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Los disidentes del universo - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario

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Aun cuando la recién bautizada Zenora Pastrana cosechó<br />

un éxito de público parecido al de su antecesora, en especial<br />

durante el periodo en que la suplantó sobre los escenarios, la<br />

leyenda <strong>del</strong> monstruo que era mitad mujer y mitad bestia se<br />

fue apagando poco a poco en un siglo que tal vez había escuchado<br />

demasiado sobre la existencia de eslabones perdidos, y la<br />

pareja optó por retirarse de la farándula, con el noble propósito<br />

de envejecer apaciblemente en su casita de San Petersburgo. Por<br />

una buena cantidad de dinero, y sin duda gracias a la insistencia<br />

de la joven escandinava, que no veía con buenos ojos la idea<br />

de conservar los cuerpos disecados en la sala de su casa, alquilaron<br />

el par de momias a un museo de Viena. Poco después, como<br />

no lograban apartarse <strong>del</strong> radio de influjo de la industria <strong>del</strong><br />

morbo, que después de todo los había vuelto célebres y acaudalados,<br />

compraron un museo de cera, en el que hasta donde<br />

se sabe, no se exhibió jamás la figura de una mujer barbuda ni<br />

ninguna otra deformidad <strong>del</strong> circo.<br />

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Zenora Pastrana

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