Escritos Politicos Celia Hart - Ministerio del Poder Popular del ...
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país imperialista, incluida Francia, “podía librarse de su ansia desmedida de crecimiento”. Y hoy sembrar el “Sur” en el Norte pudiera ser la única salida que tienen estos países obligados a la búsqueda de mano de obra subempleada. La migración hacia los países ricos sostiene a muchos países subdesarrollados a través de las remesas. Tenemos pues, lo digan los libros o no, en la migración un potente sujeto de la historia actual del mundo, pues no sólo son el desecho de las grades sociedades de consumo, son además los responsables de la supervivencia económica de muchos países pobres. No quiero imaginarme (por ser demasiado hermoso) a esas fuerzas de la migración organizadas y siendo concientes de su papel histórico dentro de la sociedad de los países imperialistas. Por ahí he escuchado y leído que las formas de manifestarse de los jóvenes franceses no son las legítimas del movimiento obrero, ni los métodos los correctos, que sabotear autos, guarderías, etc. son métodos indignos del proletariado. Y yo digo, ¿quién tiene derecho de hablarle de métodos correctos y actitudes cívicas a quienes viven en el fondo de la Tierra? En el propio artículo citado de La Brèche se expone de manera contundente: “El tercer mundo llega al primer mundo. La metrópolis los necesita como esclavos, pero no logra asimilarlos como ciudadanos. No son sindicalistas porque no tienen empleo, no son gremios porque no tienen patrimonio, no se organizan legalmente porque no tienen permiso. Simplemente se insurreccionan, como lo que son, como marginados, testimoniando las contradicciones de la globalización”. 154
Eso es. De alguna forma la Biblia tiene razón al decir “que los últimos serán los primeros”. Es retórico y absurdo forzar a la Tierra a girar en el sentido opuesto. Mas nos vale a la “pretendida izquierda” apurarnos y ver con quienes habremos de echar definitivamente nuestra suerte. “¿Qué quieren?”, se pregunta Martí en la crónica a la que hacíamos referencia, en relación a los inmigrantes obreros del Chicago del siglo XIX. Él mismo se responde: “Un día de salario, otro día más de respeto (....) quieren que las horas de trabajo no sean más que ocho, no tanto para que puedan entrar alguna luz por su alma en las horas de reposo , como para que se vean obligados los fabricantes a emplear a los obreros que hoy no tienen faena”. “Qué quieren”, se pregunta, siglo y medio después Orlando Núñez Soto en su artículo haciendo referencia a los inmigrantes en Francia y se responde: “Por el momento saben lo que no quieren. Racismo, humillación y desprecio, no seguir viviendo como hasta ahora lo han hecho, con la cabeza baja, esperando compasión, sensibilidad, comprensión, solidaridad, empleo, salud, educación, en fin, estado de derecho para ellos”. Están llenos de odio. ¿Y quién dice que el odio no es legítimo para enfrentar el mundo? Este mundo contagia de odio, y si esos chicos están llenos de él es porque el odio brota como el agua de desecho en las alcantarillas de los suburbios franceses. Y eso no lo digo yo, lo dijo Ernesto Che Guevara de la siguiente forma: “Un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal”. Y enemigo brutal son Sarkozy y compañía. 155
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Tenemos pues, lo digan los libros o no, en la migración un<br />
potente sujeto de la historia actual <strong>del</strong> mundo, pues no sólo<br />
son el desecho de las grades sociedades de consumo, son además<br />
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No quiero imaginarme (por ser demasiado hermoso) a esas<br />
fuerzas de la migración organizadas y siendo concientes de su<br />
papel histórico dentro de la sociedad de los países imperialistas.<br />
Por ahí he escuchado y leído que las formas de manifestarse<br />
de los jóvenes franceses no son las legítimas <strong>del</strong> movimiento<br />
obrero, ni los métodos los correctos, que sabotear autos, guarderías,<br />
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Y yo digo, ¿quién tiene derecho de hablarle de métodos correctos<br />
y actitudes cívicas a quienes viven en el fondo de la<br />
Tierra?<br />
En el propio artículo citado de La Brèche se expone de<br />
manera contundente: “El tercer mundo llega al primer<br />
mundo. La metrópolis los necesita como esclavos, pero no<br />
logra asimilarlos como ciudadanos. No son sindicalistas porque<br />
no tienen empleo, no son gremios porque no tienen<br />
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permiso. Simplemente se insurreccionan, como lo que son,<br />
como marginados, testimoniando las contradicciones de la<br />
globalización”.<br />
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