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COLECCIÓN BICENTENARIO - Colombia Aprende

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Los casos de muerte en espacios abiertos, bosques, claros o caminos como en el caso del<br />

mariscal Sucre o el general Córdova tienen una connotación dramática y son denuncias,<br />

jóvenes héroes asesinados traicioneramente por hombres indignos y cobardes que actúan<br />

desde las sombras.<br />

Antonio José de Sucre (1795-1830), nativo de Cumaná y vencedor de las batallas de Pichincha<br />

y Ayacucho, además de primer presidente de Bolivia y potencial sucesor de Bolívar, tiene<br />

una iconografía sobre el momento de su muerte. El mariscal de 35 años fue asesinado<br />

por disparos el viernes 4 de junio de 1830 en las montañas de Berruecos por el sendero a<br />

Cabuyal, lo esperaban los asesinos, Apolinar Morillo, José Erazo, Juan Gregorio Sarria y tres<br />

acompañantes, los cuales habían sido contratados supuestamente por el General José María<br />

Obando, comandante de las tropas del Cauca y el general ecuatoriano Juan José Flores.<br />

Al conocer la terrible noticia del asesinato Bolívar exclamó: “¡Dios excelso! Se ha derramado<br />

la sangre del inocente Abel... La bala cruel que le hirió el corazón, mató a <strong>Colombia</strong> y me<br />

quitó la vida”. La Gaceta de <strong>Colombia</strong> del 4 de julio de 1830 se refiere a la trágica muerte del<br />

mariscal en los siguientes términos:<br />

El día 4 de junio en la montaña de Berruecos cerca de Pasto, recibió una descarga de<br />

fusilaría que lo privó de la vida. El Prefecto y Comandante General del Cauca están (en<br />

1830) practicando las diligencias más activas en el descubrimiento y persecución de los<br />

asesinos. ¡Así murió a los 35 años de edad el vencedor de Ayacucho! ¡Así acabó su vida<br />

corta, pero tan llena de merecimientos! Si hubiera exhalado su espíritu sobre el teatro de<br />

la victoria; con su último aliento habría dado gracias al cielo de haberle reservado una<br />

muerte gloriosa; pero asesinado cobardemente en una oscura montaña, él deja á su patria<br />

el deber de perseguir esta alevosía, y de adoptar medidas que corten nuevos escándalos y<br />

la repetición de escenas tan lamentables como oprobiosas.<br />

Pedro José Figueroa pintará su última obra, la muerte de Sucre, en 1835, cinco años después<br />

del asesinato del general. En esta pintura de estilo primitivo e ingenuo representa en los<br />

primeros planos al mariscal derribado por un disparo en la sien, en cuanto su montura huye<br />

despavorida. En la parte superior izquierda entre los arbustos emergen los cuatro asesinos, a su<br />

lado un felino con flores y en los planos de fondo viene a lo lejos Lorenzo Caicedo el ayudante<br />

de Sucre (fig. 12).<br />

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