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Los disidentes del universo - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario

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Aunque ninguna de las notas periodísticas esclarece las razones<br />

que lo impulsaron a perseverar en una tarea tan extravagante y<br />

melancólica, continuada sin descanso como una culminación o<br />

contrapeso de su fúnebre oficio, sí aportan algunas pistas sobre<br />

los dictámenes editoriales que habría recibido su manuscrito,<br />

uno más tajante que el anterior, y a través de éstos, es posible<br />

formarse una idea general sobre sus alcances y tono. Además de<br />

por especulativo e indemostrable, se le condenaba a Richter el<br />

intento más bien porfiado de rescribir la historia desde el descreimiento,<br />

la falta de empatía y hasta la mala leche, faltando<br />

al respeto a grandes hombres de genio mediante viñetas iconoclastas<br />

en las que, entre otras cosas penosas y de mal gusto —por<br />

no decir infamantes—, quería hacer creer que parte decisiva de<br />

su legado consistía en imprecaciones y malas palabras. Con<br />

excepción de los suicidas y los criminales ejecutados en la guillotina<br />

o la horca (quienes habían tenido tiempo de sobra para<br />

preparar una despedida memorable), y tres o cuatro próceres<br />

que ya la historia oficial tildaba de malhablados y cascarrabias,<br />

la imagen final de todos los personajes que desfilaban por sus<br />

páginas resultaba mucho más prosaica, torpe o lastimera “más<br />

humana” —acotaba Richter— de lo que su genialidad o heroísmo<br />

hubieran hecho esperar, y por supuesto menos sublime de lo<br />

que sus biógrafos y familiares habían pretendido. No importaba<br />

que se tratara de Goethe o de Emily Dickinson, de Beethoven o<br />

de Gustav Mahler, de Arquímedes o de Napoleón Bonaparte;<br />

si advertía la menor dosis de lirismo, la más pequeña chispa de<br />

lucidez visionaria o de gravedad edificante en las palabras con<br />

que habían salido de escena, Richter procedía con la paciencia<br />

de un detective, con la constancia de un desmitificador a sueldo,<br />

y tras bucear en documentos, periódicos viejos y biografías no<br />

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