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o proceso penal a manuel curros enríquez - Consello da Cultura ...

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libro CURROS ENRIQUEZ 21/9/01 09:00 Página 68<br />

un hijo suyo, y nos contestará en el acto: ¡Do demo! ó lo que es lo mismo: ¡Vaya, que<br />

es ocurrencia; vaya, que es pregunta!.<br />

Un <strong>da</strong>to más, deducido de otros versos de Curros Enríquez, publicados en el<br />

mismo volumen, uno de cuyos ejemplares an<strong>da</strong> unido á los autos; versos que se titulan<br />

A Virxe d’o Cristal, asunto el más hermoso á que el genio del poeta pudo haberse<br />

consagrado: una maravilla de arte, de belleza, de expresión; una maravilla de idealismo,<br />

de dulzura y de sentimiento. No exagero: será incompetencia mía, pero paréceme<br />

que no se puede escribir na<strong>da</strong> mejor.<br />

Y en ver<strong>da</strong>d que, al pronunciar mis labios la Vi rgen del Cristal, me asalta uno<br />

de esos recuerdos vivísimos, uno de esos recuerdos tenaces y enérgicos que resisten la<br />

mano cruel de los años, y que, más que grabados en la memoria, parecen grabados en<br />

el fondo del alma, como destinados á vivir con nosotros aún después de la muerte.<br />

Era el año 1854 (permítame la Sala esta pequeña disgresión); era el año de<br />

1854; el cólera, que á la sazón causaba estragos en muchas provincias de España, y<br />

singularmente en la de Orense, iba invadiendo una por una las aldeas de esta hermosísima<br />

provincia; pero no se contentaba con diezmar, sino que arrebataba familias<br />

enteras y caseríos enteros, y nunca como entonces pudo creerse que en aquellas bellísimas<br />

comarcas que<strong>da</strong>sen insepultos los cadáveres, no por falta de pie<strong>da</strong>d en los<br />

vivos, sino por exceso de cruel<strong>da</strong>d en la impecable peste.<br />

El natural temor que tenía sobrecogidos los ánimos de las regio-nes más afortuna<strong>da</strong>s,<br />

pronto hubo de trocarse en formi<strong>da</strong>ble espanto:<br />

“¡Ya está el cólera entre nosotros!» se dijo, y la fatal noticia circuló con la rapidez<br />

del rayo, imprimiendo, es cierto, en todos los semblantes las primeras huellas de<br />

la muerte, pero arrancando á la vez de todos los pechos un grito de consoladora esperanza.<br />

“¡A la Virgen del Cristal!”. Fué la enseña de salvación para todos; y los creyentes<br />

y los incrédulos, y los jóvenes y los ancianos, y las mujeres y los niños, dejando<br />

absolutamente desiertos los hogares, corrieron presurosos a rodear la ermita y á sacar<br />

en procesión la venera<strong>da</strong> imagen de la Virgen.<br />

To<strong>da</strong>s las madres llevaron á sus pequeños hijos para que presenciasen aquel<br />

tiernísimo espectáculo.<br />

68<br />

La mía, que era una santa, también me llevó á mí.<br />

To<strong>da</strong>vía resuena en mis oídos el universal clamoreo con que fué recibi<strong>da</strong> la<br />

Virgen á su sali<strong>da</strong> de la ermita.

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