Los disidentes del universo - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario
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y cenas privadas con aristócratas que Theodore Lent concertaba a<br />
cambio de fuertes sumas de dinero, Julia se complacía en ser el<br />
centro de atención, y al parecer tomaba como un desafío lograr<br />
por unos instantes el milagro de que su apariencia pasara a<br />
segundo plano y la apreciaran por su conversación y sus dotes<br />
para tocar la guitarra y la armónica.<br />
Aun cuando el señor Lent no le permitía salir de día pues consideraba<br />
que ser vista por gente que no pagaba redundaría<br />
negativamente en el impacto de su atractivo —y por ende en el<br />
estado de sus finanzas—, Julia interpretaba esa prohibición como<br />
una variedad retorcida de los celos, de manera que aguardaban<br />
la protección de la noche para asistir al circo en calidad de espectadores,<br />
ella cubierta por un espeso velo negro, él dispuesto a<br />
contemplarse en la sala de los espejos deformantes y así experimentar<br />
por unos segundos el sobresalto de la deformidad. Disfrutaban<br />
mucho de las funciones y se reían y saludaban de lejos a todos<br />
sus conocidos, en especial a los fenómenos, y cualquiera que los<br />
hubiese visto volver tomados de la mano, caminando apaciblemente<br />
hacia su casa mientras se disolvían entre la niebla de<br />
Londres, habría jurado que se trataba de una pareja perfecta.<br />
Todo lo que se presenta como indefinible, híbrido, intersticial,<br />
que es mitad bestia y mitad humano, que subvierte la división<br />
de los géneros y escapa a las leyes de la uniformidad, tiende a<br />
ser desplazado hacia el margen, ocultado y perseguido, como<br />
si fuera un emblema de lo impuro, de lo degradado, un resquicio<br />
en el tejido de la naturaleza por el que se atisba el desorden,<br />
lo abisal, y también el peligro. Lo monstruoso es la encarnación<br />
de nuestros miedos, es decir, de nuestras posibilidades no<br />
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