué? ¿Qué significa eso? ¿Quién habló? —preguntó Tarento—<br />

¡Tráiganlo aquí!<br />

William notó que dos guardias se movían desde <strong>el</strong> fondo y luego la<br />

gente se abría para dejar una vía libre mientras se ad<strong>el</strong>antaban<br />

arrastrando a un andrajoso joven hasta colocarlo frente a Tarento.<br />

Cada uno de <strong>el</strong>los lo llevaba de un brazo y lo obligaban a moverse<br />

rápidamente a pesar de estar encadenado de manos y tobillos con<br />

gruesos grillete<br />

Golpeado y todo, detrás de las tremendas marcas de una gran<br />

paliza, William lo reconoció. Sus puños se apretaron y respiró<br />

aliviado. ¡Estás vivo! Su estado era realmente malo. Parecía no haber<br />

un solo lugar donde no hubiera recibido golpes. La sangre seca en su<br />

espalda y pecho, indicaba que también había sido azotado. De su<br />

cabeza había un reguero de sangre que caía sobre su mejilla. Los<br />

ojos embotados e hinchados casi no dejaban verlos. Las marcas<br />

donde lo sostenían las esposas también sangraban. Si no fuera<br />

porque los soldados de Bohemundo lo sostenían William estaba<br />

seguro que estaría en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o.<br />

El Príncipe miró al débil joven que apenas podía mantenerse en pie<br />

sin preocuparse por sus heridas o estado. —¡¿Qué dijo?! —preguntó<br />

desde dónde estaba mirando al joven que aún sostenían los soldados.<br />

—“Sólo… me… mereces un zapa… tazo en tu cabeza” —repitió <strong>el</strong><br />

muchacho. Le era difícil hablar<br />

—Antes, que dijo antes — Tarento avanzó hacia <strong>el</strong> joven. Y esperó<br />

que hablara.<br />

—¡Responde al Príncipe!—le dijo uno de los soldados mientras lo<br />

golpeaba en la espalda desnuda y lo enviaba a tierra. Con las manos<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

y pies atados no había posibilidad alguna de sostenerse. Ni fuerzas<br />

para hacerlo.<br />

William avanzó hacia <strong>el</strong> grupo, lleno de indignación. Sus pasos<br />

resonaron sobre <strong>el</strong> patio atrayendo la mirada de los hombres que<br />

estaban de pie al lado d<strong>el</strong> joven.<br />

Había quedado casi en posición de cúbito dorsal e intentaba<br />

levantarse, sin lograrlo, cuando sintió <strong>el</strong> murmullo de todos. Sus ojos<br />

se <strong>el</strong>evaron para encontrar algo de polvo levantado por un calzado de<br />

malla.<br />

Siguió hacia arriba y lo vio.<br />

Si lo recordaba. Había revivido su estampa en <strong>el</strong> pequeño infierno<br />

en <strong>el</strong> que había estado los últimos días. Si no hubiera interferido en<br />

esa batalla quizás ahora no se encontraría ahí. Estaba d<strong>el</strong>ante d<strong>el</strong><br />

guerrero que había estado a punto de morir. Aún no sabía qué lo<br />

llevó a salvar su vida. Tal vez <strong>el</strong> hecho de que estar rodeado por<br />

tantos moros o quizás <strong>el</strong> compartir los mismos enemigos. Recordó su<br />

imponencia moviendo sus espadas y p<strong>el</strong>eando contra tantos hombres<br />

a la vez. En ese momento admiró su valentía. El viento le había<br />

dejado ver algunos largos mechones dorados que salían debajo de su<br />

y<strong>el</strong>mo cerrado. El mismo cab<strong>el</strong>lo dorado que ahora ondeaba<br />

suavemente como si fuera una capa de oro puro movido por la eterna<br />

brisa d<strong>el</strong> desierto. Lo vio acercarse como si <strong>el</strong> tiempo se detuviera,<br />

lentamente. Había leído de hombres como él en los libros. Vikingos,<br />

venidos de lejanas tierras, altos, fuertes y con ese extraordinario<br />

color de cab<strong>el</strong>lo casi plateado que ahora mismo parecía refulgir bajo<br />

<strong>el</strong> sol d<strong>el</strong> mediodía. El hombre avanzaba decididamente hacia él. Su<br />

corazón atronó sin control.<br />

William lo levantó como si se tratara de un niño. Lo tomó de<br />

debajo de las axilas y lo puso de pie. El joven levantó sus ojos y se<br />

encontró con la mirada de William. Cuando lo había visto luchando<br />

valientemente contra tantos guerreros no había podido mirarlo tan de<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

cerca. Su vista no era muy buena, pero aquí estaban, tan juntos que<br />

podía sentir su cálida respiración. No pudo sostenerse por sí mismo. Y<br />

eso lo avergonzó casi tanto como <strong>el</strong> comprender que lo había<br />

levantado como si fuera un niño y no un hombre que casi llegaba al<br />

metro ochenta. Los últimos tres años habían sido una completa<br />

pesadilla y lo habían llevado de un hombre fuerte y fibroso a un<br />

hombrecillo tan d<strong>el</strong>gado que parecía que cualquiera podía izarlo como<br />

si fuera niño. El joven miró a los ojos de Will. Eran verdes, como <strong>el</strong><br />

tono de los pastos frescos de su vieja casa familiar. Ambos hombres<br />

se miraron hasta que sintieron los pasos de Bohemundo llegar hasta<br />

<strong>el</strong>los y giraron sus rostros para enfrentarlo. Su cuerpo sin fuerzas se<br />

apoyó en <strong>el</strong> de William quien lo sostuvo sin ningún tipo de<br />

inconveniente. Había pasado un brazo bajo su brazo rodeando su<br />

espalda.<br />

Bohemundo de Tarento levantó su mano y los soldados se<br />

acercaron para tomar al muchacho pero William les dijo:<br />

—No.<br />

El joven sentía su corazón batallar con fuerza. Por un segundo<br />

cerró los ojos intentando alejarse de esa realidad y <strong>el</strong> suave olor a<br />

lavanda, tan débil que parecía etéreo lo llenó. ¡Lavanda! Su madre<br />

solía hacer perfume de lavanda. Las imágenes pasaron raudamente<br />

por su mente antes de que la misma realidad se instalara por sí<br />

misma.<br />

Los soldados movieron hacia <strong>el</strong>los pero se detuvieron<br />

inmediatamente luego de mirar al Príncipe que había hecho una seña<br />

con la palma de su mano abierta. Todos en <strong>el</strong> patio tenían sus ojos<br />

fijos en <strong>el</strong>los. Tarento caminó hasta ponerse justo frente al muchacho<br />

—¿En qué idioma habló? —le preguntó ya en un tono más calmado<br />

señalando con la cabeza hacia <strong>el</strong> hombre d<strong>el</strong> turbante.<br />

El muchacho respiró con dificultad y contestó: —Nad… ji.<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

—¿Qué fue lo que hizo y qué dijo? —interrogó nuevamente<br />

Bohemundo.<br />

—El tirarle un zapato es… —movió su cabeza mirando a William.<br />

Éste le hizo una seña alentándolo a hablar; gesto que no pasó<br />

inadvertido para <strong>el</strong> Príncipe— es… un insulto. Se supone que es la<br />

parte más sucia d<strong>el</strong> hombre… le dijo que… lo odiaba… y que sería…<br />

castigado. Él lo maldijo; le dijo que… jamás será <strong>el</strong> dueño de la<br />

fortaleza…<br />

—La maldición de un hereje no tiene valor —dijo fuerte<br />

Bohemundo cruzando sus brazos sobre su pecho. Miró a William y la<br />

forma en que lo sostenía y luego regresó su mirada hacia <strong>el</strong> hombre<br />

que lo había insultado—. Ajustícienlos —ordenó— a todos. —agregó<br />

mirando con toda intención a William. Un largo segundo después giró.<br />

Los soldados intentaron acercarse al muchacho pero William se<br />

colocó ad<strong>el</strong>ante impidiéndos<strong>el</strong>o.<br />

—Este es <strong>el</strong> joven que salvó mi vida —le dijo William a Bohemundo<br />

que regresaba a su asiento en <strong>el</strong> centro d<strong>el</strong> gran patio de la fortaleza.<br />

Tarento se sentó y sonrió. Lo había sospechado desde que lo vio<br />

avanzar para protegerlo. Los miró largamente mientras todos<br />

esperaban sus órdenes.<br />

Will casi podía sentir los pensamientos de Bohemundo girar en su<br />

mente como las astas de un molino. Algo tramaba. Estaba seguro. Y<br />

se lo había servido en bandeja de plata<br />

—¿Lo quieres? —le preguntó de improviso acariciándose la larga<br />

barba castaña.<br />

William no contestó. Afirmó con su cabeza.<br />

—Bien —dijo Tarento—¡Cómpralo!<br />

—¿Cuánto pides por él? —preguntó calmadamente. Su cuerpo<br />

enorme destacaba al lado d<strong>el</strong> lastimado joven. En ningún momento lo<br />

había mirado o había sacado sus ojos d<strong>el</strong> Príncipe.<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>


CASTALIA CABOTT<br />

El traductor<br />

Cruzados 3<br />

El muchacho intentaba encontrar las fuerzas para sostenerse pero<br />

no podía. Will Podía sentir <strong>el</strong> calor que emanaba de su cuerpo<br />

semidesnudo.<br />

—Una última misión.<br />

William apretó los puños. Maldito seas Tarento.<br />

Como no respondió Tarento lo miró y simplemente agregó: —<br />

Llévens<strong>el</strong>os, a todos.<br />

—¿Una misión y de cuánto tiempo hablamos mi Príncipe? —su<br />

tono de voz no dejaba duda alguna de su enojo.<br />

Tarento sabía muy bien como estirar la cuerda, no por algo había<br />

logrado imponerse sobre los demás en esta tierra tan poco amistosa<br />

y acababa de enarbolar su pab<strong>el</strong>lón sobre la espléndida fortaleza de<br />

Aquitania.<br />

—No creo que sea más de un mes. Eso es todo. Es sólo una misión<br />

diplomática.<br />

—Soy un mercenario mi Príncipe, no un diplomático.<br />

—Bueno, si quieres al traductor tendrás que serlo.<br />

<strong>Editora</strong> <strong>Digital</strong>

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!