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Cinco cubanos, un monstruo y una república 07-07-2004 Rebelión Dijo Martí en su testamento político que la libertad de la isla de Cuba ayudaría a preservar la moral ya dudosa de la América del Norte. Podría parecer pretencioso. Un pequeño país salvando la integridad histórica de la nación más floreciente del mundo. Eso sucedió en el siglo XIX. Vino el feroz siglo XX. Con él la floreciente República norteamericana alcanzó los niveles más altos de desarrollo, de poder…. y de maldad. En estos momentos pocos se recuerdan de los padres fundadores de esa emblemática nación, a no ser por las impresiones del papel moneda. Son tan engorrosos los procesos de elecciones parlamentarias o presidenciales, que ya se esfuma aquella valiente República que poco antes que la revolución francesa mandó a Guillermo III a freír espárragos, y con la ayuda de La Fayette libró las más impresionantes batallas con uno de los imperios más poderosos del mundo. Nació un pueblo libre y emprendedor el cual se alistó rápido con las luces del bendito siglo XVIII europeo. Europa y sobre todo Francia resplandecían con la razón, y el pensamiento que de una buena vez colocó al hombre en el sitio de honor de la naturaleza. Entre todos estos ilustrados, Montesquieu, Rousseau, Jefferson, Madison pensaron en la solución ideal para los asuntos del Estado. Porque el Estado debía de ser del pueblo, porque los reyes eran innecesarios, porque muchas cabezas organizadas podían más que una sola que azarosamente sin contar con que fuera lista u honrada era coronada. Con estos aires de triunfo nace la Estatua de la Libertad. Nunca antes se organizó con más prudencia y más cultura un pueblo nuevo. 24

Ya no se acuerda nadie de la bella fundación de Estados Unidos, de la guerra sin cuartel contra la esclavitud. Y sobre todas las cosas de ese intocable respeto a las leyes y a la pulcritud con que sus ciudadanos reconocían los tres poderes. Fue la patria de Lincoln, paradigma de la democracia mundial, la patria donde se agolparon todas las artes y las ciencias para convertirse en punto de referencia obligada. El país donde Whitman recoció su propio canto y Chaplin nos hizo llorar con amplia sonrisa. Este es el pueblo trabajador y culto que está siendo secuestrado por el lado oculto de la Luna. Sí amigos, porque esta Luna también tiene su lado oculto que descubrió Martí viviendo en ella. Martí no llamó Monstruo a ese país de irlandeses laboriosos que hicieron de esa tierra su patria y en un par de siglos solamente dieron su vida por ella. El monstruo que espantó a nuestro Maestro no fueron las calles pobladas de la New York agitada, ni la temprana luz eléctrica, ni la pujante clase obrera exiliada que encontró fuente de empleo en ese país para ayudarlo a organizar el primer partido de trabajadores que incluía a todo buen propósito como era la independencia de Cuba, Puerto Rico y mucho más. El Monstruo fue ese corrupto devorador de sueños que se alimentaba de capitales inciertos y de ansiedad paranoica de poder. El que siendo el país donde se respiraba todavía los aires de libertad confiscó los intentos de independencia de su pequeña vecina al confiscar el plan de la Fernandina y que quiso desde entonces dominar a la sureña América a través de la moneda. Ese Monstruo silenciosamente fue devorando todos los cimientos de la ilustración. Ya no había un Martí viviendo en él para señalarle el peligro. Y marchamos así al siglo XX donde continuó su necesidad de poder. A estas alturas ya está enferma la noble Republica de Lincoln. Ya el poder ejecutivo en manos de sus más torpes traidores envenena al poder judicial y al legislativo. Ya esa lu- 25

Ya no se acuerda nadie de la bella fundación de Estados<br />

Unidos, de la guerra sin cuartel contra la esclavitud. Y sobre<br />

todas las cosas de ese intocable respeto a las leyes y a la pulcritud<br />

con que sus ciudadanos reconocían los tres poderes.<br />

Fue la patria de Lincoln, paradigma de la democracia mundial,<br />

la patria donde se agolparon todas las artes y las ciencias<br />

para convertirse en punto de referencia obligada. El país<br />

donde Whitman recoció su propio canto y Chaplin nos hizo<br />

llorar con amplia sonrisa.<br />

Este es el pueblo trabajador y culto que está siendo secuestrado<br />

por el lado oculto de la Luna. Sí amigos, porque esta<br />

Luna también tiene su lado oculto que descubrió Martí viviendo<br />

en ella. Martí no llamó Monstruo a ese país de irlandeses<br />

laboriosos que hicieron de esa tierra su patria y en un<br />

par de siglos solamente dieron su vida por ella. El monstruo<br />

que espantó a nuestro Maestro no fueron las calles pobladas<br />

de la New York agitada, ni la temprana luz eléctrica, ni la pujante<br />

clase obrera exiliada que encontró fuente de empleo en<br />

ese país para ayudarlo a organizar el primer partido de trabajadores<br />

que incluía a todo buen propósito como era la independencia<br />

de Cuba, Puerto Rico y mucho más.<br />

El Monstruo fue ese corrupto devorador de sueños que se<br />

alimentaba de capitales inciertos y de ansiedad paranoica de<br />

poder. El que siendo el país donde se respiraba todavía los<br />

aires de libertad confiscó los intentos de independencia de su<br />

pequeña vecina al confiscar el plan de la Fernandina y que<br />

quiso desde entonces dominar a la sureña América a través<br />

de la moneda. Ese Monstruo silenciosamente fue devorando<br />

todos los cimientos de la ilustración. Ya no había un Martí viviendo<br />

en él para señalarle el peligro.<br />

Y marchamos así al siglo XX donde continuó su necesidad<br />

de poder. A estas alturas ya está enferma la noble Republica<br />

de Lincoln. Ya el poder ejecutivo en manos de sus más torpes<br />

traidores envenena al poder judicial y al legislativo. Ya esa lu-<br />

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